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Ceuta: La Guardia Civil, 43 años atrás

“Es verdad que los servicios eran más duros, más penosos, muchas más horas de servicio y menos derechos, pero el servicio era menos peligroso porque no había agresiones, ni intento de agresiones a guardias civiles”

Por Juan Amado
14/05/2023 - 04:15
Imagen cedida

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La Guardia Civil celebró ayer su 179 cumpleaños. Aquella Guardia Civil nada tiene que ver con la actual, pero una cosa permanece inalterable: seguimos siendo la cenicienta de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y del funcionariado en general. Podríamos analizar los cambios en estos casi dos siglos a nivel nacional, pero nos ceñiremos a lo que en nuestra ciudad se refiere.

La misión de la Guardia Civil en Ceuta sigue siendo el control de la frontera, costas y carretera. No han cambiado las misiones, pero sí las formas de prestar el servicio y las condiciones de trabajo en las que se realiza. Podríamos remontarnos muchos años atrás, pero nos ceñiremos a principios de los ochenta para poder hablar de primera mano. De aquella época – creo que no me equivoco- solo quedamos dos componentes en Ceuta, aunque yo me incorporé a la Comandancia algunos meses antes.

El servicio en el perímetro fronterizo era totalmente distinto. Los guardias se desplegaban en cada unos de los fuertes del perímetro en periodos de diez días, es decir muchos meses estabas veinte días en los fuertes.

El servicio en los fuertes se realizaba en pareja y el cometido era la vigilancia del perímetro a pie con la inseparable capa y algunas mantas militares para protegernos de la humedad cuando nos tumbábamos en el suelo. Un servicio agotador, dieciséis horas al día, porque se trabajaba ocho de servicio y se descansaban ocho. En los fuertes no había agua potable, ni luz y solo se disfrutaba de wáter porque no había duchas. El agua potable la llevaban los bomberos y la vertían en los depósitos que estaban a la entrada de los fuertes. Unos años más tarde se llevaron a los fuertes generadores eléctricos para su utilización en determinadas horas de la noche con un límite de litros de gasolina.

Los guardias podían bajar a su casa dos mañanas y dos tardes a la semana en los diez días de fuerte y siempre entre las ocho horas que tenían libre entre servicio y servicio. El tiempo justo para ver a la familia, asearse, recoger ropa y algún alimento. En muchas ocasiones y aprovechando cualquier circunstancia nos marchábamos sin autorización del fuerte -lo que venía a expresarse cuando te pillaban “te has escapado del Fuerte”, y te sancionaban-.

“Hay algo en la Guardia Civil que no cambia y no es otra cosa que siempre vamos a la cola de la conquista de derechos profesionales y sociales”

La comida, cena y desayuno la llevaban los conductores al fuerte en termos y era un poco deficiente, lo que provocaba que en la mayoría de ocasiones los propios guardias preparaban la comida y la “oficial” se tiraba a la basura.

El servicio -como decía- se limitaba a recorrer el perímetro por la pista a pie para impedir el paso de personas y mercancías. Existían garitas para resguardarnos de la lluvia, pero si nos sorprendían en la garita sin una gota de agua nos sancionaban. La garita estaba totalmente prohibida y los correctivos llovían, porque el frio, la humedad y el viento eran insoportables en muchas ocasiones.

Los días que no estabas en el fuerte nos incorporábamos al puesto de Príncipe Alfonso y seguíamos realizando ocho horas de servicio y ocho horas libres. El servicio en el Puesto se limitaba a la vigilancia del perímetro desde donde hoy está el Polígono Chimenea, pasando por la fábrica de cerveza hasta la finca de Berrocal. No existían días libres, ni asuntos propios, ni nada que se pareciera.

El puesto del Príncipe lo mandaba un suboficial, alguno de los que estuvo al mando dejaron un grato recuerdo entre los guardias, incluso alguna que otra anécdota. El subteniente Moriana fue uno de ellos, era una persona entrañable y siempre trataba de solucionar los problemas que le presentaban los compañeros y nos daba consejos a los más rebeldes: “Hijo, la Guardia Civil es un pulpo, tiene muchas patas, si no te cogen por aquí, te cogen por allí, así que tened cuidado y dejarse de tonterías y no juntaros más de dos para hablar de estas cosas”. Ese fue el consejo que nos dio cuando llegó a sus oídos que estábamos pagando una cuota por si necesitábamos asesoría jurídica.

En estos apuntes sobre la Guardia Civil y el perímetro no se puede dejar pasar un dato importante. Es verdad que los servicios eran más duros, más penosos, muchas más horas de servicio y menos derechos, pero el servicio era menos peligroso, porque no había agresiones ni intentos de agresiones a guardias civiles. Ese dato no quería dejar pasarlo por respeto a los compañeros que prestan servicios solos en la frontera.

Cuatro décadas después los guardias tienen más derechos, disfrutan de vacaciones en verano, Semana Santa y Navidad, algo impensable por aquella época, pero desgraciadamente trabajamos más horas y en peores condiciones que nuestros compañeros de Policía y todavía seguimos reivindicando una turnicidad para todos y en las mismas condiciones que nuestros compañeros del Cuerpo Nacional de Policía.

Vamos avanzando poco a poco y se van consiguiendo cosas, pero hay algo en la Guardia Civil que no cambia y no es otra cosa que siempre vamos a la cola de la conquista de derechos profesionales y sociales.

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