Todo cuanto han dicho y puedan decir de Ceuta los que por ella pasaron o de ella partieron, los que ostentan con orgullo el título de hijos suyos y aquellos a quienes su amor les dio carta de ciudadanía, han de redundar en honor de ella; porque no hay palabras, de las infinitas que se han dirigido, que a la postre no se transmuten en un piropo, en una alabanza o en un elogio. Deseamos que la serie comenzada tenga una continuación y que aquella información se renueve y perpetúe.
Ceuta es para mí la musa inspiradora y la elegida, el sujeto y el objeto de mi escritura y la de todos los que vivan una vida espiritual, porque Ceuta es ciudad de ensueño, ciudad maravillosa, ciudad de una zona mágica o encantada, ciudad del entusiasmo, de la inspiración y de la poesía; una ciudad de España en África, como la denomina otro ceutí enamorado de su ciudad.
En cuanto a sus ciudadanos tenemos que reconocer que siempre han hecho una labor perfecta en todos los sentidos, especialmente en lo relativo a la convivencia. Algún día, algún día iré a mi ciudad y propondré a las autoridades locales que en Ceuta se organice una Exposición que reúna el sentir cristiano, el judío, el hindú y el islámico para construir una obra que conmemore a la fraternidad; una impronta relevante de paz y entendimiento ciudadano que ha prevalecido en Ceuta durante tantos años.