La asociación Septem Nostra ha dado la voz de alarma sobre la situación en que se encuentran los escasos ejemplares de castaños que han sobrevivido a los virulentos incendios que arrasaron ocho hectáreas de Calamocarro entre julio y agosto.
En apenas un mes, dos fuegos terminaron con un terreno de alto valor ecológico, arrasando numerosos castaños de gran riqueza medioambiental que quedaron reducidos a cenizas. Tan solo tres o cuatro ejemplares pudieron sobrevivir a las llamas, aunque todos han quedado gravemente dañados por el intenso fuego que arrasó el lugar. Para ellos, aún puede quedar una esperanza de recuperarlos, según opina el presidente de Septem Nostra, José Manuel Pérez Rivera, pero es necesario actuar con premura. “Habría que realizar un diagnóstico previo sobre la situación en que se encuentran y aplicarles un tratamiento fitosanitario. En caso contrario terminarán muriendo”.
Los escasos ejemplares de castaños que han sobrevivido a las llamas presentan las terribles huellas del fuego: ramas quemadas que pueden terminar infectando al resto del árbol provocando que su recuperación sea irreversible. “Si se aplica un tratamiento de manera urgente, tendrán alguna posibilidad de recuperarse, pero hay que tratarlos enseguida porque todos los árboles están heridos por el fuego”, insta Pérez Rivera.
En la misma situación se encuentra un pino ubicado en las inmediaciones del arroyo de Calamocarro. Sus raíces, que se encontraban en el exterior debido a la erosión del terreno, también fueron seriamente dañadas por el terrible fuego que asoló la zona. Al igual que con los castaños, la única posibilidad de recuperar a este emblemático ejemplar sería a través de un tratamiento fitosanitario.
Esta es, a entender de Pérez Rivera, una de las actuaciones fundamentales que la Ciudad debe poner en marcha a la mayor brevedad posible. “Cuanto antes se actúe, más probabilidades habrá de recuperarlos porque, al igual que cualquier otro ser vivo, si las heridas se tratan de inmediato, antes se recuperarán”.
Pero aún quedaría por impulsar otra acción encaminada a restablecer los daños ocasionados por el fuego. Pérez Rivera insta a la Ciudad a adoptar una serie de medidas para la contención del terreno. Las fuertes lluvias otoñales que azotan nuestra ciudad en septiembre podrían generar una grave erosión del valioso suelo vegetal, especialmente en las zonas más sensibles, especialmente en la que se ubicaban los castaños.
No sería esta la única consecuencia de las lluvias otoñales. El presidente de la entidad ecologista teme que las precipitaciones terminen arrastrando las cenizas hasta el arroyo de Calamocarro, con la consecuente contaminación del lugar.
Pérez Rivera reitera la importancia de actuar a la mayor brevedad posible para “no dejar morir” a los ejemplares supervivientes de esta catástrofe ecológica.
Recordar que el primero de estos incendios tuvo lugar la madrugada del pasado 7 de julio, mientras que el segundo se produjo el 8 de agosto. Tan solo un mes de diferencia pero terribles consecuencias para la zona de Calamocarro, considerada área de especial riqueza ecológica.
Algunos vecinos y los menores del centro de Punta Blanca tuvieron que ser evacuados hasta que el fuego pudo ser controlado, para lo cual se contó con la ayuda de medios aéreos llegados desde la Península.
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