Uno de los simbolismos más bonitos y sugerentes que pululan por el ambiente es aquel que iguala a la luz con el conocimiento, y siguiéndose la lógica que cuanto mayor sea el ángulo de visión mayor será ese conocimiento. Como vemos, la propiedad de la luz se tiene como algo positivo, liberador y virtuoso.
En el lado contrario, encontraríamos la semejanza entre la oscuridad y la confusión, un rayo apagado nunca deseable.
Si profundizamos en la idea, caeremos en la cuenta de que el mayor ángulo de visión posible es de 360 grados, la circunferencia plena. Y si cupiese esta circunstancia estaríamos hablando de la omnisciencia, una de las cualidades de la perfección, de la divinidad.
Pero quisieron los cielos que la naturaleza humana fuera imperfecta, y hemos de conformarnos con una cosmovisión, una visión del mundo aceptable que oriente nuestros pasos, y nos permita evolucionar hacia un algo mejor.
Por muy ancho que sea el haz de luz siempre habrá un espacio para la duda. La búsqueda de respuestas se convierte en el signo de la condición humana y nos pone en contacto con nuestras limitaciones: no somos llamados a comprender el infinito, quizá solo a intuirlo.
Y es aquí cuando vamos a aplicar este razonamiento al universo particular que es la salud mental.
La zona de luz más concurrida es aquella que identifica la salud mental con el modelo de recuperación. Es sabido que una persona con problemas de salud mental puede llegar a tener un pronóstico favorable, con un apoyo médico adecuado, hasta llegar a tener una vida normalizada. Sin embargo, poco se estudia sobre el antes y el después.
Si una persona desarrolla un problema de esta índole es a causa de algo; y si puede llegar a tener una vida satisfactoria será por causa de una acción colectiva, planificada y consciente.
Concluimos pues que la cosmovisión dominante sobre la salud mental se centra en el tramo de la circunferencia que corresponde a la recuperación. Mientras, el tramo de vigilancia o prevención, y el tramo de proyecto vital o normalizador, permanecen desconectados y son poco estudiados. ¿Cómo lograr la inclusión de nuestro grupo?
Se sucede entonces que la persona afectada con cierta gravedad deambula por una sociedad oscura, ajena, e irreal. La persona, estigmatizada, se
ve obligada a vagar por el laberinto de la confusión, y sin noticia de una oportunidad que le otorgue un proyecto de vida, una esperanza donde depositar sus ilusiones.
Solo desde una perspectiva global, desde una mirada profunda, que conecte todos los puntos de vista (la vigilancia, la recuperación y la normalización) lograremos que el espacio de las dudas se desvanezca, y todo habrá sido un mal sueño.
Como digo, no estamos llamados a erradicar los problemas de salud mental, pero sí podemos hacer frente a su número con una política eficaz y eficiente; si nos contagiamos con la luz del conocimiento.
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