Opinión

Ceuta necesita la visita de los Reyes

Creo que Ceuta y los ceutíes están necesitados de que los actuales Reyes de España, Felipe VI y Leticia, les visiten. Con ello, los monarcas no harían sino hacer justicia a los ceutíes. Y es que, los monarcas han visitado ya todas las Comunidades Autónomas varias veces, habiendo estado hasta en 45 ocasiones en algunas de ellas. Pero ninguna vez han llegado todavía a visitar Ceuta ni Melilla, cuyos ciudadanos de las mismas todavía no conocen presencialmente a sus reyes, en los diez años que llevan reinando.

De esa forma, quienes todavía no hayan podido tener la misma oportunidad que otros españoles a los que reiteradamente visitaron, pues no cabe duda que, se pueden estar preguntando si ellos están siendo objeto de algún trato desigual o discriminatorio, que incluso puede no ser imputable a los reyes, sino a cualquier otro motivo, cuya posible razón no se ha dado, pese a ser dos ciudades tan españolísimas, en las que se vive un sentimiento y un espíritu todavía más patriótico que el de los demás españoles que viven en la Península. Y no se olvide que los ceutíes fueron los únicos españoles que abrazaron la españolidad por su propia iniciativa y voluntad, habiendo sido primero portugueses que pidieron por escrito hacerse españoles, cuya carta de naturaleza española les concedió el rey Felipe IV el 30 de abril de 1656.

Pienso que, hay motivos suficientes para que dichos monarcas les hubieran ya visitado para hacerles la misma justicia que a los demás, porque los ceutíes, incluso suelen jactarse, muy ufanos ellos, de ser hasta más españoles que los propios peninsulares. Por ejemplo, ellos entienden casi como una ofensa que alguien diga en Ceuta que se va o viene de España, porque, con razón más que sobrada, dicen que la misma Ceuta es España, habida cuenta de que, fueron Ceuta y los ceutíes los que, por su libre albedrío y firme determinación, solicitaron democráticamente del mismo rey, mediante aclamación colectiva en un plebiscito, pasar de portugueses a que se les concediera la nacionalidad española, que dicho monarca les otorgó, conservando sus propios fueros, costumbres y tradiciones anteriores. Y, muy agradecido el monarca español, les otorgó el título, que todavía ostenta Ceuta de “Muy Noble y Leal Ciudad”. Y eso, por sí solo, acredita ya una lealtad y una fidelidad que necesita ser puesta en valor, ser reconocida y tenida muy en consideración.

A mi modesto juicio, son la propia historia y esa indubitada españolidad de Ceuta y los ceutíes, los que están reclamando la vivita y que por la monarquía española se les haga justicia. De lo contrario, podría no ser bien entendido que no la visitaran, siendo los propios ceutíes los españoles que más orgullosos se sienten de serlo; de lo contrario, podrían estar interpretando que se les hace de peor derecho que a los demás españoles, cuando son ellos los que más necesitan ser visitados y oídos por quienes reinan y gobiernan.

Ceuta y Melilla son territorios españoles enclavados, geográficamente, fuera de la Península, estando limitados y rodeados por el sur por el mar y la frontera marroquí que algunos políticos alauitas ni siquiera reconocen, pese a ser evidente su existencia, aunque luego muchos de sus súbditos se jueguen a diario la vida saltando vallas y espigones en busca de un horizonte de vida europeo más amplio y prometedor. Y también se sienten los ceutíes aislados, al tener interpuesto por el norte el “ancho” Estrecho de Gibraltar. Por lo que necesitan un trato personal directo, cercano y presencial, que se les oiga, se les atienda y se les dé razonable satisfacción a sus problemas, rodeados como están por otro país ajeno a su cultura, costumbres, tradiciones y con injustas reivindicaciones anexionistas.

A lo anterior hay que unir los chantajes, amenazas y aberrantes tensiones que, en demasiadas veces, ha intentado imponerles Marruecos, incluso la irresponsable y pueril de haber pretendido invadirla hasta con nada menos que con unos 11.000 menores no acompañados; más haciendo deliberadamente todo lo posible por fastidiar y perjudicar la normal vida de los ceutíes, imponiéndoles cada vez más dificultades, como largas colas, cierre de aduanas, paso de mercancías sólo en dirección Marruecos-Ceuta, pero no en dirección Ceuta-Marruecos, ni siquiera en “régimen de viajeros”, que hasta los países menos civilizados permiten.

Y todo ello, acompañado del fastuoso y célebre tratado bilateral acordado en la rimbombante y engañosa Reunión de Alto Nivel (RAM) España-Marruecos de 2022, en el que, entre otras cosas, se acordó; “Iniciar una nueva hoja de ruta, mediante la concertación de la plena normalidad en la circulación de bienes y mercancías en los pasos de Ceuta y Melilla, incluyendo los dispositivos apropiados de control aduanero y de personas a nivel terrestre y marítimo”, pero con el paso de dichas personas y mercancías en el paso Ceuta-Marruecos, con una absoluta falta de respeto hacia España y sus relaciones internacionales como Estado, pues nadie se explica cómo la Unión Europea, de la que el paso del Tarajal es aduana exterior, le sigue tolerando al vecino país que luego la aduana siga cerrada incluso en el “régimen de viajeros”, que hasta los países menos civilizados lo tienen.

La españolísima ciudad de Ceuta no es una mera ilusión retórica y ficticia, sino que trae justa causa de sendos Tratados internacionales suscritos y ratificados de conformidad conjuntamente por varios reyes españoles con monarcas alauitas, de manera que no sólo es que Ceuta sea de plena soberanía española, sino que la misma está y se siente indisolublemente española, de manera que, siendo y sintiéndose también sus ciudadanos tan españoles, pues, a mi modo de ver, resulta de todo punto imprescindible y necesario que no sólo se les preste la debida atención, sino que, además, necesitan sentir que lo son y que son tenidos, servidos y administrados como tales ciudadanos, poniéndoseles en valor. Y, no es menos cierto que, sintiendo los ceutíes ese espíritu tan español, pues los mismos necesitan ser servidos y atendidos con una mayor predisposición hacia ellos, aunque sólo sea para aliviar la sensación de tal aislamiento o separación, necesitando que se les dé un trato cercano y de pleno apoyo, ayuda, aliento, estímulo, atención y servicio, para que nunca sientan la orfandad española que allí hasta el vulgo popular suele interpretar como que “pasado al sur del Estrecho, no existe el derecho”.

Y lo cierto es que los actuales reyes de España todavía no han visitado Ceuta, cuya posible visita de ningún modo podría imponerles mi humilde e insignificante persona. Pero los ceutíes sí podrían estar interpretando de alguna forma que, hasta hoy, se les ha excluido de la visita general girada por los reyes a todas las demás Autonomías y, con ello, puede hasta pensarse que se les ha preterido o hecho de peor derecho que al resto de españoles; máxime cuando se da la circunstancia muy cualificada de que los ceutíes, son los únicos españoles a los que no se les impuso la nacionalidad española por imperativo legal, o sea, por el sólo hecho de haber nacido en dicho territorio español, ya sea por razón del “ius soli” (derecho del suelo) o del “ius sanguini” (derecho de sangre), sino porque, además, ellos mismos fueron los únicos que en su día libremente eligieron solicitar carta de naturaleza española por propia voluntad. Y eso, no cabe duda que denota lealtad, fidelidad y amor patriótico a España que hay que poner en valor, premiar y tener muy en cuenta.

Precisamente, por haber obtenido el derecho a tener Ceuta la carta de naturaleza española, desde el 30 de abril de 1656, conserva sus antiguos fueros, privilegios, exenciones, al tiempo que los ceutíes adquirían los mismos derechos y obligaciones que los demás españoles, y también el reconocimiento internacional de la incorporación de Ceuta a la corona española, que luego se produjo, de “derecho”, por la firma del Tratado de Lisboa de 3 de febrero de 1668, que fue cuando Portugal cedió Ceuta a España, no por propia voluntad portuguesa, sino por haberlo así exigido expresamente los propios ceutíes, que siendo entonces de nacionalidad portuguesa, pidieron dejar de ser portugueses para ser españoles, tras haberlo elegido democráticamente en el plebiscito.

Recuerdo la última visita efectuada por los anteriores reyes en 2007 en Ceuta. Ese año, que tan pródigo fue en visitas oficiales a la ciudad, poque el 1 de febrero, primero, la visitó el entonces Presidente del Gobierno, que, a los postres del almuerzo al que fuimos invitados, el entonces Presidente nos dijo a todos: «No estáis ni estaréis nunca solos». Y, luego, el 5 de noviembre del mismo año, cuando la segunda visita se selló con la llegada de sus entonces reyes, Juan Carlos y Sofía, en la grandiosa Plaza de África, todo el pueblo en masa les aplaudió y vitoreó, con vivas muestras de respeto y cariño, tributándoles un apoteósico recibimiento y una gran acogida, nunca antes vistos por el grado de acogimiento y fervor popular que a los monarcas manifestamos.

Pues, sólo con oír los ceutíes aquellas palabras de aliento del Presiente del Gobierno, se vio y palpó en el ambiente el ánimo crecido y exacerbado de todos los que asistimos a la recepción, con los pechos henchidos de españolidad, con profundo entusiasmo y enardecimiento, que se vieron todavía más acrecentados el 5 de noviembre, cuando la visitaron dichos monarcas. Hasta 35.000 españoles estuvimos allí congregados como una piña, en torno al espontáneo y grandioso recibimiento, agitando hasta más de 15.000 banderitas españolas que portábamos flameándolas al viento y a los gritos de: ¡España, España, España, olé, olé, olé, Ceuta española!. Ese día, toda Ceuta vibró de entusiasmo y españolidad. Los ceutíes respondieron a la visita de los Reyes con una demostración masiva de patriotismo como pocas se han visto en los últimos años. Autoridades y ciudadanos, ya fueran cristianos, musulmanes, hebreos o hindúes, y gente de cualquier otra cultura o religión, la inmensa mayoría de todos acudieron en masa a recibirlos al Puerto, unidos como una piña, a la hora de preparar y gozar de aquella cita histórica en la emblemática y españolísima Plaza de África.

El Presidente autonómico, Juan Jesús Vivas, pronunció un vibrante discurso de bienvenida en el Salón del Trono de la Asamblea, en el que dijo a los reyes: “Sus Majestades han cruzado el Estrecho, pero no han salido de España”. “Los reyes se encuentran en una tierra en la que cuando se dice ¡Viva Ceuta!, se está también diciendo ¡Viva España! y ¡Viva el Rey!”. Y es que, Ceuta es una preciosa ciudad, muy digna de ver y de visitar, con su lindo puerto rodeado de dos bahías, por el norte y por el sur, repleta de bondades paisajísticas, con bonitas vistas exteriores, depositaria de un rico emporio patrimonial, histórico, arquitectónico, artístico, cultural y monumental, como el Foso y Murallas Reales, que para sí quisieran tener muchas ciudades de la Península.

Pero, eso sí, tiene luego ciertas limitaciones: por el norte, está separada de la Península por el Estrecho de Gibraltar; y, al sur, aislada por su bahía y frontera con Marruecos; otras veces incomunicada por barco debido a los malos temporales, lo que en ocasiones hace a los ceutíes sentirse aislados, teniendo entonces la sensación de encierro, soledad y lejanía que la frontera y el mar les imponen. Ese es el motivo de que, aun siendo la ciudad tan preciosa y tan españolísima, es cierto que está separada del resto del territorio español peninsular. No de España, porque – repito - ella misma es España. Pero tal separación física, a veces, la hace sentirse más sola, necesitando de apoyo, solidaridad, que se le escuche, que se le atienda y que se le defienda, frente a la codiciosa reivindicación exterior marroquí que no alcanza a comprender la realidad de la historia de la ciudad de más de 606 años ya separada de Marruecos por sendos Tratados internacionales suscritos por numerosos reyes marroquíes. Todo ello, hace sumamente necesario que a Ceuta no se le deje nunca sola, que se le reciba, que se le acoja, que se le ayude, que se le comprenda, que se le manifieste cercanía y solidaridad fraternal.

Y es por ello que, me permito modestamente sugerir, que esa visita de aliento y solidaridad de nuestros reyes con Ceuta no se echa en olvido, que se está haciendo ya muy necesaria en el tiempo; creo que debería tenerse por imprescindible y muy tomada en consideración. Ceuta y los ceutíes esperan que se les haga la justicia que, muy modesta y respetuosamente, este humilde ciudadano, como simple opinante, se atreve a sugerir a las altas instancias a las que corresponda decidirlo y determinarlo.

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