Tras la Diada de Cataluña con su ya célebre cadena humana, que cogidos de las manos han venido en llamar la Vía Catalana, se han puesto de manifiesto algunos aspectos que, aunque sean de sobra conocidos, conviene analizar.
Y es que, se ha calificado el evento de “éxito histórico”, porque cubrieron 380 kms. de Norte a Sur de Cataluña, con la asistencia de 1.600.000 participantes, según los separatistas dicen. Y, en verdad, tiene ello su mérito, sobre todo, por el esfuerzo de organización, aunque a costa de gastar unos 2,5 millones de euros del erario público, pese a estar Cataluña casi arruinada, hasta el punto que ha tenido el Gobierno central que rescatarla, y que unos 2.500 agentes, también pagados con dinero público, se encargaran del orden y la intendencia. En cambio, las cifras oficiales de asistencia la reducen los medios estatales a entre 400.000 a 600.000 participantes. El año pasado dijeron que en la Diada se manifestaron 1.500.000, pero luego se demostró que sólo habían sido 600.000. Pero, en todo caso, Cataluña tiene unos 7.500.000 habitantes.
Y aquí ha sucedido ahora como cuando se aprobó el Estatuto catalán, que también cacarearon que “fue aprobado abrumadoramente, por la inmensa mayoría del pueblo catalán”; mientras que con la estadística electorales en la mano resultó que, de un censo de 5.199.430 electores, hubo 2.630.162 abstenciones, más 528.472 que votaron no, más 135.998 en blanco, más otros 23.033 votos nulos. Todos estos últimos suman 3.317.665 votantes que no dijeron sí al Estatuto, frente a sólo 1.881.765 que votaron a favor. Es decir, el Estatuto fue aprobado sólo por el 36,17% del electorado, mientras que el 63,83% no lo votaron. Por el contrario, el referéndum de la Constitución, fue aprobado por 17.706.078 votos a favor (el 87, 87%). O sea, fue con ese alto porcentaje de votos con el que los españoles (incluidos los catalanes), aprobaron el texto constitucional, en cuyo artículo 2º y otros se dispone la indisoluble unidad de España.
Si se obtiene la media entre lo que dicen los secesionistas y lo que dice el Gobierno sobre concurrencia, habrían sido sólo un millón de catalanes los encadenados. Y exigen ya la independencia porque con su Vía Catalana dicen que “han asombrado al mundo” y “no quieren ni pueden esperar más”. Pues con la concisión que un artículo permite, veamos sólo algo de lo que pasaría una vez que se autoproclamaran independientes. Cataluña se convertiría en un Estado como, por ejemplo, Papúa-Nueva Guinea, Aruba, Tonga, islas Caimán y Seychelles, Sri Lanka, Zimbabwe, etcétera; pero no pertenecería a la Unión Europea, tendría que solicitar su adhesión y cumplir con los requisitos previos para su ingreso. España tendría que dar el visto bueno y, si los españoles serios están aunque sólo sea algo más cuerdos que los secesionistas, les estarían años y años dándoles con las puertas de Europa en las narices; mientras tanto, se les estaría pidiendo el visado de entrada; tendrían que crear su propia moneda, que podría ser la pela o el catalino, que se devaluaría frente al euro y los españoles saldríamos ganando al cambio, mientras que ellos, para evitar una inflación importada, tendrían que trabajar más que ahora, pagar más impuestos y ser más pobres; estarían separados de Francia y España por fronteras, en cuyas aduanas tendrían que pagar derechos arancelarios a la importación y se encarecerían sus productos.
Tendrían que pagar las pensiones de todos los jubilados en Cataluña, más el desempleo y los graves problemas de sanidad que la comunidad padece, y que los españoles nos ahorraríamos. Tomando como referencia 2011, último año con las cuentas cerradas, los gastos de la Seguridad Social en Cataluña ascendieron a 19.541 millones de euros, mientras que los ingresos se quedaron en 18.445 millones. O sea, hubo casi 1.100 millones de déficit en las cuentas de las pensiones catalanas; mientras que Madrid, por poner el ejemplo más parecido, tuvo unos gastos en Seguridad Social en 2011 de 14.291 millones, pero con unos ingresos de 17.328 millones; y con esos tres mil millones de superávit se enjugaron, en parte, los números rojos catalanes. Mas Cataluña tiene una deuda de 50.945 millones de euros, más de una cuarta parte del total de la deuda de las 17 autonomías, cantidad equivalente al 25,7% de su PIB. Para hacernos una idea, Madrid, una región con un peso en el PIB nacional muy parecido, debe 21.960 millones (el 11,7% de su PIB). La TV 3 catalana gasta 300 millones anuales por estar al servicio del separatismo, que nos ahorraríamos, más la propaganda antiespañola que hace. Sólo el aval y los fondos de liquidez autonómica de la España por los separatistas tan odiada, han permitido a Artur Mas colocar su deuda y seguir financiando su derroche y su escalada secesionista. Los servicios públicos catalanes se pagan gracias a que la Hacienda estatal financia a Cataluña con más generosidad que a otras regiones. Desde la llegada del tripartito y luego de Artur Mas, las finanzas públicas catalanas se han hundido. Una Cataluña independiente entraría en bancarrota. Con el oprobioso “centralismo opresor” de Franco, que ellos llaman, en la década 1960-70 Cataluña era la región más rica de España. Hoy, tras más de tres décadas de nacionalismo radical, omnipotente y sectario, la autonomía es casi insolvente. Ha tenido que rescatarla España. Cuanta más intervención han tenido los políticos catalanes, más peso ha perdido Cataluña en la riqueza nacional.
Muchas empresas nacionales y multinacionales que ahora tienen allí su sede, la cambiarían a España, de hecho ya está ocurriendo, lo mismo que el dinero que los españoles tienen ahora en la Caixa, Banco de Sabadell, etc, huiría a refugiarse en los bancos nacionales. Tendrían que importar nuestros productos, mientras que nosotros dejaríamos en buena medida de consumir los suyos al encarecerlos sus aranceles. Nos ahorraríamos todo lo que hoy nos cuestan la cantidad de diputados y aenadores catalanes, que cobran por España y diputados autonómicos, y que, aunque los hay probos y honestos, en bastante casos no hacen sino promover, fomentar y alentar la independencia e ir los que son separatistas contra todo lo español; ahorraríamos sus viajes en primera a Madrid, sus estancias en hoteles de lujo, dietas, vacaciones, sueldos millonarios, coches oficiales, guardaespaldas, comilonas, etcétera. Nos ahorraríamos los traductores que a veces nos exigen, cuando sólo por buena educación deberían hablar en español, en el que todos nos entendemos y al que a todos nos obliga la Constitución. Ahorraríamos en las embajadas que tienen por todo el mundo para internacionalizar su causa soberanista. Dejaríamos de pagar a los Mossos d’ Esquadra, que ahora les paga el Ministerio del Interior, y también a policías y guardias civiles allí destinados, aunque a éstos se les relegue y denigre con peor sueldo.
Los ríos que nacen en España y desembocan en Cataluña podrían ser desviados en parte para regar zonas secas de España, mientras que ahora se oponen al trasvase del Ebro al Segura. Además podríamos construir un buen pantano en el Ebro para convertir en regadío y vergel el desierto de los Monegros. El cava catalán, que en un 80 % se vende en el resto de España, dejaría de consumirse, ya que lo hay extremeño que es muy bueno y más barato. Cuando necesiten dinero para hacer carreteras, autopistas, vías férreas, ampliar sus puertos y aeropuertos, que los que tienen se construyeron con el dinero público de todos, lo tendrán que pedir prestado a España porque nadie en el mundo les fía, pero, claro, sería ya pagándonos intereses y gastos. Podrían tener su selección de fútbol, y el Barça jugaría la liga con el Nastic, el Reus y el Sabadell, así generaría buenos ingresos para futuros fichajes. Además, ganarían siempre la liga, ya que no tendría rival. Lógicamente Messi, Puyol, Busquets, Xavi, Iniesta, Valdés, Pedrito, Alves, etcétera, buscarían equipos más competitivos en España o fuera y se nos abarataría el caché de las grandes figuras importadas. Pero por encima de todo, los españoles, nos liberaríamos de una buena cantidad de gente que nos desprecia, de políticos que sólo piensan en ellos, después en ellos y siempre en ellos, y de un montón de gente que nos utilizan para pedir y pedir, siempre bajo el chantaje de que, si no, se independizan, y siempre sacando algo en el peor de los casos.
En resumen, tras tres décadas de nacionalismo radical, según Josep María Colomer, “han conseguido un nuevo tipo de ciudadano cada vez más alejado, mental, vital, sociológica y anímicamente de la política y de la res pública”. Y han puesto en peligro la paz social, dividido a españoles y catalanes, a éstos entre sí, sembrado el odio, el separatismo, el enfrentamiento y la ruptura hacia España y todo lo español con el cuento tan manido de “España nos roba”. Los soberanistas han hecho fracasar a Cataluña en todos los órdenes; aunque siempre encontrando un enemigo, un chivo expiatorio al que endosarle sus propias culpas: A España y los españoles. Y si la autonomía catalana ha fracasado tan rotundamente, qué sería de una Cataluña independiente, sin las arcas españolas y sin las manirrotas inversiones del Gobierno central en Cataluña, porque si treinta años después, desde la autonomía han conducido a la sociedad catalana a un callejón sin salida y a la crisis más graves de su Historia en términos políticos, institucionales, económicos, y sociales, qué sucedería si llegaran a ser independientes.
Con su delirio secesionista han creado graves problemas a la gran mayoría del noble pueblo catalán, engañándole, porque Cataluña jamás fue nación, ni independiente, ni soberana. Eso es todo cuento y mentiras, inventándose una historia que nunca han tenido, porque jamás pasaron de ser un Condado del reino de Aragón, que otras autonomías sí fueran reinos. Ese es su gran complejo de inferioridad.
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