¿Cuántos jóvenes han venido a Ceuta a buscarse la vida o a estudiar y han tenido que empezar de cero con el único consuelo del apoyo en la distancia de sus familias?
¿Cuántas historias sin contar que merecen ser escuchadas? Esa es la intención de este reportaje. Los siguientes testimonios son historias reales de personas que llegaron a Ceuta completamente solas, con todo un camino por delante de adaptación, de crear nuevos círculos, hacerse a una ciudad que no es suya.
Con el paso del tiempo, y ya veremos que no se necesita mucho, la hacen suya hasta convertirla en su segundo hogar.
“Conseguí plaza en Ceuta para trabajar en mi especialidad, técnico de rayos. No me planteé rechazarla, pero sí es verdad que me vine un poquito asustada porque no había estado nunca en Ceuta, no conocía a nadie”, explica.
“Mis referencias de Ceuta eran las noticias que salían en televisión y todas las que veía eran sobre algo negativo. Además, en el mapa la ves tan lejos y cuando buscas cómo tienes que llegar, parece tan difícil todo… que estaba muy nerviosa. Sobre todo, para venir de Madrid. Me vine a compartir piso y me fue muy bien, gracias a eso pude adaptarme y dejar de llorar por lo sola que me sentía cuando empecé a coger confianza”, relata.
“La gente de aquí es muy amable, te trata muy bien. Hacen que te sientas en casa. No sé si es porque están acostumbrados a que haya mucho vaivén de gente, pero lo agradecí mucho”.
El cambio de ciudad y salir de la zona de confort nunca es fácil. Tampoco lo fue para Estévez. “A mí lo que me pasó al principio es que Madrid es tan grande y tiene tantas posibilidades de todo a todas horas... Museos, musicales, exposiciones, cientos de restaurantes y cuando llegué aquí, Ceuta se me hizo un poco pequeña hasta que me aventuré a descubrirla”.
Cuando llegó echaba mucho de menos a su familia, su ciudad. Tuvo que buscar vías de escape para hacer de Ceuta su hogar, y parecer ser que la ciudad se lo puso fácil.
“Una de las cosas que me gustaba mucho era irme a la playa de la Ribera, aunque fuera sola, a sentarme en la playa y escuchar el mar. Me encanta ir al Mentidero de tapas, irme a Benzú a tomarme un té moruno. Me apasionan los amaneceres y atardeceres que tiene Ceuta, son una pasada. Un atardecer desde abajo del Hacho no tiene precio”.
“Ahora mismo estoy encantada. Me encanta el clima y es una ciudad súper cómoda para vivir. Creo que ofrece mucha calidad de vida. Todo está cerca y puedes ir andando. Me parece fantástico poder ir a trabajar y a la playa el mismo día”.
Y aunque Raquel llegó con miedo, la vena aventurera no tardó en nacer. “Me encanta la actividad deportiva que mueve Ceuta. Están muy volcados con moverse, con realizar distintas actividades. Yo me saqué el título de buceo y poder ir a bucear prácticamente todos los fines de semana me parece una pasada. Sobre todo, disfrutar de los fondos que tiene Ceuta”.
Llegó llorando, se enamoró de la ciudad, y aunque le queda un año por delante (el tiempo que falta para que finalice el contrato de la plaza de técnico de rayos) ya tiene claro que el día que se vaya dejará muchas lágrimas en la ciudad.
Esta vez no por soledad, o por sentir que no es su sitio. Esta vez por todo lo contrario. Por dejar un trozo de su corazón en la ciudad que se lo robó.
“La soledad y tristeza de no estar con tus padres, de no estar con tu familia. No poder ir por la tarde a casa de tu tía. Intentar no llorar cuando te despides de ellos y tener que tragarte el nudo de la garganta para que te vean bien. Eso sí es difícil”, explica esta cordobesa.
Y como patrón que se repite, lo que más preocupa a todo el que llega a Ceuta es cruzar el Estrecho. “Depender de un barco para ir a casa, la angustia de no tener cerca tu tierra y no poder quedarte más de dos días… son muchos factores los que hacen que el cambio de ciudad sea difícil al principio y no se vea la magia de Ceuta nada más pisarla”.
“Y aunque es cierto que aquí construyes nuevos círculos, nuevas amistades, se echa mucho de menos todo el cariño que dejas atrás. Y la ciudad juega un papel muy importante en eso”, asegura Sandra.
“Es una ciudad muy bonita, pequeña, aunque es cierto que en un mes la visitas, te haces a ella. Le coges un cariño especial y te pierdes por sus calles multiculturales. La gente es muy servicial. Si ven que llegas sola y necesitas algo no dudan en intentar echarte una mano. En un mes me adapté y empecé a hacer planes. A mi grupo y a mí nos encanta salir de tapas, de cervezas, al Mentidero, La Esquinita Ibérica, bares asequibles para estudiantes porque la ciudad sí es un poquito cara”.
Como estudiante, cuenta que el hecho de venir a la Universidad le facilitó mucho el poder hacer amistades, ya que muchos venían como ella: solos.
“Encontrar gente aquí que te quiere y te apoya te facilita muchísimo la estancia. Y si a eso le sumas poder ir a la playa cada vez que te apetezca, aumenta los puntos”.
“Yo llevo dos años aquí y siento Ceuta como mi segunda casa. El día de mañana me gustaría volver a mi pueblo, a mi tierra, a Córdoba. Para estar cerca de los míos, recuperar todo el tiempo que he estado lejos”.
Sandra tiene claro que su estancia en Ceuta es temporal. También sabe que el día que se marche se dejará infinidad de recuerdos y momentos que quedarán petrificados en cada rincón de este maravilloso oasis. Un lugar que fue cuna de llantos, risas, algún que otro desfase, locuras y aprendizajes.
Ceuta siempre guardará una película de una parte de su vida que jamás olvidará. E igual que se tragó ese nudo al llegar, cuando tenga que abandonar la ciudad podrá soltar todas las lágrimas que se guardó, esta vez para liberar un poquito nostalgia mezclada con un saquito lleno de momentos de felicidad.
Cruzar el charco y luego el Estrecho. Este es el caso de Joaquín. “Yo postulé para la Universidad de Granada, para estudiar informática. La nota no me dio para entrar y mi padre me dijo que había una sede en Ceuta. Yo no sabía ni que esa ciudad existía. Me aceptaron en Ceuta y me lancé”, explica.
“Realmente mi llegada fue muy dura porque llegué solo desde mi país, no conocía a nadie y hasta hace poco tampoco sabía que este lugar existía”, asegura.
“Llegué en septiembre de 2022, el primer año me costó muchísimo. Fue una experiencia completamente nueva. En un principio, no podía ni cogerle cariño a la ciudad, pero con el paso del tiempo fui adaptándome, conociendo gente y surgían nuevos planes”.
“La verdad es que a día de hoy puedo decir que estoy muy cómodo con la ciudad. He pasado muchas cosas aquí. Tengo muchas amistades y por ahora no pienso irme. Por mí, me quedaría. Todavía me queda por terminar la carrera, pero si tuviera que irme me daría mucha pena”.
El joven estudiante de informática es uno de tantos que llegan con una idea estereotipada de Ceuta. “Es un lugar al que yo llegué sin ninguna expectativa. Y ahora mi punto de vista es completamente distinto. Me ha hecho eliminar todos los prejuicios que tenía antes de llegar y a día de hoy puedo decir que es una ciudad preciosa, acogedora. Me encantan las vistas que tiene y salir a pasear. Siempre que puedo resaltar lo bueno que tiene, lo hago”.
“El Monte Hacho, San Amaro, el mirador de San Antonio, la vegetación autóctona, sus playas, me gusta todo de Ceuta”.
Y es que Ceuta tiene algo que no se sabe explicar. Todo el que llega llorando se va llorando, o sabe de antemano que si tuviera que irse, el sentimiento de tristeza ya no sería por soledad, sino por todo lo que se deja atrás.
“Yo quería quedarme en Tenerife, mi tierra, con ese objetivo hice el examen EIR (Enfermero Interno Residente) un examen para conseguir plaza para hacer una especialidad de enfermería”.
El examen no salió como ella esperaba y cuando vio la posición en la que estaba sabía que no conseguiría plaza. “Me lo tomé como una señal del destino para vivir una nueva aventura fuera de Tenerife y poder conseguir un hueco en la especialidad enfermería del trabajo que era lo que yo quería”, cuenta ‘Naza’, como la llama su círculo más cercano.
Su situación la llevó a investigar diferentes destinos y cuenta que le sorprendió mucho cuando un contacto le habló muy bien de Ceuta. “Al tener esa buena referencia me animé y la puse entre mis primeras opciones”. Conoció su destino a Ceuta el 6 de abril y los nervios empezaron a surgir.
“Irme sola, el agobio de encontrar piso, buscar grupos de Telegram para conocer gente… Es una época que causa mucha ansiedad y que no recomiendo a nadie”, explicaba la joven enfermera.
“De Tenerife cogí un vuelo a Málaga y de Málaga fui a Algeciras para coger allí el barco que me llevaría a mi nueva ciudad durante los próximos dos años”.
Cuenta que en un principio lo pasó especialmente mal, pues echaba mucho de menos a su familia y a sus amigos, a su tierra. Las lágrimas la acompañaron en sus primeros días en la ciudad. Pero después de unos días comenzó a ver la magia en sus calles, “es una ciudad pequeñita, todo el mundo se conoce, haces amigos muy rápido. Además, hay residentes de enfermería de muchos lugares de España y cuando empecé a trabajar en mi especialidad todo fue a mejor. Conocí a gente súper buena”.
Solo lleva un mes entre ceutíes y ya siente la ciudad como suya. “Es verdad que llevo poquito aquí, pero ya puedo decir que estoy a gusto. Cuando pienso en que esto tiene fecha de caducidad vuelvo a estar triste, pero ahora porque no me quiero ir”.
“Es como una isla pequeña, tranquila, cómoda. Puedes ir a todos sitios prácticamente andando. Lo más lejos que me queda es el hospital y siempre queda la opción de coger la “gua gua” (así llaman los canarios al autobús) o compartir coche”.
“Si tuviera que volver a elegir destino para mi especialidad volvería a elegir Ceuta, y aunque todavía me queda un gran viaje por delante, sé que el día que me vaya me dará mucha pena y volveré a llorar, esta vez de pena por abandonar la ciudad” confiesa Nazaret.
En cuanto a los estereotipos de la ciudad ha aclarado que “la gente está muy equivocada con la imagen de este lugar. Es un entorno en el que se respeta muchísimo la gente, la cultura, las personas aquí son muy amables. Además, el que nunca ha venido piensa que aquí no se pueden hacer muchos planes porque es muy pequeña y sienten esto como una cárcel, y eso no es verdad, siempre hay algo que hacer y te lo pasas muy bien aquí”.
Otro viaje de alguien que, con una maleta, muchos nervios, una plaza y un sueño, vino a Ceuta sola y dejando atrás su vida para empezar una nueva aventura en una nueva ciudad que haría suya al poquito tiempo de llegar.
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