Colaboraciones

VI Centenario de la llegada a Ceuta de Santa María de África (I): Su talla y restauración, por José Antonio Fuentes Viñas

José Antonio Fuentes Viñas es ex Hermano Mayor de la Cofradía de Santa María de África

Quiero con esta colaboración señalar que estamos en un año muy importante que corresponde al VI Centenario de la Llegada a Ceuta de la Virgen de África como regalo del Infante D. Enrique, Regidor y Gobernador de la Orden de Caballería de Nuestro Señor Jesucristo, Duque de Vizeu. Lo que supone un gran hito en la enriquecedora historia de la ciudad de Ceuta, y por supuesto como decía el P. Francisco, es lo más grande que tiene la Ciudad. Es Patrona (1651), Gobernadora (1743), Coronada Canónicamente (1946), y Alcaldesa Perpetua (1954). Para todos los católicos ceutíes y diría también para algunos sectores no católicos, que también consideran a la Virgen de África como su Patrona y que puedo dar fe de ello, durante mis ocho años de permanencia en la Cofradía, y los cuatro últimos como Hermano Mayor. Antes de iniciar el motivo de esta colaboración, con respecto a la talla y su restauración de la Virgen, permitirme que exprese lo siguiente: Es sabido, cómo la sagrada Imagen de la Virgen de África era venerada en Portugal, antes de su llegada a Ceuta, según se deduce claramente de las palabras del Infante D. Enrique “a los cuales mandé una Imagen muy devota mía, mandándoles poner por nombre Santa María de África”. Así lo confirma el Documento de donación de la Imagen de Santa María de África, firmado por el Infante D. Enrique en la Villa de Sagres, (Portugal), el 19 de Septiembre de 1.460. Hablaremos de su llegada a Ceuta en otra ocasión. Expresado lo anterior, nos metemos de lleno en el motivo de esta colaboración. Creo que el patrimonio religioso desempeña un papel esencial en la identidad de muchos millones de personas, proporcionando no solo un sistema de creencias, sino también un sentimiento de pertenencia. Además, puede estimular la acción social, ya que nos recuerda las responsabilidades que tenemos más allá de nosotros mismos. Ello nos lleva a un concepto universal, ya que la historia nos ha dejado un gran número de diferentes lugares de Cultos, y lo más cercano que tenemos es Europa. Las iglesias, los Templos y otros lugares de Culto, son testimonios de nuestra historia común, y muestran corrientes artísticas, que transcienden nuestras fronteras.

La Talla

Es una Imagen Gótica que los servicios de Documentación del Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, la sitúan cronológicamente en torno al año 1.400, aunque aprecian cierto anacronismo en la interpretación arcaizante de zonas puntuales de las vestiduras de la Virgen, lo cual puede también representar una datación anterior a esa fecha. Posiblemente el autor de esta Imagen de la Piedad fuese un artista foráneo en el país luso, porque aunque durante el periodo que abarca la dinastía de los Avís, eran corrientes las salidas de artistas portugueses al extranjero, especialmente pintores con destino a España e Italia, también era frecuente la presencia de artistas europeos en Portugal, cuya influencia fue notoria en el panorama artístico de estas tierras. La Imagen está tallada en un solo bloque de madera, salvo la cabeza del Cristo y la mano izquierda de la Virgen; presenta un ahuecamiento en su zona posterior como corresponde a las obras de imaginería destinada a ocupar un sitio en altares o retablos. Actualmente, la parte posterior la cubre una tapa de madera compuesta por varios tablones. La Virgen de la Piedad es una imagen de marcado expresionismo en la que, como es habitual en este tema iconográfico, la Madre con patética expresión dolorida dirige la mirada hacia eL cuerpo inerte del Hijo, que mantiene sobre sus piernas. Una de las mejores descripciones sobre la “Talla”, es la realizada por Teresa Gómez Espinosa, y que recoge en su libro sobre la Virgen de África, el Sr. Gómez Barceló. La Virgen, sedente sobre un sencillo trono adornado sólo por astrágalos y listeles, es una figura de proporciones largas y delgadas que presenta un rostro de aspecto maduro con breves rasgos y una expresión de dolor contenida entre sus finos labios apretados, acentuada a través de la triste mirada de los ojos que sobresalen bajo el dibujo de largas cejas arqueadas. La toca que ciñe el rostro se extiende sobre el pecho sustituyendo al velo habitual y ocultando el cabello de la Virgen, como es característico en estas imágenes dolorosas para denotar pena y ancianidad. Viste túnica plegada por efecto del estrecho cinturón, que marca un talle alto; los pliegues son finos y regulares, doblando en el mismo sentido hacia un eje central , en la mitad superior, mientras que el bajo de la túnica quiebra su caída vertical para plegarse sobre la peana dejando al descubierto las Puntas del sencillo calzado. Esta manera de disponer la túnica es frecuente entre fines del siglo XIV yn principios del XV en la imaginería española, aunque también hay que tener en cuenta que el tema representado limita considerablemente las posibilidades de desarrollar una indumentaria acorde con las exigencias de la moda de la época. Un amplio manto cubre a la imagen por encima de la toca y cae envolviendo hombros y brazos para cruzarse a la altura de las caderas y descender cubriendo la túnica casi hasta la altura de los tobillos, donde remata adaptándose rigurosamente a los plegados subyacentes. Son destacables los amplios pliegues ovalados, en forma de semi-mandorla, que descienden en sentido concéntrico dando cierto vuelo al manto en la zona inferior del brazo izquierdo. El cuerpo del Hijo se dispone sobre las piernas de la Madre, quien sostiene con su mano derecha la cabeza, mientras dirige la izquierda hacia su corazón. La imagen de Cristo se convierte aquí en una figura realmente cadavérica llegando al límite de patetismo: un cuerpo escuálido, en el que se marcan con crudo realismo los rasgos anatómicos, se coloca de tres cuartos de perfil ante el espectador con la rigidez propia de un cadáver. La cabeza , originalmente ceñida por corona de espinas -hoy aparece mutilada-, ostenta rostro de rasgos sumarios y agudo perfil, en la misma línea que el de su Madre, con los ojos cerrados bajo finas y largas cejas arqueadas. Los brazos, plegados al tronco, se doblan para terminar cruzando las manos –la izquierda sobre la derecha– encima del vientre; bajo éstas arranca un estrecho paño de pureza que, formando pliegues paralelos en sentido horizontal, abarca la mitad de los músculos. Las piernas se doblan creando un ángulo muy acusado para descender unidas, sin llegar hasta la peana, creando un rígido esquema vertical de gran belleza plástica y enorme expresividad.

Su Restauración

No cabe duda que la Imagen necesitaba con urgencia una restauración, y la primera persona que da la voz de alarma sobre la situación de la talla, fue el testimonio de Dª Pilar Pacheco, Camarista Mayor en Agosto de 1954, es contundente: en carta dirigida al Hermano Mayor de la Cofradía le dice “…que los señores de la Junta, sobre todo los que más empeño tienen en sacar a la Virgen en procesión, suban a ver el camarín y examinen a la Imagen con detenimiento y podrán observar que la cabeza del Cristo tiene una grieta que no resistiría tres o cuatro procesiones y que la parte baja de la Virgen está apolillada, que tantas salidas terminarían por destruirla. Propongo que si tanta es la afición por sacarla a la calle, que hagan una copia exacta y que la auténtica se quede en su camarín siguiendo la tradición de no moverse de allí”. Aunque ignorado hasta que la Imagen fue sometida a los primeros análisis en el I. C. R. B. C., hoy sabemos que un año después fue objeto de una desafortunada manipulación. Han de transcurrir casi tres décadas para que, de nuevo la necesidad de la restauración volviera a plantearse y en los informes de Dª Blanca Guillén y de D. José Miguel Sánchez Peña, redactados en los años 1983 y 1984 se detectan, entre otros muchos daños, los ya denunciado por Dª Pilar en su reveladora misiva. Hasta que ello no es debatido en la Comisión Provincial del Patrimonio. Se atiende la petición de la Comisión, el 30 de junio de 1987, el I. C. R. B. C., designa a D. Raimundo Cruz Solís, autor de restauraciones de gran prestigio, para que se traslade a Ceuta. Tras examinar la Imagen y quedar maravillado por su belleza y antigüedad, redacta su informe: “gran cantidad de repintes…. desencoladuras… grietas… xilófagos… clavos… pérdida de policromía… oxidaciones…necesidad y urgencia de restaurarla en el I. C. R. B. C”. Naturalmente este informe fue enviado a las jerarquías eclesiásticas y a la Cofradía de la Virgen de África. En septiembre de 1988 el por entonces Hermano Mayor de dicha Cofradía, comunica el acuerdo unánime de su Junta de Gobierno “….de no permitir la salida de la Virgen de Ceuta… que la restauración se realice en nuestra ciudad con lo que se evitaría que el pueblo impidiera su salida…”. Vemos como admitida la necesidad de la restauración, ésta debería hacerse en Ceuta de donde no se había ausentado jamás desde que en la primera mitad del siglo XV fuera enviada de Portugal por el Infante D. Enrique. Traslada esta exigencia al I. C. R. B. C., el, en aquel momento, Subdirector de Bienes Muebles, D. Alfredo Morales, ofrece su venida a Ceuta para exponer, ante las autoridades, organismos y persona que sea preciso, las razones por las que, técnicamente no es posible realizar la restauración in situ y la absoluta necesidad de trasladar la Imagen al Instituto para que con todas las garantías, restaurarla. Aceptado el ofrecimiento, el 29 de octubre de 1990 llegan a Ceuta D. Alfredo Morales y D. Raimundo Cruz Solís y, tras entrevistarse con todas las partes interesadas, se reúnen con la Junta de Gobierno de la Cofradía de la Virgen de África y después de exponer la imposibilidad de restaurar sin llevarse la Virgen a Madrid, dan las máximas garantías, tanto para el traslado como para la restauración, que serán gratuitos y proponen la constitución de una Junta de seguimiento, integrada por los representantes ceutíes que fuesen necesarios y que se trasladarían periódicamente a la capital de España, para comprobar los trabajos. Horas más tarde, el Párroco D. José Béjar y el Hermano Mayor D. Eduardo Gallardo, comunican a la Comisión Provincial del Patrimonio Histórico, reunida en sesión extraordinaria, el unánime consentimiento de la Junta de Gobierno de la Cofradía, para que la Imagen de la Virgen de África pueda ser llevada al I. C. R. B. C. Era el día 30 de octubre de 1990 y el paso decisivo fue dado. Atrás quedaban dudas y temores, desconfianzas y recelos, el sí o el no que toda toma de decisión importante plantea a los que, con responsabilidad, deben tomarla. Cinco meses después, el intempestivo jueves 7 de marzo de 1991, “ hasta el cielo lloró”, porque la Virgen de África se ausentaba por primera vez en la historia, de la ciudad de la que es Patrona, Gobernadora, Alcaldesa y Capitana. Dos fechas importantes para la ciudad: el día 7 de marzo de 1991, con la salida de Ceuta de la Virgen hacia Madrid, y la llegada a nuestra ciudad el día 13 de diciembre de 1991. Por fin, los ceutíes, pueden contemplar a su Virgen perfectamente restaurada. Raimundo e Isabel reciben el agradecido aplauso de un pueblo que sabe apreciar el mérito de la obra bien hecha. La última revisión de la talla, corresponde al 2015 por el Sr. Cruz Solís, desplazado a nuestra Ciudad, y en cuyo informe, considera que la conservación de la Virgen, está en perfecta condiciones. Ante estos datos recogidos del proceso de restauración, una cosa debe estar clara: el derecho que las generaciones venideras tienen a admirar una singular joya artística y a poder rendirse a los pies de su Patrona y Madre para implorar su divina protección. Y este derecho habrá que garantizar.

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