“Todas las vidas tienen el mismo valor, para mí una familia que está debajo de los escombros en Turquía vale lo mismo que la mía, si yo tengo que dar la vida por ellos no voy a tener ningún problema en hacerlo”. Esta es la reflexión que hace Óscar Raggio, bombero de Benalmádena nacido en Ceuta tras una intensa y aleccionadora experiencia como parte de las operaciones de búsqueda y rescate en la ciudad de Maras, una de las más afectadas por el terremoto.
“Este mundo es mejor si nos ayudamos”. Esta frase de Óscar resume la filosofía que encierra ese oficio de servir al prójimo que escogió. Y es que este caballa pertenece a Bomberos sin Fronteras, una oenegé especializada en temas de catástrofes que suma treinta años de recorrido, contando con una Unidad de Búsqueda y Rescate en estructuras colapsadas.
Fue precisamente esta organización no gubernamental la que llevó a este bombero a ser una de las tantas personas que quiso ayudar tras la devastación que dejó el seísmo en Turquía, siendo esta su primera experiencia en un desastre de tal magnitud.
Ya de vuelta en casa, ahora le queda la gran satisfacción de haber podido ayudar a salvarle la vida a cinco personas, incluyendo un chico de 12 años. “El balance es muy positivo porque la experiencia de poder viajar hasta allá, echar una mano y poder sacar gente con vida, es muy gratificante”, dice con orgullo.
Óscar y otras ocho personas, parte del mismo equipo, estuvieron ocho días en Turquía y ahora cuenta a El Faro de Ceuta los detalles desde ese primer momento.
“Cuando se produce el terremoto enseguida en el grupo de WhatsApp que tenemos nos pusimos a movernos para organizar un dispositivo para ir para allá”. Desde varios lugares de España acudieron, incluyendo un guía canino desde Mallorca y compañeros de Albacete y de Málaga.
El bombero relata que lo primero que hicieron fue una reunión preparatoria, compraron el material que necesitaban, además de la comida que les haría falta, “porque nosotros debemos ser completamente autónomos, no tenemos que necesitar a nadie, tenemos que tener tanto nuestro propio refugio como la comida”. A la misión los acompañó un sanitario para lo que pudiera ocurrir.
"Llegamos creo que a las cincuenta horas de haberse producido el terremoto"
“Al día siguiente ya estábamos en marcha y llegamos creo que a las cincuenta horas de haberse producido el terremoto”. Tomaron un avión Madrid-Estambul y otro Estambul-Adana, donde Naciones Unidas les asignó una zona de trabajo.
“A través de un helicóptero militar y junto al equipo de Singapur nos dividimos en dos, la mitad del equipo se fue en el helicóptero junto con el guía canino y la otra mitad nos fuimos con furgonetas que habíamos alquilado para llegar ahí con todo el equipo pesado”. Y es que en total llevaban más de 500 kilos de material pesado, incluyendo martillos neumáticos, generadores y otros.
La próxima parada fue la ciudad de Maras y esa misma tarde-noche tuvieron la suerte de rescatar a un niño de 12 años que estaba debajo de un edificio. “A partir de ahí fuimos saltando de un escenario a otro”, agrega.
En Maras se pusieron a disposición del puesto de control de Naciones Unidas, que es el que recibe la información de todo lo que se puede llegar a necesitar. “Nos iban llegando peticiones todo el tiempo, nos iban dando las coordenadas y fuimos yendo de un lugar a otro”, añade Óscar.
Tras el rescate del chico, al día siguiente, ayudaron a sacar de los escombros a una madre con sus dos hijas y también el perro localizó a una mujer debajo de un edificio. “Ese edificio era de siete plantas, las dos de abajo habían colapsado y estaba a punto de caer, entonces nosotros no podíamos trabajar allí, finalmente consiguieron hacer un agujero con una excavadora y sacaron a la chica”. Aunque no fueron ellos los que la sacaron, fue su guía canino el que la localizó.
Uno de los recuerdos más vívidos de Óscar es esa primera impresión al llegar al lugar de semejante catástrofe. Lo que sintió fue mucha impotencia, “en el sentido que ves que hacen falta tantísimas manos y que aquello es imposible de llevarlo todo hacia adelante”. Explica que si bien Turquía se considera un país potente a nivel de infraestructura, “estamos hablando que vamos por 50.000 muertos, ningún país tendría capacidad de en las primeras 48 a 72 horas tener aquello organizado”.
“Llegas y piensas que haría falta muchísima más gente, más equipos de rescate”, reflexiona.
Fueron días y noches prácticamente sin dormir, en los que el trabajo era prioridad. “La sensación es un poco de impotencia, de decir yo quiero hacer más, pero no puedo, no paro, voy de un sitio a otro, esa sensación de decir que vengo aquí a ayudar, que quiero darlo todo, pero no doy abasto”.
A pesar de las circunstancias y de las oleadas de frustración, Óscar supo mantener la calma, pues como bombero está entrenado para ello. “Una vez que vamos a las intervenciones de nuestro trabajo cotidiano, tenemos un nivel de concentración y lo que hacemos es centrarnos en lo que tenemos que hacer”.
No obstante, reconoce que durante su estadía en Turquía, “el problema era que los rescates eran muy largos, eran muchas horas y en todas esas horas te da tiempo a pensar en muchas cosas”.
“¿Estaré haciéndolo bien?, ¿estaré haciendo el rescate de la manera correcta?, ¿tengo que entrar por aquí?, ¿estoy tardando demasiado?”. Estas eran algunas de las miles de dudas que aparecían en su cabeza frente a edificios que estaban boca abajo y en una carrera contrarreloj.
“Al final lo que tienes que hacer es estar centrado, lo más centrado posible y hacer tu trabajo de la manera más efectiva, es la única manera, si no estás concentrado al final pierdes”, señala el bombero.
“Al final este tipo de experiencias son muy intensas, tomas muchas decisiones muy rápidas”, señala Óscar ya con más calma. “Estamos haciendo un análisis de nuestras fuerzas y de nuestras debilidades y la próxima vez estaremos más preparados”.
El bombero reflexiona sobre el hecho de que son una oenegé pequeña, con 100 socios, “entonces es verdad que a nivel técnico son necesarias nuevas herramientas, nuevos materiales que nosotros no tenemos y que tenemos previsto comprar si conseguimos fondos, porque es verdad que ahora mismo están saliendo últimas tecnologías que son fundamentales para el rescate, a las que nosotros no tenemos acceso”.
El análisis que hacen en el equipo entonces va orientado a la necesidad de hacer una modernización que, aunque ahora mismo no están en la capacidad financiera de hacerlo, “es totalmente necesaria”.
Pero no se rinden y la tarea es buscar los fondos para lograrlo. “La ayuda de las personas en ese tipo de catástrofes es fundamental, si no hay donativos, si la gente no se vuelca, nosotros no podemos acudir, al final esto es un trabajo de todo el mundo, es tanto nuestro que somos los que estamos allí, pero también de la gente que nos apoya económicamente”.
Recalca que “es la solidaridad de la gente la que hace que podamos seguir adelante” y recuerda a quienes quieran contribuir que en la página web de Bomberos sin Fronteras tienen la oportunidad de hacer un donativo.
Nacido en Ceuta, Óscar salió de la ciudad a los 24 años. Estudió en el Colegio San Agustín y luego emprendió una carrera de Magisterio.
Siempre quiso ser bombero pero no pudo lograrlo en su ciudad natal. “Cuando ya tuve la edad de prepararse para las oposiciones en Ceuta, había muy pocas posibilidades de ser bombero porque en Ceuta hay muy pocas plazas y había muchísimo tiempo entre una oposición y otra”.
El sueño quedó aparcado por un tiempo mientras se dedicaba a su negocio de turismo de aventura en Ronda. Pero la vocación lo llamó años más tarde, convencido de que lo que le gustaba era ayudar a las personas, puer eso era lo que lo hacía feliz. “Me preparé en la oposición y así llevo ya cinco años trabajando”.
Aunque insiste en que le hubiera gustado haberlo logrado en Ceuta. “Hubiera sido lo ideal porque yo tengo allí mi familia, mis raíces, a mí Ceuta me encanta, yo soy caballa por los cuatro costados".
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