El "cero a la izquierda", esa expresión con la que frecuentemente calificamos el escaso protagonismo familiar, social o político de algunas personas, pone de manifiesto, sobre todo, nuestras maneras superficiales e injustas de valorar la calidad humana y el menosprecio a los lugares que ocupan en las tareas familiares y sociales. Esta forma coloquial de hablar muestra que no solemos tener en cuenta el hecho importante de que cada persona posee perfiles diferentes y, a veces, imprescindibles para la convivencia y para la colaboración. En mi opinión, deberíamos ser más conscientes de que, aunque a primera vista nos parezca insignificante, un silencio o una abstención, por ejemplo, pueden ejercer funciones determinantes que deberían ser interpretadas y valoradas de una manera más justa y más acertada.
A veces la sociedad tiende a etiquetar como "irrelevantes" a individuos que son o pueden ser piezas claves para sostener la vida familiar o el equilibrio social. El fundamento del papel y de la dignidad personal radica –no lo olvidemos- en el reconocimiento de que cada persona posee un valor inalienable, simplemente, por su condición de ser humano. Por eso es imprescindible que tengamos en cuenta la importancia de cada uno en la vida cotidiana y su impacto real en nuestro bienestar. La sociedad y la familia son sistemas que se fortalecen cuando respetamos los papeles diferentes de cada uno de sus miembros.
La irrelevancia del cero a la izquierda en matemáticas no es aplicable, por ejemplo, en la valoración filosófica, religiosa y jurídica, esos ámbitos en los que se aplican principios, criterios y pautas apoyados en la convicción fundamental de que todo individuo merece respeto, posee derechos y debe ser tratado justamente con independencia de su condición, origen o capacidades. El juicio ético, jurídico y político de los comportamientos humanos se apoya en el reconocimiento de la dignidad de las personas, aunque no estemos de acuerdo con sus ideas, con sus palabras o con sus actitudes. Éste es, a mi juicio, el punto de partida para la construcción de una convivencia razonable y grata. El respeto y el apoyo mutuos son las condiciones indispensables para la convivencia y para la supervivencia individual y colectiva.
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