Reportajes

En la Piel | Un año del cierre de la frontera, sin fecha de apertura

“Llegué a trabajar como siempre y cerraron la frontera. Pensé que iba a ser un mes, dos meses y que después ya no pasaría nada. Pero ha pasado un año. La dueña de la casa, por la que he pegado ya 8.500 euros de plazo, me llama diciendo que quiere entrar en la casa. Me dice que quiere venderla y que me dará dinero. Eso no puede ser. Yo tengo que salir andando, por el mar, como sea... Necesito arreglar esto. Estoy enferma, puedo perder mi casa, todo el dinero...”. Quien habla es Husnia Salman, una de las tantas personas marroquíes que ha quedado atrapada tras el cierre de la frontera que separa Ceuta de Marruecos. Con lágrimas en los ojos, es el fiel reflejo de la desesperación. Algo común en los hombres y mujeres que en la noche del 12 al 13 de marzo de 2020 vieron que las puertas del Tarajal se cerraban. Pensaban, como todos, que aquello duraría semanas, a lo sumo meses. Pero se ha cumplido un año y, lo peor, nadie se atreve a confirmar un plazo oficial de apertura.

En la noche del 12 al 13 de marzo se produjo la orden de clausura de las puertas del Tarajal

Husnia lleva toda su vida trabajando, cruzando el paso fronterizo para obtener un sustento económico. Pudo así poder empezar a pagar por una casa que ahora teme perder, las llamadas de su propietaria la han destrozado. Ella reconoce que en Ceuta está bien, pero explota diciendo que debe “salir por cojones”, porque teme perderlo todo, perder todo el fruto de tantos años de trabajo. El cierre de la frontera ha supuesto la ruptura de relaciones de la forma más radical, más brusca. Miles de personas se quedaron para siempre en Marruecos sin poder entrar. Perdieron sus trabajos, su seguro social, viéndose obligadas a vender todo lo que tenían para sobrevivir. Los más afortunados siguen recibiendo cada mes una ayuda de quienes eran sus empleadores, que los mantienen a duras penas con papeles. Pero son las agujas de un pajar demasiado revuelto. En Ceuta quedaron todos aquellos a los que no les dio tiempo a regresar o los que pensaban que en cuestión de días todo estaría solucionado. No ha sido así. Rachida El Hadadi vive acogida en la casa de Sabah Ahmed, quien desde el inicio de esta crisis ha dado cobijo a muchísimas personas. Ese mismo día que cerró la frontera había entrado a Ceuta. Se quedó atrapada en nuestra ciudad y le ha sido imposible salir en las repatriaciones llevadas a cabo a modo de pasillo humanitario que a punto estuvieron de dar pie a una crisis diplomática. Está comprometida por papeles y su marido le está pidiendo que salga. Su madre está enferma y ella aspira solo a poder marchar en la tercera lista que está preparando la Delegación del Gobierno, pero de la que poco se sabe. Ella es otra de las mujeres que ha tenido que buscarse un sustento en estos meses que pesan como losas, confiando en que se dé la noticia de que por fin habrá una apertura, volverá ese tránsito de personas entre Ceuta y Marruecos y a la inversa, que el Covid se encargó de parar. El caso de Hafida Elbark es extremo. Lleva un año atrapada. Trabaja toda la semana en Ceuta y durante este periodo de cierre se le han ido muriendo familiares. Ha ido sobrellevando esta tortura como ha podido, con la resignación de quien tiene que trabajar para mantenerse a flote aunque lleve por dentro el pesar de estar separada de sus seres queridos y de su país. Esa resignación ha llegado a un límite, el que marcó el enterarse de que su hermana sufre de cáncer y la necesita para cuidarle. Quiere salir, “su hermana no tiene a nadie, solo a ella. Por el trabajo está muy contenta en Ceuta, tanto con la familia con la que trabaja como con los familiares que tiene aquí, pero esa frontera supone la imposibilidad de ver a su hermana y, sobre todo, de cuidarla”, explica Sabah Ahmed, traduciendo las palabras de la afectada. Cada día solo espera eso, que se abra el paso fronteriza para cuidar a su alma gemela.

Los marroquíes se vieron atrapados por sorpresa, nadie imaginaba el tiempo del cierre

Abdelmi Fanidi es otro de los atrapados, de los bloqueados en una tierra que no es la suya pero a la que venía a diario para trabajar. El ir y venir formaba parte de su vida. De la de él y de la de miles de atrapados hasta que ese tránsito quedó bloqueado para siempre. “Entraba y salía, a veces se quedaba una semana trabajando aquí. Al principio estaban confusos de quién había cerrado la frontera. Se quedó en la calle y quien le acogió fue Sabah, como a más compañeros”, explica Alí Hamido, que ejerce de traductor para FaroTV. A Mohamed Soib, otro marroquí, le ocurrió lo mismo. Entraba y salía, desarrollando labores de aparcacoches en el centro hasta que se topó con ese cierre fronterizo contra el que nadie puede luchar. En su caso “no puede salir a Marruecos porque sus hijos dependen económicamente de lo que gana en Ceuta”, explica, pero cada día que pasa le resulta más complicado seguir este ritmo alejado de sus seres queridos. En cafeterías, en la obra, haciendo ‘chapuzas’, en casas... Estos marroquíes siguen con sus quehaceres por obligación como invisibles, como parte de nuestro día a día. Tienen que enviar dinero a los familiares que dejaron al otro lado. Eso es lo único que les ata, pero todo tiene un límite y cada vez, conforme pasa el tiempo, la desesperación aumenta y buscan a la desesperada la manera de huir, de marcharse de nuevo a su tierra, sea como sea.
Así, acostumbrados a contemplar la inmigración siempre en una dirección: de Marruecos a Ceuta, este año de pandemia asistimos al fenómeno inverso. A los que escapaban de esta tierra para cruzar a su país a nado. Algunos incluso dejaron la vida en el camino, protagonizando el drama en la Frontera Sur.

Hombres y mujeres que están atrapados, lejos de sus casas

Fueron miles los marroquíes que quedaron bloqueados en Ceuta, que pensaban que la frontera abriría tarde o temprano. Nunca sospecharon que esas puertas permanecerían cerradas un año y, mucho menos, que ni siquiera haya fecha para verla otra vez soportando el flujo de personas, de trabajadores o de vehículos. Detrás de cada historia hay un drama, el que representan estos rostros protagonistas de este vídeo resumen.

A la inmigración que conocíamos se le añadieron las fugas desde Ceuta

La desesperación de estos atrapados llegó a provocar un fenómeno que hasta el momento no se había visto en Ceuta: las escapadas de marroquíes a su tierra bordeando a nado el espigón del Tarajal. Desgraciadamente el cierre de la frontera llevó a que otros oriundos del vecino país buscaran la entrada a nado perdiendo la vida en ello. Incluso se registraron saltos de la valla pero protagonizados por marroquíes que querían entrar en Ceuta para trabajar.

Negociaciones marcadas por la presión: las únicas repatriaciones

Fueron gestiones complicadas y polémicas. Las repatriaciones contaron siempre con la dirección y orden de Marruecos, hasta el punto de que las listas iniciales vinieron ordenadas desde el vecino país. Aun así se pudo sacar a atrapados, y se confía en conseguir una nueva salida en breve.

Un bloqueo aprovechado para hacer obras en una frontera sin definición

Nunca habríamos imaginado tener una frontera así, reconvertida en un esqueleto sin vida, cuya ausencia de tránsito ha sido aprovechada por el Gobierno para avanzar en la reconversión del paso en frontera inteligente. Las imágenes de avalanchas, de miles de personas sin control, de un tráfico caótico, de un ejemplo claro de tercermundismo y caos han dado paso a la muerte en vida de una línea que separa dos sociedades completamente opuestas pero necesitadas una de la otra. Necesitadas económicamente y necesitadas también de lazos familiares que se han roto de la forma más brusca. Cada mes se van dictando nuevas prórrogas en ese cierre, dictadas tanto por España como por Marruecos, sin que ninguna se atreva a dar unos plazos concretos de cuándo y, sobre todo, cómo se producirá esa apertura al nuevo paso fronterizo, ahora en obras a ambos lados.
Los intentos por escapar continúan en una frontera que hace un año permitía un flujo comercial ahora agotado. Esa crónica de una muerte anunciada se fue escribiendo poco a poco. Primero cerró ‘Tarajal II’ y las naves del polígono que nació frente a la valla empezaron a replantearse su actividad. Se visualizaban los cierres a los que siguieron los carteles del ‘se alquila’.

Son pocas las que quedan funcionando en el polígono del Tarajal

Con el bloqueo total del paso debido a la pandemia, son ya pocas las naves que quedan en pie, y las que lo hacen han tenido que reorientar sus negocios a una nueva situación complicada y sin fechas de mejoría. Orlando, Josué, Rachid o Alejandro son nombres propios de quienes se mantienen en pie como empresarios o trabajadores de esas naves, sacando a flote el mercado alternativo que sigue persistiendo cerca de la frontera. “Hemos tenido que buscar otras salidas en bares, hostelería... Los almacenes que teníamos los hemos tenido que cerrar, despedir a gente. El porteo era una cosa que tenía que acabar, pero el cierre de la frontera ha afectado a todo: trabajadores, mujeres de la casa, gente de dinero que venía a Ceuta a comprar... Todo eso ha afectado bastante. Nos estamos adaptando a la situación poco a poco. Nosotros estamos aquí porque la nave es en propiedad, aguantando un poco a ver si cambia la situación”, explica Orlando, a pie de nave. Una visión que comparte Josué, que reconoce la caída de las ventas que están sufriendo todos. Él trabaja en una nave que vende material para motos, la de ‘Mi recambio’, en donde se ha tenido que reorientar la venta para mantenerse a flote. “Antes vendíamos cascos, batería, aceites a Marruecos... ahora como nos ha sobrado tanta mercancía hemos adaptado esta nave para tener artículos de oferta. Hemos intentado cambiar, adaptarnos al tema de motos. Ya un año antes de que cerraran la frontera se ponían muchos problemas con la mercancía, los clientes no podían pasar ni una botella de aceite porque se la quitaban. Era nefasto. Y ahora, todo está vacío. Viene poca gente por aquí. No quedamos casi nadie ya”. Alejandro recuerda la cantidad de mercancía que salía para Marruecos antes, en comparación a una situación actual en la que se ven obligados a pedir mucho menos de la mitad porque el resto sería imposible de vender. “Hay que pedir menos mercancía, supervisarla mejor. El cambio ha sido exagerado. Ahora el trabajo es el doble de menos”, explica. A la entrada del Tarajal está Rachid con su nave de zapatos. Recuerda que a los problemas de la frontera se ha sumado la pandemia, hasta el punto de vender ahora lo justo para subsistir. “Antes había mucha gente, movimiento. Ahora aguantamos, pero no sabemos hasta cuándo y el problema es que tenemos mucha mercancía y por eso hay que aguantar, hay que vender”. Las consecuencias de la frontera van más allá. Su cierre no ha hecho sino personalizarse en las garras de un monstruo que ha hecho daño, mucho, en toda la ciudad. Porque del cierre de ese Tarajal no solo dependían las naves, sino muchos comercios que han tenido que ir cerrando poco a poco sus puertas porque no tienen clientes, porque ese marroquí con dinero que venía expresamente para gastar ya no llega. A las casas ya no van a trabajar las mal llamadas muchachas que se habían convertido en hermanas, madres o abuelas de muchas generaciones. El cierre las ha llevado a perder sus empleos y sus contratos. No se sabe hasta cuándo, no se sabe qué futuro habrá.

La cara y cruz de lo que llegó a ser el polígono del Tarajal

El conglomerado de naves del Tarajal llegó a mover muchísimo dinero y a ser un foco de negocio brillante orientado principalmente a Marruecos. La crisis de la frontera, escrita por capítulos, ha derivado a una visión completamente distinta: las naves vacías, muchas cerradas, otras en alquiler conviven con las escasas que siguen abiertas y que han tenido que reorientar los negocios a una venta para ceutíes. Se mantienen con el abastecimiento a la ciudad pero el ritmo de negocio no es ni por asomo el que se estilaba por entonces.

La incógnita: ¿Cuándo abre la frontera?

Es la pregunta estrella, la que todos quisieran contestar. Nadie se atreve a dar fechas pero el avance de las vacunaciones hace que se aspire a crear cierta cobertura sanitaria que posibilite esa reapertura. Lo único claro es que no volverá a ser como la de antes. Ni se soportará ese flujo de personas. Incluso se desliza que la OPE no pasaría más por Ceuta y que Tarajal serviría para un tránsito ordenado de ceutíes hacia Marruecos y de marroquíes hacia Ceuta pero con contrato de trabajo o con permiso de algún tipo. Todo está en el aire, pero lo que se tiene claro es que el lavado de cara que pretende darse a esa línea, que ha visto y soportado de todo, va a ser a conciencia.

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