Los orígenes del carnaval, tanto en Ceuta como en otras poblaciones españolas, están marcados por las prohibiciones de celebrarlo, que venían principalmente de la Iglesia, pero también desde los poderes políticos, económicos y sociales. En prevención de la supuesta seguridad de las poblaciones, que en nuestro caso se agravaba por el hecho de ser plaza militar y presidio, se reducían a bailes de máscaras en las casas y sociedades, con pocas manifestaciones en las calles.
Si nos fijamos en Cádiz, indiscutible baluarte carnavalero durante las dos últimas centurias, hay que ir a las ordenanzas de 1862 para encontrar su primera regulación municipal, a pesar de que haya noticias de que venía celebrándose desde el siglo XVI. Ciudades como el Puerto de Santa María, San Fernando o Puerto Real llevan su antigüedad al siglo XVIII y Chiclana, Algeciras, Jerez o Trebujena al XIX.
El carnaval ceutí documentado
El documento más antiguo que hemos encontrado que se refiera al carnaval local es un párrafo de las Constituciones sinodales de 1553 en el que leemos que: … Defendemos que ningún clérigo luche, ni baile, ni ande en danzas, chacotas ni folías, ni en toros, ni correr ni mandarlos correr…ni traigan máscaras, ni usen de chocarrerías ni se hagan diabletes, ni hagan representaciones vistiéndose de vestiduras deshonestas, ni otras cosas semejantes…
Esta lucha no solo la tendrán los Prelados contra los carnavales, sino también en el Corpus Christi, cuya procesión iba precedida por un cortejo casi carnavalesco, organizado por el Ayuntamiento, que vemos por ejemplo en una queja del Cabildo de 1683: … que la Justicia Real de esta Ciudad nombre cuatro ministros suyos para que se despejen las calles y compongan los carros triunfales, caballos armados, gigantes y danzas y demás ornato y solemnidad que precede en la Procesión del Corpus…
A partir de 1818 se emitirán numerosos bandos de orden público, a modo de ordenanzas, en los que se prohibirán los embozos y disfraces cautelosos, en especial en callejones y sitios retirados, sobre todo fuera de las horas en que se extremaba la vigilancia.
Pero el reconocimiento del carnaval de Ceuta se va a producir en 1863, al incluir las Ordenanzas Municipales tres artículos muy importantes:
Festividades Populares Carnaval y Máscaras
Art. 20 Si por la autoridad superior civil se permitiese en los días de carnaval transitar con disfraz y careta, queda prohibido tanto por las calles como en los bailes el uso de vestiduras de ministros de la religión, trajes de altos funcionarios, de milicias y de otra cualquier insignia o condecoración del Estado.
Art. 21 Ninguna persona disfrazada podrá usar armas, aunque lo requiera su traje, haciéndose extensiva esta prohibición a las que aunque sin disfraz concurran a los bailes con excepción de la autoridad y dependientes de policía.
Art. 22 Si por parte de alguna máscara se cometiese alguna falta o causare cualquier disgusto público, sólo a la autoridad compete ordenar se quite la careta, para en su vista disponer lo conveniente.
La Época, Madrid, 1 de abril de 1865
He aquí la descripción del Carnaval en Ceuta que hace una carta de aquella Plaza:
El domingo, dice, se veían por todas partes ondear banderas nacionales, así en tierra como en los buques surtos en la rada distinguiéndose entre estos el jabeque (correo) cuyo buque debía figurar traer a su bordo al Rey de los Delirios.
Una salva de artillería anunció a las doce la salida de una numerosa comparsa que desde la maestranza de ingenieros se dirigió por la calle Real al muelle, donde debía verificarse el recibimiento del ilustre personaje carnavalesco. Iban á la cabeza de la comparsa, oficiales y sargentos de la guarnición montados en sus caballos lujosamente ataviados y vestidos con gusto y sencillez.
Seguía á estos la música del regimiento de Ceuta, la cual se distinguía entre las tres por el lujo y esmero de sus trajes, y la banda de tambores que, ataviada de mascara, era dirigida por su tambor mayor, que llevaba traje a la antigua. Iba después un gran carro figurando una casa de locos, en la cual iban todos los cadetes de esta plaza, unos vestidos de monos y otros de diablos, cada uno á cual más raro. Marchaba detrás una partida de escuderos, montados como toda la comparsa. Después seguía una carroza primorosamente enramada y adornada de flores, donde se divisaba, lujosamente engalanada, toda la servidumbre de la familia Tolendal, y el ama de cría de la Reina estrechaba en sus brazos un chivo vestido elegantemente á guisa de príncipe.
Después del acompañamiento de estos personajes seguía un jardín frondoso, donde iban sentadas con canastos de flores en sus manos doce bellas africanas, a cual más hermosas, á guisa de ninfas. Iba después la música de Simancas, que tocando lindas piezas precedía a la carroza de la reina del Carnaval, la cual iba ricamente engalanada, codeándola una lucida escolta de alabarderos á caballo, todos sargentos del Fijo de Ceuta. En medio de dos largas filas de monteros, vestidos a la antigua iba después en una linda carroza el Rey de Ios Delirios; seguían á la carroza doce maceros que cerraban la marcha.
El pomposo recibimiento del Rey de los Delirios tuvo lugar en la plaza de San Sebastián, cuyo acto fue celebrado con otra salva de cañonazos: mientras tanto las bandas de música lo amenizaban con escogidas piezas y aires nacionales. Los moros de la compañía del Riff también han tomado parte en la fiesta, llamando la atención con sus disparos y algazara. Cuando hubo recorrido la comparsa toda la ciudad tuvo lugar un jocoso sermón público en el teatro, y por la noche hubo baile de máscaras.
El lunes y martes también pasearon las calles numerosas comparsas y el miércoles se verificó el solemne entierro de la sardina. En fin, lo que es aun mejor, hemos despedido al Carnaval sin tener que lamentar la más leve desgracia.