Si por Ceuta fuera, entre los escombros que han dejado los terremotos de Siria y Turquía, se alzaría una niña con un pequeño traje de flamenca. Cuelga ese diminuto vestidito de volantes, que no será enviado por no corresponderse con lo que solicitan las embajadas de los países, de una de las puertas de la nave diáfana del polígono del Tarajal, donde una plataforma de vecinos de la ciudad hace contrabando de esperanza.
Dicen mucho ese pequeño vestido y los zapatos de media pulgada, que se acumulan en mesas de la nave, del drama que sufren quienes viven en estos países destruidos por la catástrofe natural. Los ceutíes, una vez más, se han volcado y no dudan en posponer otros asuntos para ayudar en todo lo posible.
"Una decena" de voluntarios forma una cadena humana en las instalaciones, "cedidas por un empresario local", para recoger, lavar, clasificar y empaquetar ropa, calzado y útiles del hogar. Casualmente desarrollan la labor en el mismo lugar que en mayo de 2021 acogió a los inmigrantes que llegaron en la avalancha migratoria, otra ocasión en la que la ciudad demostró estar a la altura solidariamente.
Ya tienen material "como para llenar un trailer". Hay ropa nueva, otra usada, colchones y dos lavadoras que trabajan a destajo.
Justo en medio de la tarde llega una pequeña camioneta con colchones y 1.400 unidades de ropa nueva. Abrigos de pana, pantalones, zapatos. A Sabah Hamed Mohamed, una de las portavoces del grupo, se le caen las lágrimas. Las seca con la mano y se las lleva al pañuelo. "Es muy grande", asevera.
Ella es empresaria y ha aparcado temporalmente su actividad profesional. "Creo que esto ahora es más importante", subraya.
Rápido vuelve al trabajo, contando el dinero donado por los vecinos junto a Rachid Sbihi: "Hemos puesto huchas en alrededor de cien establecimientos y colocado dos puestos, que estarán hasta el viernes. Uno en el centro y otro en Hadu", detalla él, sin detenerse en la labor.
Sí que hace una pausa para agradecer a los voluntarios y a todas las personas que han colaborado su trabajo "anónimo y completamente desinteresado". Menciona también la "asociación voluntaria de guardias civiles" que está echando una mano y a la Federación de Asociaciones de Vecinos, que les ha prestado la furgoneta, en la que pocos minutos después, salen a buscar una nueva donación. Sus teléfonos no paran de sonar, por suerte. Las ofrendas no se frenan y ya tienen "como para llenar un trailer". Cuando dispongan de él, estiman que "a principios de marzo", enviarán la primera oleada de ayuda.
De camino los enseres reposarán en Granada, donde la Cámara de Comercio y el Consulado Honorario ya se han comprometido a ceder sus instalaciones. Antes, durante y después de ese primer envío, los voluntarios seguirán trabajando en las naves del Tarajal, florecientes antaño por el flujo de material porteado, donde ahora hacen contrabando de esperanza, justo pegados a la frontera sur de Europa.
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