El Presidente Vivas se ha transfigurado en su propia ficción. La insistente condescendencia de la ciudadanía, reflejada en un apoyo incondicional, ha ido reforzando un modo de proyectarse ante la sociedad radicalmente abyecto, e insoportablemente obsceno. Nada de lo que hace o dice guarda relación alguna con la verdad. Todo es mentira prefabricada sólo apta para aduladores irreflexivos. Perfecto cinismo omnímodo.
Fiel a este estilo, en el que ha adiestrado convenientemente a los miembros de su desvaída prolongación (léase Gobierno de la Ciudad), se afana en explotar ante la opinión su condición (fingida) de victima. Todo aquel que osa hacerle una crítica es automáticamente descalificado desde la oficialidad, acusado de insultar. El pobre Presidente se siente insultado. Notable sarcasmo. Juan Vivas ha reclutado un nutrido ejército de descerebrados, cuyo único fin en la vida es insultar hasta la extenuación a todos sus adversarios políticos a cambio de dinero. Público, evidentemente. La densidad de insulto por frase escrita o pronunciada por Vivas es inigualable. Un auténtico record. Aunque, eso sí, lo hace mediante persona interpuesta. La valentía no es lo suyo. Para esta antipática y nada lustrosa tarea, dispone de su amplio servicio doméstico. Gente a la que él mismo considera despreciable e incapaz de hacer cualquier otra cosa. Despojos reinventados en guiñoles.
Otra vuelta de tuerca. Ahora han adoptado como argumento universal para rebatir las propuestas de la oposición la acusación de electoralismo. Todas las alternativas a su desastrosa política, fundamentada en la corrupción la frivolidad y la inconsistencia, son tildadas de demagógicas y electoralistas. Oír la palabra electoralismo proviniendo de este Gobierno sólo puede producir asco en las personas honradas. El Presidente Vivas no hace otra cosa. Su acción política, de principio a fin, es una indecente y eterna campaña electoral. Sin observar el menor escrúpulo.
Sin respetar a nadie. Utilizan ancianos, niños, discapacitados. Todos sirven como meros figurantes para promocionar la figura del Presidente. Lo único importante, siempre, es la presencia del Presidente. Cualquier acción pretendidamente solidaria no es más que una excusa para que los medios puedan resaltar sus cualidades. La más insignificante gestión adquiere tintes de hito mediático.
Disponemos de un magnífico y reciente ejemplo. La semana pasada hemos tenido que padecer otro publi-reportaje de Vivas. En esta ocasión, con motivo de la excursión a Bruselas.
Esta iniciativa es rotundamente estúpida. La única opción de que Ceuta obtenga un estatus diferenciado en el seno de la Unión Europea es que el Gobierno de la Nación lo asuma, y lo negocie en las instituciones comunitarias correspondientes. Es el único interlocutor reconocido. Cualquier otro procedimiento es inviable (imaginemos por un momento a cada uno de los miles de alcaldes de cada uno de los veintisiete países que forman la Unión Europea, resolviendo sus cuitas directamente en Bruselas). Esto lo sabe Vivas mejor que nadie porque se ocupaba de estos asuntos profesionalmente. A pesar de ello, organiza una surrealista romería émula de las inolvidables películas de Berlanga. Porque la intención, en ningún caso, era avanzar en la reivindicación que servía de pretexto. De ser así, habría bastado con un discreto desplazamiento del Presidente y una posterior rueda de prensa en Ceuta explicando los pormenores de la visita. Lo que realmente interesaba era el numerito mediático. Por eso llevaban las cámaras incorporadas. Lo que buscaban era el álbum de fotos. Por experiencia saben que con estos trucos consiguen deslumbrar a los catetos.
Así se escribe la historia del Régimen de Vivas. Durante su mandato, Ceuta ha perdido más de la mitad de los fondos europeos sin que haya movido un dedo. Este es el hecho cierto y objetivo. Pero en época de pre-campaña electoral, se presenta como un héroe luchando por Ceuta en Bruselas. Aunque engañar constantemente a la ciudadanía sea éticamente reprobable, desde un punto de vista práctico hay poco que objetar. El negocio le funciona de maravilla. Pero que, dedicándose a los que se dedica, tengamos que soportarle imputaciones de electoralismo resulta, francamente, vomitivo.