Paz. Es el mantra que se repite una y otra vez en collages de cerámica. Estampas creadas por las manos de usuarios del CETI y vecinos de Ceuta.
El proyecto ‘Un botiquín para la ciudad’ llega a su penúltima actividad. La entidad en esta ocasión ha celebrado junto a Cepaim, la asociación Elín, la UGR y otras agrupaciones sociales una jornada artística para inculcar un mensaje de tolerancia.
Reunidos en el patio del antiguo centro San Antonio, siete grupos de distintas partes del mundo han festejado la igualdad. Al ritmo de la música, de las palmas y bajo un sol radiante han trabajado codo con codo para idear una representación que refleje unión.
La entidad, que apoya y ayuda a personas inmigrantes, pretende buscar un espacio en el que exponer los resultados finales de este taller.
La religión cristiana y la musulmana, la paz o el árbol de la vida han sido algunos de los símbolos que han creado. Un gesto sencillo que trae paz tras la tormenta y que, de algún modo, aleja a los fantasmas del pasado.
“El hecho de que puedan compartir lo que traen consigo es muy importante. Se curan muchas heridas psicológicas y físicas”, expresa Paula Domingo, coordinadora de la asociación Elín. Se trata de darles voz y voto; de que ellos se sientan protagonistas.
A través de trozos de losetas se han integrado un poco más en la sociedad caballa. Los ceutíes, de paso, han conocido más de cerca sus países, en los que, en parte, la realidad es muy distinta a la española.
“Muchos vienen de países en guerra como Sudán, Somalia, Mali o Burkina Faso. Viven en todos ellos situaciones de violencia, conflictos armados o terrorismo. Lo que más buscan es paz. Llegar a un lugar y no tener miedo”, explica Domingo.
Una vez amainado el temporal, los 70 beneficiarios que atiende Elín tratan de encontrar una nueva oportunidad. Estos jóvenes buscan, sobre todo, estudiar, conocer la cultura y aportar su granito de arena.
“Es imprescindible para ellos formarse y tener relaciones. Se intenta por todos los medios que aprendan español. Hay que tener en cuenta que a los tres meses de su estancia ya empiezan a hablarlo”.
Su acceso al aprendizaje se limita a cursos y talleres ya que, la mayoría, al no contar aún con documentación reglada, no tienen posibilidad de acceder a clases. La asociación imparte lecciones de informática y de idioma. Estas últimas se basan en un método diferente enfocado en fomentar la práctica de conversaciones en contextos habituales o diarios.
“Aprenden rápidamente. Tienen esa capacidad y también para superar dificultades, para vivir las cosas pequeñas con alegría y para soñar con un futuro mejor”, concluye la coordinadora.
Domingo destaca de ellos su resiliencia. La integrante de Elín manifiesta cuáles han sido los valores que, sin quererlo, ellos les han enseñado. “La acogida en igualdad. Cuando se los recibe, se les abre el corazón y se les reconoce como persona, ellos acogen”, cuenta.
Han pasado por la asociación más de 20.000 personas, en concreto, unas trescientas de media cada año.
Ramsés Mohamed, voluntario, asegura que la respuesta a las actividades de la iniciativa Grigri Project ha sido positiva. A pesar de ello, comenta que ha sido complicado que formara parte la ciudadanía. “Costaba que participaran. Es una realidad que se vive aquí en Ceuta, la dificultad para lograrlo. Lo hemos conseguido dentro de lo que cabe. Hemos llegado a espacios a los que normalmente no”, señala.
Acompañados del sol y conversaciones amenas, estos jóvenes han dado un paso más hacia una oportunidad diferente.
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