Ceuta no está limpia. Es algo que debería empezar a reconocer la Ciudad en vez de prodigarse en vender campañas de imagen que no son más que altavoces que sirven a la difusión de una pura mentira.
Ceuta no está limpia, y la Ciudad, encargada ahora de esta gestión, tiene los recursos y la capacidad para organizar un sistema de trabajo más adecuado y ajustado a lo que se necesita en la ciudad.
El responsable político, Alejandro Ramírez, debería ser, primero, más sincero consigo mismo; después, con el resto de ciudadanos. Su gestión tiene que avanzar de manera notable para prodigarse en esa autocomplacencia de la que alardea.
De igual forma que tiene toda la posibilidad de mejorar, gestionar y cambiar para que la limpieza sea real, dispone a su alcance de los medios para sancionar los comportamientos de esos incívicos que hoy por hoy no temen a nada ni a nadie.
Ellos son responsables de parte del problema, pero sancionarlos, perseguirlos y denunciarlos es misión de un gobierno que dispone de medios, de una ordenanza clara, de una relación de sanciones, de una Policía Municipal, pero incongruentemente no ejerce ninguna acción orientada a afear y sancionar esos comportamientos.
Ceuta no está limpia. Quienes gobiernan pueden mentir y usar sus altavoces para ampliar el efecto de la mentira. La realidad arroja la visión clara de cómo están las calles, del estado que no mejora y de la insalubridad en varios puntos.
Se puede optar por repetir lo mismo de siempre e insistir en esa absurda campaña de la falsedad. Es la postura más torpe. Lo que realmente espera el ciudadano de sus gestores es que actúen para que todos estemos mejor, ellos y nosotros, para que Ceuta, en definitiva, esté lo limpia que debiera.