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Cero a la izquierda

Aquel hombre tenía una cita en Sevilla y, como estaba seguro de terminar pronto, sacó el billete de ida y vuelta para el pasado  8 de junio en Acciona. Había sufrido tantos contratiempos en sus continuos viajes que solía tomar una compañía para ir y la que más le conviniera, según horario, para regresar. Pero ese día cometió el gran error de comprometerse con Acciona, también para el regreso.
Salió de Ceuta por la mañana  a las 09:30 y el viaje fue muy bueno. La jornada de trabajo resultó tal y como estaba prevista. Agradable almuerzo y regreso con tiempo de sobra para tomar el barco. Ya en La Palmosa comenzó a preocuparse, como le ocurre a tantos ceutíes que se estresan por sistema cuando se acercan al puerto de Algeciras. Llamó a su Agencia de Viajes en esta ciudad y le aseguraron que todo estaba normal y su barco saldría, según lo previsto.
El viajero fue despacio el último tramo del camino porque tenía tiempo y, al llegar al puerto, se puso en la cola de Acciona como hacía siempre. Quedaban 45 minutos y ya había coches. Mientras oía la radio, vio salir el FRS de las 19:30 y pensó que habría podido tomarlo si no hubiera sacado ida y vuelta. Pasó media hora y la fila no avanzaba. Los trámites de la tarjeta de embarque son lentos por el complicado protocolo que deben seguir los empleados, pero aquello era demasiado. Salió del coche, miró la caseta de la compañía y no había nadie en ella. Comenzó a inquietarse pero, como iba solo, tampoco podía dejar el coche y acercarse a indagar.
Como todos los viajeros salían de sus vehículos con la cara del típico cabreo portuario tan habitual en los ceutíes, nuestro hombre optó por llamar de nuevo a su agencia de viajes de Algeciras, donde le aseguraron un cuarto de hora antes de la salida oficial, que no había problema porque ellos seguían vendiendo billetes, pero que iban a llamar a la compañía, por si acaso.
Pasaron unos minutos y el atribulado viajero recibió una llamada en el móvil de la citada agencia, diciendo que ese viaje estaba anulado porque la pasarela de Ceuta no funcionaba.  Indignación a ambos lados del teléfono y comunicación a los demás perjudicados de la cola. Uno de ellos señaló a un hombre de pelo blanco y camisa celeste que, sin emblema ni distintivo alguno, estaba mezclado con los frustrados viajeros dando explicaciones imposibles. Bronca al que parecía ser empleado de Acciona, el cual la soportó estoicamente reconociendo que debían haber situado a alguien en la caseta dando información.
Carreras hacia las ventanillas y gasto en un nuevo billete para Balearia de las 22:00 horas. Algunos que querían aprovechar  su pasaje de Acciona y no invertir más dinero, optaron por tomar el barco lento de las 23:15 para llegar a Ceuta de madrugada. Un día muy completito.

 

Dos veces con la misma piedra

Como algunos ceutíes-cautivos, viven bajando o subiendo constantemente de un barco, nuestro hombre se marchó el puente de San Antonio a la Península y, como no quería guardar billetes pagados ni consideraba conveniente tener dinero invertido en pasajes con lo caro que cuestan, se organizó para tomar el mismo fatídico viaje con Acciona del día 14 a las 20:00 horas, previa consulta con la agencia de viajes, para así consumir el ticket que tenía pendiente.
Casi la misma historia. Se puso en la cola de Acciona, vio salir a FRS con solo diez minutos de retraso, esta vez consiguió cambiar el billete por las tarjetas y avanzó contento por el muelle con el coche. Ni rastro del barco. Nueva llamada a la agencia de viajes, cuyo empleado estaba un poco harto ya de aquel cliente tan pesado. Respuesta de la compañía: el barco traía media hora de retraso y, naturalmente, tendría que desembarcar su carga antes de salir de nuevo. Nuestro hombre no llegaría a la cita de cada martes en el hotel La Muralla, donde incluso tenía la copa pagada. El dichoso barco salió a las 21:05 con más de una hora de retraso y llegó pasadas las 22:00 horas.
El viajero se tomó un café y un donut mientras pensaba que no se sentía un consumidor o un ciudadano en esos viajes, sino un cero a la izquierda por la falta de información y  el más mínimo respeto hacia el cliente. Desde hacía años estudiaba los problemas de los transportes en el Estrecho y se había convencido que con el entramado de amistades, intereses, contactos, desidias, contratos sin sentido e influencias, era imposible conseguir que aquello fuera mínimamente justo. Pero lo que tuvo claro es que, si otro día regresaba por la tarde a Ceuta con buen tiempo  tomaría ese FRS, cuya estampa saliendo delante de los atribulados viajeros de Acciona, no se apartaba de su mente.
Ya en casa, el infeliz viajero-cautivo, tomó una Hoja de Reclamaciones y un bolígrafo para cumplimentarla pero, pensándolo mejor, rompió  el folio y cogiendo el ordenador, comenzó a escribir un relato sobre lo ocurrido aquellos lamentables días de junio.

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