Profundo admirador de la Legión, de su historial y de su peculiar impronta castrense, permítaseme iniciar este artículo con una reflexión muy particular. Siempre he dicho que si estoy en este mundo y si soy ceutí, en ello fue decisiva la presencia del Tercio en esta tierra.
Sucedió que un tío mío, Antonino, tras abandonar prematuramente el seminario y de regreso a su pueblo oscense de Bernués , no se resignó a reencontrarse con la pobreza y el atraso del lugar. Hete aquí que, al poco tiempo, puso sus ojos en el llamado Tercio de Extranjeros y, ni corto ni perezoso, se plantó en Ceuta para a alistarse en sus filas.
Un difícil paso, máxime para un exseminarista como él, por la férrea disciplina del cuerpo de entonces y con la campaña de Marruecos en sus últimos coletazos. Adelante y a por todas, se dijo de primeras aquel maño tenaz y resuelto, especialmente cuando el espíritu legionario brotó de lleno en su corazón. Una prometedora carrera militar le aguardaba, De soldado raso a teniente coronel, graduación con la que este caballero legionario se marchó ya por fin destinado a Madrid en su último periplo castrense.
Antonino Lacasa Bretos, además de militar de prestigio y de docencia en la academia de Dar Riffien, fue un asiduo conferenciante en los años treinta y principios de los cuarenta y habitual colaborador en la prensa de la época. Pero ni los éxitos en su carrera militar ni su reconocida personalidad en la sociedad ceutí lograron distanciarlo de su familia. Ascendido a suboficial, se trajo de inmediato a su madre, a sus dos hermanas, Petra y Nieves, y a mi padre, Ricardo, para sacarlos de las penurias en las que vivían en aquella desolada comarca aragonesa en la que se habían criado para tratar de ofrecerles en Ceuta, como así sucedió, una vida mejor.
Mi padre también fue legionario. Amó profundamente a La Legión hasta el final de sus días. Sin embargo y pese a la insistencia y el apoyo del líder de la familia, renunció a seguir sus pasos. Lo suyo era el comercio y con los años, qué casualidad, llegó a ser proveedor del Tercio en algunas ocasiones, donde contó con excelentes amigos con los que gustaba reunirse en su establecimiento de ultramarinos de la Marina.
Así es que, gracias al Tercio estoy yo en el mundo y en esta tierra que me permite disfrutar de ver y admirar La Legión en tantísimas ocasiones, al tiempo que guardo y conservo en casa con todo cariño y veneración algunos testimonios castrenses que me legó mi tío Antonino.
Feliz centenario, legionarios. Los que componéis los diversos Tercios y los que, como vuestros antecesores, supisteis dar un timbre de gloria a tan admirado cuerpo, orgullo de España y de tantísimos españoles. Afortunadamente quedó atrás aquella corriente que, en la década de los noventa, clamaba con insistencia la disolución del cuerpo. Mal que pueda pesar todavía a algunos, ahí seguís con el aurea impronta del centenario y con el cariño tan especial de esta Ceuta que, también hoy, vibra de alegría por tan señalada efeméride que igualmente considera como propia.
‘Ceuta, Cuna de La Legión’, efectivamente, como bien reza la multitudinaria prueba que, en su cuarta edición el pasado año, reunía a más de 3.800 participantes. Qué pena que, precisamente, este año del centenario haya quedado suspendida por la pandemia. Pero ahí seguirá rezando en sucesivas carreras ese eslogan, el oportuno recordatorio del inmenso honor que para la ciudad ha supuesto haber cobijado tal nacimiento.
El Diario Oficial nº 199 del 5 de septiembre de 1920 desarrollaba el Real Decreto por el que se fundaba La Legión y en el que se recogía que "el Tercio tendrá su cuartel permanente en Ceuta en cuya Plaza y en edificio adecuado que se señale radicarán las oficinas, almacenes y la representación y depósito". Un mes y medio más tarde, el 21 de octubre juraban bandera con la del Regimiento de Infantería, Ceuta nº 54, en el Tarajal, ante el general Millán Astray las tres primeras banderas organizadas de La Legión.
El Tercio de Extranjeros, como se le denominó en un principio, comenzó su andadura en la Posición A, en lo alto de García Aldave, en unos modestos barracones de madera que se habían instalado en 1909 para convalecientes del ejército. Fueron unos meses, hasta que comenzó a levantarse el magno acuartelamiento de Dar Riffien, a muy pocos kilómetros de la ciudad, el mismo del que hoy, lamentablemente, sólo quedan sus ruinas.
El 5 de octubre 1927 llegaron a Ceuta los monarcas Alfonso XIII y Victoria Eugenia. En el transcurso de la visita, la reina entregó una bandera a La Legión en la persona del coronel jefe del Tercio Sanz de Larín. Esta primera bandera se custodia, por cierto, en el Museo del Ejército de Madrid como auténtica reliquia.
Instalada ya en el acuartelamiento de Meneisla, como un pueblito en pequeño y prácticamente autosuficiente, el Tercio siguió unido estrechamente a Ceuta, donde tuvo también su representación y residieron sus mandos. Pero tan sólo 37 años después, en 1957, y tras la independencia marroquí, el Tercio Duque de Alba regresaba a nuestra ciudad, instalándose su Mando y Plana Mayor en el cuartel del Serrallo y la IV y V Banderas en García Aldave y Recarga, respectivamente. Una retirada que se consumó en febrero de 1961, cuando la última unidad de Dar Riffien entregaba a las Fuerzas Armadas Reales del vecino país tan emblemático y majestuoso acuartelamiento.
El Serrallo inauguró en 1998 su arco de entrada, una copia exacta del de Dar Riffien. Recinto castrense que, junto al de García Aldave, ha cobijado a nuestras tropas legionarias durante décadas en el mismo suelo que les vio nacer. Así hasta 2008, cuando tras 86 años de servicio y como consecuencia del plan de reestructuración del Ejército tuvo lugar, en este último acuartelamiento, en el transcurso de un emotivo acto la despedida de la V Bandera de La Legión que, tras su disolución, se integró en la IV, pasando su bandera al Museo de La Legión.
En este centenario cabría evocar muchos, muchísimos acontecimientos y recuerdos de esa simbiosis Ceuta - Legión. A grandes rasgos, inevitablemente me viene a la mente mi emotiva retransmisión del Cincuentenario a través de ‘Radio Ceuta’, cuando, los por entonces Príncipes de España, Juan Carlos y Sofía, nos visitaron para asistir al acontecimiento y entregar una bandera por parte de la princesa, donada por la hermandad del Cristo de la Buena Muerte.
Por cierto que el Ayuntamiento ha hecho también entrega de sendas banderas al Tercio Duque de Alba II de La Legión, la última en 2017, en sustitución de la que, con anterioridad, le había legado en 1983.
Del mismo modo, el 19 septiembre 2007 se inauguraba en la Glorieta del Teniente Reinoso un monumento a La Legión de 460 kilos de peso y 2,5 metros de altura, obra de Luís Martín Vidales, también por iniciativa del Consistorio.
Siguiendo en épocas recientes cabría recordar del mismo modo la entrega al Tercio, en junio de 1993, de la Medalla de Plata de la Ciudad en un emotivo acto que congregaba a miles de ceutíes en la plaza de África.
Un punto de interés para muchísimos visitantes es ese Museo de La Legión, inaugurado en julio de 1979, plagado de presentes históricos como cuadros (uno de Bertuchi y otro de Zuloaga), banderas, uniformes, fotografías, armas y otros documentos. 1.535 fondos repartidos en cuatro salas, las de los Laureados, Toledo, África y España.
En el callejero, una céntrica vía que desemboca en la Marina, lleva el nombre de La Legión desde 1937, la hasta entonces Giner de los Ríos. Y más recientemente, en mayo de 1994, la Ciudad quiso honrar la memoria del teniente del II Tercio, Arturo Muñoz Castellanos, caído en misión de paz en Bosnia, dedicándole una céntrica calle, la que une Ingenieros con Padilla.
Desgraciadamente, en la década de los noventa perdimos a la Laureada Banda de Música de La Legión, tan aplaudida y tan presente en la solemnidad de los principales actos civiles y militares en cuantos se hacía presente. De nada sirvió la recogida de firmas para que Defensa rectificara su decisión. Todavía hoy somos muchos los que la recordamos con nostalgia y cariño.
La desaparecida firma ceutí Benoliel estuvo muy ligada a La Legión para la que creó algunas prendas como la camisola, que años más tarde se haría extensiva a todo el ejército español, la gorra sahariana y el pañuelo cubre rostro y cogotera para el Tercio y otras tropas destacadas en el antiguo Sahara Español. Trabajaron durante años con resultados óptimos hasta la muerte de su propietario, pero la irrupción de otros fabricantes nacionales con altísima tecnología obligó a la empresa a cerrar sus talleres, primero el de Madrid y finalmente el de Ceuta, en la calle Méndez Núñez.
José Benoliel Bentata fue nombrado Legionario de Honor. “No se olvide de poner eso en mi esquela”, le decía a Julio Gallardo, su apoderado, cuando sabía que sus días estaban contados.
Me refería Julio que, coincidiendo con el cincuentenario de la fundación de La Legión, Benoliel quiso regalar sendos automóviles Seat 124 a cada uno de los cuatro tercios. “Y si quieren, que los rifen, porque están necesitados de dinero”, decía. El General Inspector no aceptó. Pero Benoliel insistió y, al final, lo consiguió.
Finalmente cabría recoger también que esta simbiosis Ceuta – Legión tuvo su reflejo, igualmente, en el cine con el estreno en nuestra ciudad, antes que en Madrid, en 1974, de la película ‘Novios de la Muerte’. Dirigida por Rafael Gil y con Fernando Sancho, Pepe Nieto y Ramiro Oliveros con otros actores, contó con dos extras ceutíes, el conocido barman Pepe Royuela, el ‘malo’ de la película, y la antigua actriz aficionada ceutí Pepita Bazurco como la cantinera del Tercio, quienes triunfaron como si de auténticos profesionales se tratara. Se rodaron varias escenas por distintos puntos de la ciudad ante la sorpresa y la lógica curiosidad de los transeúntes.
Hubo un precedente en 1942 con otra película, ‘A mí La Legión’, con Juan Orduña, Pilar Soler y Alfredo Mayo, entre otros, quienes igualmente se desplazaron a Ceuta para el rodaje de diversas escenas.
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