El estado en que se encuentra la ciudad en materia de limpieza es preocupante. Por mucho que el ejecutivo local se vanaglorie de sus políticas turísticas o de la imagen que quiere vender de Ceuta, todo choca con las auténticas salvajadas que se ven en muchos barrios e incluso en la zona centro, lo que nos hace llevarnos el premio al incivismo.
Ceuta está sucia, mucho. No hay rincón por el que se pasee que se salve de no mostrarnos un pequeño almacén de los enseres retirados de una vivienda -hasta colchones e inodoros-. Todo esto junto a bolsas de basura que se dejan en el suelo en vez de en el contenedor. No es un caso aislado, es difícil encontrar rincones que se salven de estas auténticas pocilgas. La retirada de estos restos dura el tiempo de volver a sacar más basura de otras casas. No hay vergüenza ni sentido ciudadano. El nivel de incivismo llega a unos niveles preocupantes y se aprecia claramente que la respuesta ofrecida no es la que puede surtir el efecto deseado.
La amenaza de sanciones de nada sirve, lo vemos en las calles. Por mucho que nos digan las multas acordes al comportamiento antisocial y atentatorio contra las ordenanzas, la ciudadanía ha perdido el miedo a todo, tanto que sigue sin atender los cauces establecidos y las normas para que todos vivamos de una forma más salubre y para que todos podamos disfrutar de una Ceuta digna.
Hoy la ciudad no ofrece su mejor cara. Los turistas que vienen a conocerla se llevan la peor de las impresiones porque no hay rincón que se salve de este tipo de prácticas. Los montes, los senderos, los puntos incluso de visita turística obligada, amanecen con escombros, basura, restos inservibles de una casa...
Los supuestos controles que se llevan a cabo son un fracaso. Debe ser que resulta más fácil sorprender a quien tira la bolsa de basura al contenedor a las tres de la tarde que hacer un trabajo que requiera más esfuerzo para detectar a quien invierte su horario en dejar todos estos restos. La falta de vigilancia lleva a estas situaciones; las medidas de sanción inservibles las animan a continuar. Lo grave es que esto se ha convertido en práctica normalizada. A ver si al final, por no darle la importancia que tiene, nos va a pasar como con los incendios. De no hacerles caso en su día hemos pasado al desbarajuste actual.