Tendemos a olvidar, con demasiada frecuencia, que la Historia de las antiguas ciudades portuguesas del Estrecho de Gibraltar también forma parte de la Historia del Algarve. Formalmente nombradas como “Algarves de Além-mar” tras la conquista de Arcila, la ocupación de Tánger y la firma del Tratado de paz entre Afonso V de Portugal y Muley Xeque, en 1471, las posesiones en los “Algarves de Além-mar” – a las cuales habría que añadir las posteriores conquistas lusas en las costas marroquíes – representaron auténticas escuelas prácticas de guerra, tanto a nivel de la obtención del cursus honorum por parte de los bellatores portugueses, como a nivel de ensayo de las artes bélicas modernas. Es cierto que continúa existiendo la idea de que la presencia portuguesa en los “Algarves de Além-mar” fue, esencialmente, sustentada por la continuidad de un modelo de guerra medieval, heredado de los tiempos de la “Reconquista” en la Península Ibérica y trasladado al norte de África a partir de la conquista de Ceuta. Esto es, la designada “guerra guerreada” constituida por ataques quirúrgicos contra objetivos previamente estudiados, arrojadas iniciativas individuales y cautelosas retiradas estratégicas. Sin embargo, un análisis más atento al modus operandi bélico tras la reformulación de la estrategia norteafricana del rey D. João III de Portugal nos lleva, cada vez más, a considerar que la persistencia de las antiguas artes guerreras medievales estuvo acompañada por la paulatina aparición de las artes bélicas modernas.
De hecho, no es coherente circunscribir las novedades bélicas de la Edad Moderna a los progresos de la artillería y a las reformas de la arquitectura militar operadas en Ceuta, Tánger y Mazagão. En verdad, otras experiencias comenzaron a ser ensayadas en el teatro de operaciones norteafricano, principalmente, a nivel de la utilización de armas de fuego portátiles de acuerdo con la tratadística de la época. Un ejemplo que bien puede ilustrar esa realidad tuvo lugar en mayo de 1629, cuando el gobernador de Ceuta, Jorge de Mendonça Pessanha, salió de la ciudad con algunas tropas para acudir a las necesidades de la plaza, como recoger pasto y leña. Refiere Alejandro Correa de Franca, en su Historia de la mui noble y fidelíssima ciudad de Ceuta, que, sorprendidas las fuerzas del gobernador por un escuadrón de caballería mora que se encontraba emboscado en el campo, hubieron de ser auxiliadas por las fuerzas del adail, que persiguieron al escuadrón enemigo hasta que estos realizaron la tradicional “vuelta” sobre los caballeros portugueses. Es en este punto de la narrativa cuando el cronista refiere que, invertido el sentido de la persecución, los moros se lanzaron al acoso de las tropas del adail hasta toparse con “vn mampuesto de infanteria a cuia descarga (los moros) hubieron de ceder” (Libro Tercero). Es esta referencia de Correa de Franca relativa a la descarga de fuego de la infantería sobre el escuadrón de caballería mora lo que reviste mayor interés. Tal como tuvimos oportunidad de referir en anteriores trabajos sobre la presencia militar portuguesa en Marruecos, los arcabuceros/espingarderos destacados en el teatro de operaciones norteafricano revelaron ser agentes temibles en contextos de escaramuzas, ya que el poder ofensivo de sus armas resultaba altamente eficaz en ataques rápidos y en encuentros a corta distancia. Ya en los inicios del siglo XVII, con la paulatina aplicación de la tratadística militar desarrollada en el Renacimiento, el espacio para la espontaneidad individual perdió importancia frente a los movimientos precisos y encadenados, lo que transformó los cuerpos de arcabuceros, espingarderos y mosqueteros en unidades de infantería cada vez más letales. La alusión de Correa de Franca a la acción de “mampuesto de infanteria” nos remite al modus operandi preconizado en obras como O Regimento de Guerra, de Martim Afonso de Melo, obra escrita alrededor de 1570 y según la cual:
“...a carga de vanguardia se deve dar toda junta no inimigo antes que chegue, e para isto deve ser melhor que a tiro darcabuz, a primeyra fileyra se ponha de jiolhos, e a segunda em pé, e a terceyra por antre huns Soldados, e outros desparem todos juntos a tiro darcabuz, e desta maneyra ficarám taes os inimigos, que facilmente se desbaratem, e os rompam com pouca perda” (Capítulo XLII).
Se verifica, por consiguiente, que la referencia de la Historia de la mui noble y fidelíssima ciudad de Ceuta al “mampuesto de infanteria” sugiere que los soldados portugueses capitaneados por Jorge de Mendonça Pessanha ya se encontraban debidamente adiestrados para hacer fuego por descarga con vistas a, como determina O Regimento de Guerra, “quebrar a fúria dos inimigos permitindo que estes fácil se desbaratem” (Capítulo XLII), lo que realmente vino a suceder. Este breve ejemplo nos permite entender que la modernidad militar del Renacimiento ya era aplicada en la Ceuta seiscentista de Jorge de Mendonça Pessanha y que coexistía con las antiguas tácticas de combate heredadas de la Edad Media. En definitiva, el combate descrito por el cronista castellano Correa de Franca, nos da cuenta de cómo el capitán portugués entró en Ceuta victorioso y aplaudido por la población, éxito militar que inspiró a la escritora Ana Caro de Mallén a escribir Grandiosa vitoria que alcanzó de los moros de Tetuán Jorge de Mendoça y Piçaña, general de Ceuta, quitándoles gran suma de ganados cerca de las mismas puertas de Tetuán…, obra poética publicada en Sevilla, en 1633.