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Chicago

Hay espectáculos que no nos debemos perder cuando estamos en Nueva York.  Por ejemplo, los musicales de Broadway. En compañía de uno de nuestros hijos y de su amiga, que han venido a visitarnos, fuimos al que ellos escogieron. Chicago. Todo un clásico. Quince años lleva ya en cartel, aunque sus representaciones originales se hicieron en 1975. Se trata de una magnífica obra, basada en la adaptación teatral que en su día realizó el periodista Maurine D. Walkins, con la información que obtuvo de casos reales de homicidios en el Chicago de los años 20. Es una sátira de la corrupción de la administración de justicia de aquella época, en la que actúan más de una treintena de magníficos artistas, entre músicos y actores. Una impecable coreografía y canciones de éxito, te hacen vibrar de emoción durante más de dos horas, entre las vetustas paredes del clásico Ambassador Theatre. Nos acordamos mucho de nuestra amiga Reme, que pocas semanas antes había visitado la ciudad. De haber coincidido aquí con ella, seguro que hubiéramos disfrutado juntos del añejo sabor de esta extraordinaria representación.
Pero no todo pueden ser actividades de ocio en esta estancia. Como ya explicaba en otra ocasión, el día lo tenemos dividido en tres partes diferenciadas. Trabajo, ocio y descanso. Justo la reivindicación por la que dieron su vida los denominados Mártires de Chicago, en aquél lejano Primero de Mayo de 1886. Ahora, lo que se quiere es que volvamos a trabajar de sol a sol. Y lo están consiguiendo. También en el país que fue la cuna de esta importante conquista social. Aquí el desempleo es muy bajo. Pero los salarios, en muchas ocasiones, no sobrepasan los 8 dólares la hora. Esto significa que para poder sobrevivir es necesario ser pluriempleado. De esta forma, la mayor parte del tiempo de ocio se pierde. Y además, casi sin derechos laborales y sin seguro médico. El barbero que me cortaba el pelo estos días, de origen dominicano, me confirmaba lo que yo empiezo a conocer por los documentos y entrevistas que estoy teniendo para nuestra investigación. Justamente esta situación es la que puede que sea una de las causas estructurales más importantes de la siniestralidad laboral en este país. De forma similar a como lo es la temporalidad en España. Esto es lo que estamos intentando evidenciar.
Rosa también sigue realizando su interesante trabajo de catalogación y descripción de artículos científicos y publicaciones de prensa valiosísimas, en el centro de documentación del Downstate Medical Center, como voluntaria. Algunos son de los años 40. En uno de ellos se informa acerca de cómo estaba diseñado el trabajo práctico de los alumnos de medicina del centro en aquella época. Les obligaban a ir de visita a las casas de los enfermos y a las fábricas, para ver las condiciones de trabajo y vida de los ciudadanos, y así poder elaborar planes de mejora de las mismas. Toda la obsesión de las autoridades de entonces era la prevención. Algo de puro sentido común. Y más barato para el sistema público de salud. Sin embargo, en los últimos años, esta práctica ha estado algo devaluada, aunque parece que ahora comienza a recuperarse. Desde que el mercantilismo puro y duro entró en la Sanidad Pública, lo que interesan son “médicos estrella” que realicen costosas operaciones quirúrgicas, aunque sólo a aquellos que puedan costeárselas. Quizás por ello una de las primeras causas de quiebra financiera de las familias americanas es a consecuencia de enfermedades graves sufridas por alguno de sus miembros. De ahí la radical oposición del poderoso lobby de las compañías de seguros, apoyadas por el Tea Party, a la tímida reforma sanitaria del Presidente Obama; bajo mi punto de vista, uno de los mejores mandatarios americanos de las últimas décadas.
Otra de las cosas buenas que tiene Nueva York, especialmente en verano, es la tremenda cantidad de actividades, muchas de ellas gratuitas, que se programan. En Central Park asistimos el viernes a un concierto de rock, de 7 a 9 de la mañana. Y cuando este artículo se haya enviado para ser publicado, asistiremos a otro de blues, aunque por la noche. El lugar es el Riverside Park. Este parque, cuya construcción se comenzó en el año 1870, sobre los planos de uno de los creadores de Central Park, está situado a la orilla del río Hudson. Junto a él hay un paseo marítimo de más de 6 kilómetros, que enlaza Harlem con West Side (donde vivimos nosotros) y con Washington Heights. La pasada semana, andando por él, recordábamos los largos paseos que a veces damos en Ceuta por la Playa de la Ribera. También pudimos descubrir las tranquilas terrazas de los cafés allí situados, en las que puedes sentarte a disfrutar de espectaculares vistas de parte de la isla de Manhattan, o de New Jersey.
Pero todavía nos quedan más actividades que realizar. Visita al Museo de Fotografía. Escuchar algún concierto en un buen local de Jazz. Asistir a una sesión de cantos espirituales en alguna de las Iglesias de Harlem. De esto hablaremos otro día.

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