Cuando aquel 2 de mayo de 1808 los madrileños se levantaron contra los invasores franceses, Ceuta también lo hizo y hasta 1814 sus habitantes tuvieron el mismo sentimiento de lucha por la libertad que habían experimentado los pueblos y ciudades de España los guerrilleros y los ejércitos que se enfrentaban a la todopoderosa máquina de guerra que era el ejercito de Napoleón. Algunos de estos ceutíes salieron fuera de la ciudad a luchar contra los invasores, llevando a cabo acciones de gran heroicidad, como la del teniente Jacinto Ruiz Mendoza. Pero no podemos limitar la aportación de Ceuta a la guerra de la Independencia solamente a este héroe. Ceuta intervino más directamente de lo que se podría pensar sin un análisis más profundo del tema.
Sobre esta época ya existen trabajos exhaustivos tanto de José Antonio Alarcón Caballero (José María de Alós contra el Ayuntamiento Constitucional: el Antiguo Régimen frente al Liberalismo, en XI Jornadas de Historia de Ceuta), como de José Luis Gómez Barceló (Historia de Ceuta. Tomo II). Pero nosotros queremos añadir algunas pinceladas que no por pequeñas, puedan dejar de ser interesantes desde el punto de vista histórico para colocar a Ceuta en el mismo plano, por desgracia el de una guerra, que cualquier otra ciudad española.
En el conflicto de guerra nacional en la que los españoles se enfrentaban a los franceses, jugó un importante papel Gran Bretaña que aprovechó las dramáticas circunstancias por las que pasaba España para potenciar el valor estratégico de su colonia en Gibraltar y, al mismo tiempo, defenderla de posibles ataques franceses y españoles. En este contexto, la figura del que fuera gobernador de Ceuta, José María Alos, gran defensor del absolutismo borbónico, adquiere especial relevancia.
José María Alós fue nombrado gobernador de Ceuta el día 5 de Marzo de 1810 y se mantuvo en el cargo hasta el 20 de Febrero de 1813. Su nombramiento se hizo extensible en 1811 a los demás Presidios españoles, los llamados Menores, (Alhucemas, el Peñón de Vélez de la Gomera y Melilla). Esto le obligará a vigilar dos frentes potenciales de peligro: el de los intentos de los franceses por ocupar Ceuta y el de la posibilidad de que los marroquíes intentaran algún golpe de mano sobre algunas de las posesiones españolas en el Norte de África, sin olvidar los intereses británicos en la zona.
Durante los tres años de su gobierno tuvo ocasión Alós, no sólo de mostrar su carácter y energía, sino su actividad, celo e inteligencia. Los enemigos exteriores e interiores pusieron en juego todas las clases de intrigas para corromperle. Le propusieron soborno por medio de crecidísimas sumas para que cediera la ciudad a los franceses, e incluso el general D'Alvimar, creyó poder doblegar su voluntad y que reconociese a Napoleón, ofreciéndole el elevado empleo de mariscal del imperio. Pero todos estos intentos de corromperle se estrellaban contra la voluntad inquebrantable de Alós. Esta actitud le sirvió para que la Junta Central le honrara con la capitanía general del Campo de Gibraltar cuando en 1812 abandonó el gobierno de Ceuta.
Aunque, como afirma José Antonio Alarcón, José María Alós mantuvo una estrecha amistad con el general Fraser, no por eso dejó de velar por la conservación de la independencia de Ceuta respecto de los ingleses, de la misma manera que lo hacía con los franceses. Según un parte reservado enviado por Alós en noviembre de 1811 a José de Heredia, ministro del Ejército de la Regencia ubicada en Cádiz, y que este remitió de inmediato a Eusebio Bordají, ministro de estado de dicha Regencia, el Mayor General Fraser le había ofrecido proporcionarle desde Gibraltar un regimiento inglés, con el fin de reforzar la guarnición de Ceuta. No debió ver claras las intenciones del general británico, cuando José María Alos rechazó de plano tal oferta, afirmando tajantemente que se bastaba con su guarnición, con los propios vecinos armados y con el regimiento nº 4, inglés, que estaba de guarnición en Ceuta.
Es cierto que Gran Bretaña no se había olvidado de cubrir la zona del estrecho de Gibraltar del ataque de los franceses. Su objetivo era, evidentemente, el de evitar cualquier peligro para el Peñón. En este sentido, la presencia del regimiento inglés en Ceuta era ya una garantía de seguridad. Pero Fraser, por lo visto, aún no las tenía todas consigo y deseaba una mayor presencia británica frente a su colonia.
Los soldados ingleses del regimiento nº 4, se adaptaron perfectamente a la ciudad y a sus costumbres durante los cuatro años que permanecieron en ella, pues no se marcharían hasta el 1814. Su proverbial creencia católica hizo que la mayoría de ellos bautizaran a sus hijos en las parroquias de Ceuta, especialmente en la de Nuestra Señora de los Remedios. De cualquier modo, se respetó la religión de cada uno de los soldados, pues, como dice Carlos Posac, aquellos que fallecían, contraían matrimonio o tenían hijos en Ceuta, y pertenecían a la religión protestante, eran llevados a Gibraltar para celebrar las correspondientes ceremonias en la iglesia protestante del Peñón.
En total, contabilizamos 47 bautizos en los que, al menos, el padre era británico. De estos, la inmensa mayoría, como decimos, 41 (lo que equivale al 87%), eran irlandeses. No eran los primeros que llegaban a esta ciudad. Bien enclavados en regimientos como el de Irlanda o el de Ultonía, los irlandeses llenan las páginas de los libros parroquiales con sus desposorios, bautizos y sepelios. No obstante, se advierte entre ellos una gran dosis de endogamia, es decir, la mayoría llegaron a Ceuta con sus esposas y muy pocos, como veremos, se casaron en esta ciudad. En solo tres bautizos los progenitores del niño no eran británicos. Uno de ellos, Juan Ortiens estaba casado con Eugenia Valladares, procedente de La Habana. El otro ostentaba un apellido muy conocido en Ceuta. Se trataba de Luis Cristóbal Eugenio Macrhon, cuya esposa era oriunda de Vélez-Málaga, si bien tenía, curiosamente, un apellido de origen francés o belga, Inés Blatié. Según Gómez Barceló, se constata la presencia de este apellido en Ceuta al menos desde el año 1793. Finalmente anotamos otro caso de una francesa, María Antonia Michelén, que tuvo un hijo con el soldado irlandés del regimiento nº 4, Antonio Juli. En este caso el lugar de nacimiento de la madre no estaba en España, como en el anterior, sino en París.
Solo tres soldados católicos del regimiento inglés contrajeron nupcias en Ceuta. Dos de ellos lo hicieron con mujeres de su país, en uno de los casos, el de Isabel Lands, se trataba de una mujer viuda, aunque, al parecer, no enviudó en esta ciudad. Solamente el carnicero del regimiento, Juan Preto, contrajo matrimonio con una ceutí, María de la Concepción Pérez. Finalmente encontramos entre las partidas de sepelios las de tres británicos, dos hombres y una mujer. Los tres son de Irlanda y uno de ellos, Juan Malgan Getrison, de 21 años de edad, fue ajusticiado.
Las razones por las que el general Frasser ofrecía a Alós un destacamento inglés de refuerzo, era el temor a que los franceses ocuparan Ceuta, poniendo con ello en peligro su plaza de Gibraltar. Adquiere en ese sentido especial relevancia el hecho de que se hubiera extendido entre los espías de uno y otro bando, el rumor de que uno de los edecanes del mariscal Soult, llamado Vori, se iba a introducir en Ceuta, disfrazado de habitante de una de las cábilas cercanas, con el fin de organizar un complot que permitiera rendir fácilmente Ceuta a las tropas francesas.
Alós respondió que este rumor no tenía visos de verosimilitud, pero que contaba con las fuerzas suficientes para evitar cualquier invasión de la ciudad por los franceses, aunque estos tuvieran en el interior a personas que les facilitasen el paso. Añadió que, mientras esta Plaza estuviese bajo su responsabilidad, no se llevaría a cabo complot alguno y que en todo caso, si el edecán citado “llegase a tener la osadía de plantear su venida, sería de inmediato capturado”. De cualquier modo Alós formó una comisión con gente de su confianza para que indagaran al respecto, concluyendo que no había motivo alguno de alarma.
Y en efecto no hubo ningún golpe de mano contra Ceuta. Pero no nos cabe la menor duda de que su situación estratégica y su condición de Plaza española la hacía tan importante para los franceses como para los ingleses, unos, los primeros, para tomarla y otros, los ingleses, para defenderla porque con ello defendían también su colonia de Gibraltar y su predominio naval en el Mediterráneo occidental.
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