Cuando de pronto ha llegado el final de comercio atípico, el cierre de la frontera por Marruecos, las posibles maniobras de este país, el Covi19, el aislamiento por mar y aire, la suspensión de transferencias estatales y las terribles consecuencias de todo esto sobre la economía local, el mundo se ha derrumbado para algunos, hasta el punto que se desempolvaron viejos proyectos y olvidadas aspiraciones ciudadanas. En realidad la incidencia como siempre será menor porque debido al alto número de funcionarios, una parte de dicha economía se mantendrá, poniendo sobre el tapete, de paso, que Ceuta carece de un modelo propio de desarrollo.
De todas formas, si la ciudad hubiera contado con un Plan Estratégico, muchas de estas contingencias habrían estado previstas y se podría haber actuado con eficacia y rapidez. En realidad como a veces se habla de esa fórmula previsora que es el mencionado Plan Estratégico, trataremos de explicarlo al menos de forma resumida.
La primera vez que recomendé la redacción de este documento fue en 1995 y no repetiré la historia de cómo acabó aquella propuesta y el Concurso Público posterior, para no extenderme. En realidad, un Plan Estratégico no es una fórmula que elaboren los políticos de turno, ni unos especialistas desde la Península que es donde se suelen contratar estas cosas. Se trata, por el contrario, de un documento que tiene como objetivo establecer un proyecto de futuro para una ciudad por al menos ocho años,, pero con actualizaciones que tengan en cuenta las cambiantes circunstancias. El Plan es fruto de un acuerdo entre políticos, empresarios, sindicatos, organizaciones socio-económicas independientes y ciudadanos, para consensuar lo que la ciudad puede pretender en el futuro y como hacer frente a todas las contingencias. Con este proyecto, los habitantes del territorio de que se trate van informándose en encuentros sucesivos, de los problemas y las soluciones que se plantean, sintiéndose protagonistas de cara al mañana.
La elección de los técnicos que desarrollen y dirijan este Plan Estratégico debe estar basada en la imparcialidad y en la calidad, no en procesos de contratación pública donde prime el menor precio o extrañas condiciones impuestas desde arriba. Deben ser profesionales que ya ejecutaran con éxito otros proyectos similares y cuenten en Ceuta con un equipo eficaz que aporte datos y experiencias sobre un territorio tan especial, en el que incide la Unión Europea, la frontera con un país que reivindica la Ciudad, inmigración sin acuerdo con Madrid, competencias no transferidas, costumbre de recibir subvenciones y otros aspectos a poner encima de la mesa, para llevar a buen puerto ese Plan Estratégico.
En definitiva, el Plan requiere un diagnóstico realista, definir la situación en un momento determinado con exposición clara de las dificultades que han de superarse, las posibilidades de interferencias extrañas y las armas disponibles para conseguir un desarrollo sostenible. Ceuta tiene ventajas evidentes que no se han puesto en valor como un régimen fiscal muy favorable, el puerto con sus posibilidades incluso en el aspecto turístico-deportivo, unos atractivos únicos para atraer visitantes de la Península o Marruecos, monumentos que son admirados también fuera de Ceuta, un pasado militar con instalaciones y cuarteles únicos, el mar como atractivo por sus fondos marinos o riqueza arqueológica y tantas bazas que ahora no están explotadas.
El sistema seguido en varias ciudades comienza por la constitución del Comité Director, integrado por un equipo que pone en marcha el Plan con apoyo de empresarios, sindicatos, Universidad, ciudadanos y entidades que colaboran, generalmente capitaneado por el Presidente de la Ciudad en el caso de Ceuta. A partir de este órgano, se forman Comités Técnicos para las distintas áreas y se pueden nombrar unos profesionales que pongan en valor y coordinen toda esta estructura. Pero debe quedar claro que el contenido del Plan siempre estará consensuado para que lo lleven adelante la totalidad de las fuerzas económicas y sociales, siempre lejos de la política para garantizar su independencia e imparcialidad.
Tenemos dos ejemplos claros de éxito en los casos de las ciudades de Málaga y Tánger. La economía de ambas ha crecido exponencialmente. La primera se convirtió en poco tiempo en una villa plagada de hoteles privados, museos internacionales, comercio pujante, calles cuidadas, puerto como aporte de riqueza, restaurantes con terrazas controladas y una población que confía en su futuro, independientemente del complemento de la Costa del Sol y su aeropuerto. Todo fue fruto de un empeño ciudadano que culminó en su Plan Estratégico de Ciudad.
Y Tánger de ser muy inferior a Ceuta, la ha superado con creces con un sistema distinto a un Plan Estrégico, sabiendo renovar su urbanismo, atraer cadenas hoteleras, mantener sus playas, instalar un puerto abierto al turismo deportivo y de cruceros, relanzar su aeropuerto, crear eficaces zonas francas y todo ello con independencia de Tangermed que también le aporta riqueza y renombre.
Si estos dos territorios tan próximos lo han conseguido, cabe preguntarse por qué no vamos a seguir esos ejemplos en Ceuta, obteniendo resultados similares en esta ciudad mágica.