La pasada semana, al tratar sobre el propósito del partido liderado por Pedro Sánchez de modificar la vigente Constitución para configurar una España federal, anuncié que hoy me referiría al papel que podría corresponderles a Ceuta y a Melilla en tal experimento.
En la historia de nuestra Nación existe un claro precedente al respecto, pues una vez establecida la Primera República, las Cortes acordaron el día 1 de junio de 1873 proclamar la “España democrática y federal”, redactando posteriormente un proyecto de Constitución cuyo artículo 1º, en su primer párrafo, era del siguiente tenor: “Componen la Nación española los Estados de Andalucía Alta, Andalucía Baja, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias. Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Cataluña. Cuba, Extremadura, Galicia, Murcia, Navarra, Puerto Rico, Valencia, Regiones Vascongadas”. Se echa de menos una “y” antes de la mención del último “Estado”.
Como se ve, quedaban fuera otros territorios españoles, a los que el artículo 2º del proyecto aludía al indicar: “Las islas Filipinas, de Fernando Poo, Annobón, Corisco, y los establecimientos de África, componen territorios que, a medida de sus progresos, se elevarán a Estados por los poderes públicos”. Resulta evidente que, como sucede tantas veces, no sabían qué hacer con Ceuta y Melilla, supongo que junto a los Peñones de Alhucemas y Vélez de la Gomera, las islas Chafarinas y Perejil, todos bajo la denominación de “establecimientos de África” (los únicos territorios que siguen formando parte de España entre los mencionados en dicho artículo 2º), para indicar que si progresaban, podrían haber llegado a ser nada menos que sendos Estados. Mucho más que simples Comunidades Autónomas. El súmmum, una auténtica exageración. Por cierto; en el mapa adjunto, tomado de internet (www.zonu.com) aparece también la isla de Alborán. No se mencionaban en dicho artículo los territorios del Sahara Occidental y Sidi Ifni –hoy bajo dominio de Marruecos– pues su ocupación plena por España se produjo en el siglo XX.
En enero de 1874, el golpe del General Pavía dio al traste con la República federal y su proyectada Constitución, pasando a ser, de nuevo, una República unitaria, bajo la presidencia del General Serrano. El 29 de diciembre de ese mismo año, el pronunciamiento del General Arsenio Martínez Campos acabó con la 1ª República, restaurándose la monarquía borbónica. Siempre quedará, pues, la duda sobre lo que hubiera podido suceder. Como curiosidad, referiré que un nieto del último General citado, a la sazón Diputado y también llamado Arsenio Martínez Campos, fundó durante los años 20 del pasado siglo, junto con mi abuelo Francisco Ruiz Medina, la empresa ceutí Pesquera del Mediterráneo. S.A., que contó con fábrica de conservas de pescado, edificio para residencia de pescadores y muelle en la barriada de La Almadraba, hasta que hubo de cerrar tras la independencia de Marruecos, pues calaba su almadraba en aguas de dicho país próximas a Ceuta y las autoridades marroquíes no renovaron la concesión, otorgada en tiempos del Protectorado.
Mucho me temo que la indefinición de aquel proyecto pudiera repetirse en el que tanto anhela Pedro Sánchez. ¿Qué hacer con Ceuta y con Melilla? Si se repitiera algo similar al artículo 1ª de aquella fallida Constitución, es decir, si se llamara “Estados” a cada una de las Comunidades Autónomas, ¿se denominaría del mismo modo a las Ciudades Autónomas? De poblaciones de las provincias de Cádiz y Málaga, pasamos a ser “Plazas de Soberanía”, ahora somos Ciudades Autónomas, ¿ascenderíamos nada menos que a Estados? Auténtico exceso, que no parece ser una solución mínimamente razonable. Quizás, regresando a los principios del Estado de las Autonomías, volver a plantear nuestra pertenencia a Andalucía, pero tras haber poseído el status de Ciudades Autónomas, dudo mucho que ello se admitiera por ambas poblaciones, salvo que se les conservaran, como mínimo, sus competencias y se mantuviesen unos fuertes lazos directos con el poder central. Otra idea sería la de no hablar de Estados, sino de territorios, pero choca con la naturaleza jurídica de lo que es un Estado federal.
Hasta ahora, nadie ha venido a explicarnos qué prevén al respecto los promotores de la idea. Se han limitado a decir que piensan darnos un encaje dentro de esa España resultante de recortar lo que está unido desde hace muchos siglos para después coser las partes separadas, debilitando así lo que siempre, desde que se logró esa unidad, ha sido la Nación española, todo ello en el intento de contentar durante un breve periodo de tiempo a unos sempiternos descontentos. ¿Merece eso la pena, o, por el contrario, decidirse a hacer frente de una vez al independentismo, allá donde lo haya, empezando por recuperar la competencia en educación, pues argumentos jurídicos e históricos hay de sobra para ello?
Desde Ceuta lo digo: un Gobierno de España que haga honor a sus responsabilidades, de cualquier signo que sea, no puede permitir que se ponga en peligro la unidad e integridad de la más antigua Nación dc Europa Lo contrario equivaldría a una traición a la Patria, algo que una gran mayoría de los españoles no perdonaría. Al menos, así debería ser.