Cuando el destino orienta la brújula hacia un lugar, no nos queda otra que asumirlo y acatarlo.
Siguiendo la estela que nuestros hijos marcan en el devenir de la vida, nuestra familia vuelva a situar a Ceuta en el marco de la familiaridad, en el eje de la educación y, en concreto, en la formación universitaria.
Otra de mis hijas vuelve a Ceuta para cursar estudios de Enfermería en esta ciudad, en esta “Perla del Mediterráneo”, como turísticamente se le llama y conoce.
Ya tuvimos el privilegio de conocer esta ciudad durante los dos años que otra de nuestras hijas estudió en la misma facultad. Dos años en el que las visitas se sucedieron y en las que vibrábamos de emoción cada vez que programábamos un viaje, un desplazamiento, un patear sus calles y rincones, sus playas y atractivos. Volvemos con la ilusión de recuperar sabores gastronómicos, lugares mágicos, ambiente maravilloso… y un sinfín de detalles que por espacio es imposible pormenorizar.
Pero volviendo al epicentro de esta carta, nuestra hija tendrá la posibilidad, y gracias a esta facultad de Enfermería que la acoge, de sumergirse en el mundo sanitario, de formarse, a la vez que ayudar, cuidar, curar… a tanta y tanta gente, que día a día se cruzarán en su camino profesional y que, desde una visión del desempeño sanitario, es más que satisfactoria y enriquecedora.
Ceuta aporta, además de lo reseñado e infinitamente más de lo descrito, un potencial valiosísimo a la sociedad. Forma a unos profesionales de Enfermería que siempre han estado valorados, pero que, en estos momentos, donde la pandemia Covid-19 nos muestra y azota de la más cruel manera, no sé qué sería de nosotros sin ellos.
Gracias Ceuta por la aportación como ciudad y por la aportación de enfermeras/os al cuidado general de la población.