El célebre geógrafo Al Idrisi, en el siglo XII describió a su ciudad natal, Ceuta, considerándola inmersa en el Estrecho de Gibraltar, al que llama Mar Tenebroso, y dice sobre él: "Nadie sabe qué puede existir más allá de este mar, nadie ha podido conocer de cierto este misterio a causa de las dificultades que se oponen a la navegación, la profundidad de las tinieblas, la altura de las olas, la frecuencia de sus tempestades, la profusión de sus animales monstruosos y la violencia de sus vientos…
La longitud del Estrecho, conocido con el nombre de Zuqãq, es de 12 millas. En sus orillas, por la costa de Levante, se encuentra Algeciras (Al-fasira al-Jadrá o Isla Verde) y por la parte de Poniente, Tarifa, frente a la cual por la orilla opuesta, está el puerto de Alcazar (Qasr Masmildal). Frente a Algeciras, está la ciudad de Ceuta, situada a 18 millas de distancia. Entre Tarifa y Qasr Masmù, la distancia es de 12 millas. La villa de Ceuta está construida sobre siete colinas que se continúan. Bien poblada, su longitud, de oeste a este, es de aproximadamente una milla". Efectivamente, en la época en que Al Idrisi vivió parece ser que nadie se atrevía a pasar más allá de Gibraltar hacia el Océano Atlántico, por eso se hablaba de él como el “non plus ultra” (no más allá). Este misterio y miedo que describe Al-Idrisi con relación al Océano Atlántico se mantuvo en los restantes siglos medievales. Y se entremezclaba con la mitología y con numerosas leyendas relativas al Estrecho. Destaca por su interés la rememoración que este ilustre árabe ceutí hizo de la leyenda de Alejandro el Magno: "El Mediterráneo, de acuerdo con la leyenda, era en otro tiempo un lago cerrado, como lo es actualmente el Mar de Tabaristan (Mar Caspio), en el que las aguas no tienen ninguna comunicación con los otros mares, de manera que los habitantes del Magrib occidental solían invadir pueblos de España, a los que ocasionaban graves daños. Estos últimos resistían a los africanos y les combatían con todas sus fuerzas. Las cosas permanecieron así hasta que Alejandro penetró en España y pudo comprobar que sus habitantes estaban en guerra continua con los del Norte de África. Este príncipe hizo venir ingenieros y mineros y les indicó el lugar donde está actualmente el Estrecho, pero que era tierra firme en aquella época y les ordeno medir su nivel y que compararan su altura con la de la superficie de las aguas de cada uno de los dos mares. Los ingenieros vieron que el mar grande era más elevado que el Mediterráneo en una cuantía poco considerable; excavaron entonces los terrenos del litoral de este mar (siempre según la leyenda) y los transportaron de abajo arriba, después trazaron un canal entre Tánger y España y lo continuaron hasta que alcanzaron las montañas de la Península. Allí construyeron un dique en piedra y cal. La longitud de este dique era de 12 millas, distancia igual a aquella que separa los dos mares; después construyeron otro en sentido inverso, es decir, desde la costa de Tánger, de manera que el espacio existente entre los diques era de seis millas solamente. Cuando estas obras estuvieron terminadas, abrieron el paso de las aguas del Océano y éstas, por la fuerza de la corriente, entraron entre los diques y el Mediterráneo. Esto ocasionó una inundación, a consecuencia de la cual algunos de las pueblos de la costa fueron sumergidos por las aguas y un gran número de sus habitantes perecieron ahogados, toda vez que las aguas se elevaron a la altura de cerca de once brazas por encima de los diques. Aquellas obras que se realizaron en la costa andaluza son perfectamente visibles en los días en que la mar está clara. Nosotros lo hemos visto con nuestros propios ojos y hemos navegado a lo largo de todo el Estrecho siguiendo esta construcción, que los habitantes de las dos islas (Algeciras y Tarifa) llaman al-Qantara (El puente).... En cuanto al dique construido desde Tánger, se encuentra enteramente derruido...". De la narración transcrita, despreciando la parte legendaria y mítica poco creíbles, se resaltan dos datos, que muestran cierto interés. El primero es la afirmación rotunda de Al Idrisí acerca de la condición lacustre del Mediterráneo en épocas pretéritas. En segundo lugar, la comprobación de los distintos niveles entre el Atlántico y el Mediterráneo. Ambos datos han sido confirmados por la ciencia moderna. Llama la atenci6n que los conocimientos científicos del siglo XII ya detectaran el diferente nivel de las aguas del Atlántico y del Mediterráneo. Junto a esas llamativas precisiones se entremezclan luego la leyenda sobre la visita de Alejandro Magno a estas tierras y su decisión de la apertura del Estrecho mediante la construcción de un canal que comunique las aguas de uno y otro mar. Esta leyenda parece la réplica islámica a la también legendaria tesis helénica de la construcción del Estrecho por medio de la fuerza de Atlante, que refiere consigue separar ambas tierras apoyado en las columnas que desde entonces se llamarían "las columnas de Hércules": Calpe (Gibraltar) y Monte Abyla (Ceuta). La mayoría de los analistas medievales islámicos recogen la versión alejandrina sobre el Estrecho. Tal es el caso de Al-Himyari, cuya narración presenta curiosas modificaciones. Describe la magnificencia del puente: En la época medieval Ceuta era descrita situada en un estrecho promontorio, "Punta Almina", que penetra en el mar Mediterráneo. Según las crónicas árabes, el Monte Racha, que aparece en las descripciones, debió ser en tiempos remotos un islote separado de tierra, a la que se llegó a unir por acumulación de arenas, transportadas por el oleaje y el flujo de las corrientes marinas. La otra bahía de Ceuta, la del Sur, mejor orientada y más soleada, está expuesta a los vientos de levante que son los más temibles para la navegaci6n. Es también la zona que presenta mayores acantilados sobre el mar. El destino de la Ceuta medieval, siempre relacionado con la Península Ibérica y más unido a ésta que al continente africano, hacía necesario que sus murallas por la parte occidental fueran de gran solidez e impusieran respeto a todo el que se atreviera a aproximarse por esa banda. Hasta aquí, he descrito una parte de la leyenda mitológica de Ceuta. Pero, por encima de las anteriores teorías míticas y de viejas leyendas tanto islámicas como alejandrinas que nos hablan de la hipotética formación del Estrecho de Gibraltar, creo que debe prevalecer la teoría geológica que hace años ya expuse en otro artículo, y que la considero bastante más creíble, al estar basada en principios físicos y por ser de la que los técnicos y especialistas en la materia nos hablan de forma científica y objetiva. Así, la versión de los geólogos - prácticamente unánime - mantiene que, con anterioridad al período Terciario de la era cenozóica, entre España y el Norte de África había dos grandes masas de tierra. La primera, llamada “Plataforma eurasiana”, formada por las cordilleras: Ibérica y Pirenaica con la Meseta Central, el litoral catalán, Galicia y casi todo Portugal. La segunda, llamada “Plataforma indoafricana”, a la que habrían pertenecido las montañas del Atlas en el Norte de África. Entre esos dos territorios sujetos a los mundos europeo y africano, habría habido una gran isla que cubriera de agua el espacio que en la actualidad ocupan Andalucía, Murcia, el mar de Alborán y el Rif de Marruecos. A su vez, esa gran isla habría estado separada de las tierras pirenaicas por un estrecho llamado Nortebético, que era un brazo de mar que cubría lo que hoy son los valles de los ríos Guadalquivir y Segura. Y también habría estado separada de las tierras del Atlas norteafricano por otro estrecho llamado Surrifeño. Pero, hacia principios del período Terciario, tuvieron lugar una serie de temblores de tierras y de movimientos sísmicos, con fuertes empujones venidos del Sur que produjeron una serie de pliegues en las capas acumuladas en el geosinclinal Bético y sus orillas, chocando contra el borde de la Meseta Central. Como consecuencia de tales movimientos telúricos de las tierras altas del continente africano, se desprendió un fuerte oleaje de montañas que fueron a chocar contra la “Plataforma eurasiana”. El posterior enfriamiento de la corteza terrestre habría originado varias contracciones que en muchos puntos produjeron el hundimiento de grandes porciones de terrenos, con levantamiento brusco de las partes contrarias que servían de contrapeso. En otros sitios hubo más levantamientos de tierras en forma de arrollamientos y plegamientos ocasionados por presiones laterales. Mas, Andalucía estaba pegada al Rif de Marruecos y separada del resto de España por dicho estrecho Nortebético. Pero la isla andaluza se partió en el centro, haciendo que el Mediterráneo también se partiera. Las presiones laterales hicieron que Europa hiciese a su vez peso al Sur y que empujase hacia el Norte. Con esta doble presión se cerraron los dos estrechos, Nortebético y Surrifeño; pero surgió un nuevo estrecho, el de Gibraltar, que nació tras el hundimiento de la tierra en el espacio en el que después habría de formarse dicho brazo de mar; siendo así como quedara definitivamente formado y configurado el Estrecho de Gibraltar, que a lo largo de la historia tan afín ha sido a Ceuta tanto para lo bueno como para lo malo.
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