Los investigadores creen que ha podido huir a Marruecos, abandonando Ceuta tras conocer que estaban cayendo varios integrantes del denominado clan del Sur, una organización muy activa en el tráfico de drogas -hachís y cocaína- introducidas desde el puerto de Tánger en el de Algeciras, contando para ello con la connivencia de agentes policiales de ambos países y disponiendo de una infraestructura de camiones dedicados al transporte de frutas y hortalizas camufladas. En el puerto de Tánger tenían comprado a todo el turno de agentes aduaneros; en el de Algeciras han sido ya detenidos varios agentes de la Guardia Civil y un auxiliar de Aduanas por presuntamente colaborar en la trama.
La operación Imperium-Corsini, ejecutada por la Udyco Costa del Sol y con investigaciones paralelas de la Guardia Civil (EDOA), ha dejado más de 60 detenidos pero también cabos sueltos, encarnados por quienes han burlado el cerco policial pero cuentan ya bajo sus espaldas con órdenes internacionales de detención cursadas por la autoridad judicial. Tarde o temprano se dará con ellos, más ahora que existe una estrecha y reactivada cooperación policial entre ambos países.
Uno de esos fugados tiene el sello de un viejo conocido de la Policía y de la Guardia Civil de Ceuta, protagonista de cuantiosas investigaciones que siempre han tenido un denominador común: el tráfico de drogas. Cuando el pasado mayo se llevó a cabo un registro en uno de los chalés que dispone en la carretera del Pantano, la Policía se encontró con la vivienda vacía.
Los investigadores de la que ha sido considerada como una de las grandes operaciones contra el narcotráfico califican al fugado como una pieza integrada en la organización, persona de confianza de los jefes y capaz de desempeñar funciones claves para la consecución de los delitos de tráfico de drogas. Obtenía información privilegiada de los datos que pudieran manejar las fuerzas de seguridad sobre componentes de la organización, así como de las posibles investigaciones policiales que estaban iniciadas sobre algunos de sus miembros. Así se desprende de los informes que obran en poder del Juzgado de Instrucción número 8 de Málaga y a cuyo contenido ha tenido acceso El Faro de Ceuta por fuentes policiales.
Se han cursado cuatro órdenes de detención internacional para dar con los integrantes de este clan, entre ellos el presunto jefe apodado ‘el cigala’, que podría estar escondido en Marruecos o Dubai. Se les atribuye la introducción de toneladas de droga camuflada en forma de tomates o melones, que partía del puerto de Tánger y conseguía superar los filtros del de Algeciras para su introducción en las rutas de reparto internacional que generan millones de beneficios repartidos entre los narcos y sus inmediatos colaboradores.
Así, se produjo el embarque de camiones cargados con toneladas de droga -cocaína, hachís o marihuana-, gracias a la coordinación de los integrantes de un grupo criminal con personas de distintas nacionalidades que tenía relaciones directas con el clan abastecedor de la mercancía radicado en Tánger.
Los investigadores han topado con cuantiosas trabas para desenmascarar la forma de actuación del clan del Sur, dado que además de tener colaboradores en distintas áreas disponían de un chat para relacionarse con un sistema de seguridad para que, en caso de ser intervenidas las conversaciones telefónicas que mantenían, se garantizara el borrado del contenido al introducir la contraseña. Los investigadores han entregado en el juzgado conversaciones rescatadas en las que se verifica cómo no solo funcionaban gozando del apoyo en distintas esferas sino que además premiaban esa colaboración con sumas de dinero procedentes del tráfico de drogas.
En el caso del ceutí fugado, se le sitúa en el escalafón principal de la organización, al participar en la “coordinación y preparación de operativas de narcotráfico, incluso propone una ruta de hachís (hardala/jardala) de Marruecos a España que reporta beneficios de 2.000 euros por kilo” limpios.
En datos, se cree que la organización ha podido introducir más de 100 toneladas de hachís y 10 de cocaína desde que en febrero de 2021 se empezaron a manejar sospechas sobre sus movimientos, cayendo los primeros camiones con mercancía. En todo este tiempo se ha procedido a la detención de más de 60 personas pero se sigue buscando a las piezas clave fugadas. La vinculación con Ceuta no es solo por la del fugado, sino también por la del arresto de un policía nacional que se encuentra en libertad con cargos por una presunta revelación de secretos y cohecho.
Tal y como detallan en sus informes los investigadores de CNP y Guardia Civil -ambos Cuerpos llevaron a cabo intervenciones separadas que terminaron confluyendo en la misma operación-, fue a mediados de enero de 2021 cuando se tuvo conocimiento de que se estaba asentando en la Costa del Sol “una poderosa organización criminal dedicada al tráfico de drogas a gran escala y al blanqueo de capitales”. La mercancía llegaba de Marruecos, en donde trabajaba uno de los clanes, para contar en España con personas encargadas de ocultar la droga, de hacer contravigilancia sirviendo de lanzadera o llevando a cabo las labores de transporte, así como encargándose de buscar las ‘guarderías’ para esconder los alijos en domicilios apartados de los núcleos urbanos y difícilmente rastreables por las autoridades policiales. Fruto de las incursiones de los agentes se pudo dar con toneladas de hachís enviados en forma de tomates, dinero en efectivo y armas de fuego.
En febrero de 2021, uno de los camioneros tuvo un accidente hallándose en su interior hasta dos toneladas de hachís dentro de bolas rojas. La mercancía procedente de Tánger encontraba salida directa por Algeciras mientras en Ceuta se trabajaba el negocio de los narcodrones al tener la frontera cerrada y agotarse, por tanto, la salida de esos camiones cargados desde el puerto local.
Los implicados intentaban eludir los controles policiales por eso cambiaban de teléfonos constantemente, usando dos o más a la vez para fraccionar la información o echando mano de mensajes encriptados. Pero muchas veces las formas juegan una mala pasada, habiendo quienes mostraban un elevado tren de vida que no se correspondía con su actividad laboral legal que era inexistente. Disponían además de cobertura bajo estructuras comerciales empresariales o societarias pantalla y usaban un lenguaje críptico incorporando individuos del entorno más cercano así como conocidos por su relación con el tráfico de drogas para dificultar la infiltración policial. En los registros además de droga se intervinieron armas y objetos variados de lujo.
El hachís se colaba en forma de melones o tomates, por ejemplo, y filtraba el paso guiándose del asesoramiento de agentes corruptos que apostaban porque se empleara el método de llevar la droga en remolques que tienen fruta precintada evitando que el CNP los abriera porque solo se abren en cabotaje y solo si el perro marca. Usaban varios camiones como garantía, ya que al tener uno de ellos circuito verde se permite su salida del puerto sin inspección, por lo que en caso de que pusieran en circuito rojo al camión que transporte la droga, cambiarían la documentación y placa de matrícula de este por otro que ya hubiera pasado la inspección o le hubieran asignado circuito verde. La mercancía real solo era una parte, la demás era droga.
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