La formación del Estrecho de Gibraltar no está exenta de contradicciones, polémicas y controversias entre los distintos historiadores. Existen dos grandes teorías sobre la manera como se habría formado el Estrecho, a saber: la teoría “mitológica” y la teoría “geológica”.
Ambas teorías coinciden en señalar que, en la más remota antigüedad, España y el Norte de África estuvieron físicamente unidas, habiendo entonces pertenecido ambos territorios a un mismo continente. Pero, ya fuera cuando los mismos estuvieron unidos, como después cuando están separados, Ceuta ha sido siempre el punto neurálgico que ha centrado la mirada, la actividad y las interrelaciones que a través del Estrecho se han dado entre las distintas civilizaciones y culturas, como nexo de unión de ambas orillas: la española y la norteafricana.
Según refiere la leyenda “mitológica”, habría sido el personaje Herakles, en griego, o Hércules, llamado por los romanos, quien haciendo uso de su poderosísima fuerza y enorme fortaleza, habría separado ambos territorios, apoyándose en dos grandes columnas, una de ellas la antigua Calpe, o actual Gibraltar; y la otra habría sido la vieja montaña Abyla, o actual Monte Hacho de Ceuta. De hecho, uno de los símbolos más emblemáticos que se exhibe y se ve nada más llegar a Ceuta, al lado del Puente del Cristo, es la gran figura de Hércules apoyado sobre ambas columnas.
Pero esta primera teoría no es pacífica, habida cuenta de que, aun cuando la mayoría de los autores sostienen la tesis de que la segunda columna en la que se apoyó el griego habría sido dicho monte Abyla de Ceuta, otros autores señalan como más probable que fuera el monte Musa, o montaña más conocida en Ceuta por “La Mujer muerta”.
Así, Plinio, Ptolomeo, Antonino y Lapie, entre otros, defienden que la segunda columna en la que Hércules se apoyó fue Abyla (Ceuta), aunque algunos de ellos admiten también la posibilidad de que fuera el monte Musa. Mientras que Pomponio Mela y Estrabón se inclinan más hacia este último, aun reconociendo también con menor grado de fiabilidad que pudiera haber sido Abyla. Incluso hay algunos autores que sitúan esa segunda columna en la Isla Perejil, que el año 2002 fuera invadida por Marruecos, aunque esta última tesis es desechada por la gran mayoría de historiadores.
Aquella antigua separación física también trajo para ambas orillas del Estrecho otros aspectos positivos: el hecho de haberlo convertido en una zona de gran importancia estratégica y geopolítica; porque desde la prehistoria hasta hoy, el Estrecho ha sido un espacio de paso, tránsito denso y contacto entre distintas poblaciones, civilizaciones y culturas
Pero luego está la teoría “geológica”, que a mí me merece mayor credibilidad, por estar basada en principios físicos y evidencias científicas. Así, la versión de los geólogos - prácticamente unánime - mantiene que, con anterioridad al período Terciario de la era cenozóica, entre España y el Norte de África había dos grandes masas de tierra. La primera, llamada “Plataforma eurasiana”, formada por dos cordilleras, la Ibérica y la Pirenaica con la Meseta Central, el litoral catalán, Galicia y casi todo Portugal. La segunda, llamada “Plataforma indoafricana”, a la que habrían pertenecido las montañas del Atlas en el Norte de África, en Marruecos.
Entre esos dos territorios sujetos a Europa y África, habría habido una gran isla que cubriera de agua el espacio que en la actualidad ocupan Andalucía, Murcia, el mar de Alborán y el Rif de Marruecos. A su vez, esa gran isla habría estado separada de las tierras pirenaicas por un estrecho llamado Nortebético, que era un brazo de mar que cubría lo que hoy son los valles de los ríos Guadalquivir y Segura. Y también habría estado separada de las tierras del Atlas norteafricano por otro estrecho llamado Surrifeño.
Pero, hacia principios del período Terciario, habrían tenido lugar una serie de temblores de tierras y movimientos sísmicos (terremotos), con fuertes empujones venidos del Sur que habrían producido una serie de pliegues en las capas acumuladas en el geosinclinal Bético y sus orillas, chocando contra el borde de la Meseta Central. Como consecuencia de tales movimientos telúricos de las tierras altas del continente africano, se habría desprendido un fuerte oleaje de montañas que fueron a chocar contra la “Plataforma eurasiana”. El posterior enfriamiento de la corteza terrestre habría originado varias contracciones que en muchos puntos produjeron el hundimiento de grandes porciones de terrenos, con levantamiento brusco de las partes contrarias que servían de contrapeso. En otros sitios habría habido más levantamientos de tierras en forma de arrollamientos y plegamientos ocasionados por presiones laterales.
Andalucía habría estado pegada al Rif de Marruecos y separada del resto de España por dicho estrecho Nortebético. Pero la isla andaluza se habría partido en el centro, haciendo que el Mediterráneo también se partiera. Las presiones laterales hicieron que Europa hiciese a su vez peso al Sur y que empujase hacia el Norte. Con esta doble presión se cerraron los dos estrechos, Nortebético y Surrifeño, pero surgió otro nuevo, el de Gibraltar, que habría nacido tras el hundimiento de la tierra en el espacio en el que habría de formarse dicho brazo de mar; siendo así como quedara definitivamente formado y configurado el Estrecho, que a lo largo de la historia tan afín ha sido a Ceuta, tanto para lo bueno como para lo malo.
De esa separación física entre España y África habrían surgido luego una serie de contrastes con resultados negativos y positivos, siendo los primeros de ellos los propios que separan a dos continentes: África y Europa; también dos mundos, dos civilizaciones y dos grandes culturas: oriental y occidental. Entre esos mismos aspectos negativos que habría produjo aquella escisión física y que de uno y otro lado hemos tenido que soportar, podrían incluirse la separación de lenguas, de religión, de sistemas políticos, económicos, sociales, así como las distintas formas de pensar, de sentir y de entender la vida, sin que para nada ello quiera decir que un sistema sea mejor ni peor que el otro, sino que se trata de dos mundos y dos civilizaciones diferentes que, a partir de su separación, siguieron distintos derroteros en casi todos los aspectos.
Pero, sobre todo, uno de los mayores perjuicios que a los humanos de ambos lados del Estrecho nos deparó aquella supuesta separación física, es el tener que pasar de una a otra orilla. Pero no ya sólo por los fuerte temporales de levante que en numerosas ocasiones durante la travesía hay que soportar, sino, más que nada, por la serie de inconvenientes y a veces incluso injusticias que como mal crónico hay que aguantar en Ceuta.
Un equipo de geólogos ha reconstruido la evolución del arco que forman las cordilleras béticas, en el sur de España, y del Rif en el norte África, desde hace 21 millones de años, centrándose en un periodo concreto, hace nueve millones de años, para comprender las causas de la conocida como crisis de salinidad del Messiniense. Este episodio se produjo hace seis millones de años cuando la comunicación entre el mar Mediterráneo y el Océano Atlántico se cerró. La desconexión provocó que gran parte del Mediterráneo se evaporase y aumentase la salinidad del agua, según ha publicado la revista Tectonophysics.
Ana Crespo-Blanc, geóloga de la Universidad de Granada, lo explica: “No solo los elementos emergidos de las cordilleras béticas y del Rif, también lo que hay bajo el agua desde el Golfo de Cádiz hasta el mar de Alborán”. La apertura del Mediterráneo occidental como tal se inició hace 26 millones de años, y hace unos 15 millones tenía una forma semejante a la actual. Entonces, la conexión entre Atlántico y Mediterráneo se hacía a través de dos corredores o pequeños estrechos. Uno estaba situado al norte del Rif y, el otro, por el sur de Antequera. Los geólogos consideran que, entre hace seis y nueve millones de años ocurrió algo que provocó, primero, el aislamiento del Mediterráneo y, después, de nuevo su apertura, formándose el Estrecho.
A lo largo de millones de años, los bloques fueron rotando sobre sí mismos. Mediante la reconstrucción del arco, los geólogos han comprobado que junto con la convergencia de los continentes se produjo otro fenómeno en el límite de las placas de Iberia y África. En esa zona existen grandes bloques de tierra que pueden llegar a medir 300 kilómetros de largo por 150 kilómetros de ancho y que forman parte de los extremos de ambos continentes. A lo largo de millones de años, estos bloques han ido rotando muy lentamente sobre sí mismos. En el caso de la cordillera bética, la rotación ha seguido el sentido de las agujas del reloj y la cordillera del Rif, el sentido opuesto.
Jamás otro lugar del mundo ha conocido el paso, el contacto y la comunicación de tanta mezcla de etnias tan diversas, ricas y variadas; tanto trasvase de personas y mercancías, hasta el punto de que uno se atreve a decir que el Estrecho de Gibraltar ha sido, a lo largo de la historia, el mayor puente del mundo por el que más civilizaciones y culturas han pasado
La sorpresa para los investigadores no solo ha sido la existencia de estos bloques, sino la velocidad, desde el punto de vista geológico, a la que han rotado. Un bloque situado en la cordillera bética central, por ejemplo, ha girado hasta 53 grados en nueve millones de años. “Esto significa que estamos hablando de casi seis grados por cada millón de años.
“Hace seis millones de años, llegó un momento en que África siguió este movimiento hacia el noroeste, de forma que fue surgiendo un relieve lo suficientemente grande como para impedir la conexión entre el Atlántico y el Mediterráneo y por eso se cerraron los dos corredores que conectaban ambos mares”. En esa época, el agua que llegaba al mar de los grandes ríos que desembocan en el Mediterráneo (Ródano, Ebro, Nilo, Danubio), no era suficiente para compensar la evaporación, por lo que el nivel del mar bajó a entre 1.500 y 1.700 metros por debajo del Atlántico. La gran concentración de sal que se dio en el agua provocó el depósito de grandes cantidades de sales en el fondo marino alrededor de los límites del Mediterráneo. La investigación ha sido una colaboración de más de tres años entre las Universidades de Granada y Pablo de Olavide y el Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra.
Por el contrario, aquella antigua separación física también trajo para ambas orillas del Estrecho otros aspectos positivos: el hecho de haberlo convertido en una zona de gran importancia estratégica y geopolítica; porque desde la prehistoria hasta hoy, el Estrecho ha sido un espacio de paso, tránsito denso y contacto entre distintas poblaciones, civilizaciones y culturas; también una franja de comunicación entre dos mares: Atlántico y Mediterráneo, que han sido cuna de civilizaciones, crisol de culturas y foco permanente de interacciones y conjuntos culturales y religiosos (cristianismo, islamismo, judaísmo, induismo); culturas del antiguo Oriente y del antiguo Egipto, fenicias, griegas, romanas, bizantinas, árabes, otomanas, europeas, etc.
Jamás otro lugar del mundo ha conocido el paso, el contacto y la comunicación de tanta mezcla de etnias tan diversas, ricas y variadas; tanto trasvase de personas y mercancías, hasta el punto de que uno se atreve a decir que el Estrecho de Gibraltar ha sido, a lo largo de la historia, el mayor puente del mundo por el que más civilizaciones y culturas han pasado, se han cruzado y se han encontrado en la encrucijada entre dos mundos y con la convivencia de cuatro culturas, que podrá decirse que es mejor o peor, pero lo cierto es que aquí todos convivimos y todos nos necesitamos mutuamente.
Como dijo Arnold Toynbee, historiador británico: “A través del Estrecho de Gibraltar y del antiguo Mare Nostrum, se ha mantenido a lo largo de unos catorce siglos, una espiral de desafíos, que han alimentado continuamente las más dramáticas confrontaciones, pero también se han dado los préstamos y las más fecundas creaciones entre los mundos Oriental y Occidental. Atracción, fascinación, unas veces amor, otras veces rechazo, odio y temores mutuos que han caracterizado las relaciones entre ambos mundos”.
Creo y sinceramente deseo que todos debemos hacer algo para que el Estrecho de Gibraltar sea un espacio de paz y un nexo de unión entre personas, países y Estados, que sirva a la paz, a los intereses y mejores relaciones puestas al servicio de todos. Y, por el contrario, todo lo que sea cierre de fronteras, confrontaciones, mercados o relaciones humanas, en un mundo cada vez más interdependiente y globalizado, las dificultades puestas al comercio y las relaciones sociales, pues todo ello irá en perjuicio y de las partes concernidas, especialmente: España y Marruecos.