Ya lo escribía en su día. Quien se pensaba que los subsaharianos protestones podían medirse por el mismo rasero que los parados movidos por Comisiones Obreras se equivocaba, con columpiada incluida. Ayer lo volvieron a demostrar al cometer su segundo plante. Ya lo hicieron en su día a don José, pasándose su resolución por donde ustedes se imaginan. Y ayer tocaba a los jueces, al decidir no cumplir con su obligación: comparecer en la sala por una falta de desobediencia. Como están tan bien asesorados, sabían que nada les podía pasar así que su general les ordenó que no acudieran al juzgado y que se quedaran a buen recaudo en el CETI, de donde no les pueden mover, como mínimo, hasta el próximo 14 de octubre. Y veremos cuando llegue la fecha qué pasa. Puede que asistamos a la Ceuta racista (cuarta parte), completando la saga de una película de despropósitos y afrentas que comenzó en agosto, con las calores que no dejaron pensar a las mentes lúcidas como debieran.Ahora tenemos una situación complicada entre manos, una situación que algunos han querido comparar con los disturbios del Ángulo sin reparar en una diferencia bien clara: que aquellos surgieron en una época bien distinta a la actual, una época en la que los subsaharianos carecían de CETI y no estaban protegidos por normas ni leyes. Ahora la historia es bien distinta y nos topamos con una estructura jerárquica que funciona al más puro estilo militar y que tiene todos los ingredientes de los que pueden hacer gala los grupos mafiosos: esos que amenazan para conseguir un fin, como es el caso.
La administración, en su intento porque no se conozca la auténtica realidad, evita pronunciarse sobre las amenazas y presiones que están sufriendo los trabajadores del CETI. Me gustaría escuchar ahora a los ilusos que dejaron por escrito esa coletilla de ‘en el CETI no hay incidencias’. Me gustaría escuchar ahora a quienes apuntan mentiras para que no se sepa la auténtica realidad porque de esta forma tapan su escasa o nula profesionalidad. Me gustaría que se lo dijeran a los trabajadores del centro que viven bajo amenazas de muerte, chulerías y presiones por la cara. Pura mafia.