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En el horizonte, las 40 jornadas seguidas sin nuevos positivos por coronavirus en Ceuta

La Dirección Territorial del Instituto Nacional de Gestión Sanitaria (Ingesa) ha informado en su primera y segunda actualización del día, de que no se han detectado nuevos positivos en Ceuta en las últimas horas, aunque se mantiene a la espera de los resultados de un caso sospechoso, cuyos análisis realizados en la ciudad no son concluyentes. Así las cosas, de momento, Ceuta continúa con cero casos activos de coronavirus, después de que el contador quedara a cero el pasado 11 de junio, cuando se curó la última persona que tenía COVID-19 en la ciudad. Ceuta ha contabilizado 222 casos positivos desde el inicio de la pandemia, con un saldo de 218 curados y cuatro fallecidos (dos hombres y dos mujeres).

Brotes en España

La escalada de brotes de coronavirus en la última semana y los confinamientos de las comarcas del Segrià en Lleida y de A Mariña en Lugo han exacerbado la preocupación y los temores con algunas interpretaciones de la evolución de la epidemia que han contribuido a introducir dudas y desconcierto, el camino más rápido para imponer lecturas incompletas o excesivas de lo que está sucediendo, pase lo que pase después. También ha habido estos últimos días, con dos de los focos principales en territorios como Galicia y el País Vasco que votan el domingo, llamadas a la prudencia, a la responsabilidad individual, a las medidas de seguridad y a las actuaciones sanitarias “contundentes” frente a los casos positivos que han ido creciendo y multiplicándose. Dos puntos de partida que parecen haberse olvidado: uno, los brotes de esta semana estaban de forma genérica anunciados por los que se veían a diario en los países que habían iniciado antes la reapertura de actividades y movimientos; y dos, todo desconfinamiento conlleva intrínsecamente una cierta relajación. "Mientras no tengamos una vacuna o tratamiento, habrá brotes. Si somos capaces de actuar rápidamente no debe preocuparnos más de la cuenta". Son palabras pronunciadas este viernes por el ministro de Sanidad, Salvador Illa, que las lleva repitiendo muchas semanas y que remiten a un hecho objetivo: el lapso de tiempo entre que aparecen los síntomas y se notifica el resultado oscila entre 1 y 3 días, mientras que antes se tardaba entre 10 y 12. Ahora y antes, dos adverbios temporales que se han mezclado en los últimos días al valorar lo que estaba pasando en este momento con las referencias de lo que ocurrió hace unos meses, en los días más duros de pandemia cuando los muertos llegaban a comienzos de abril a los 900 y los hospitales de Madrid y Cataluña se aproximaban al colapso. Entonces la transmisión era comunitaria, estaba totalmente descontrolada, y el parte diario de casos, pese al desbarajuste estadístico, no establecía relaciones. Ahora se habla de brotes con focos identificados, casi todos con su trazabilidad, pruebas PCR suficientes, aislamientos, cuarentenas y, en casos puntuales como los del Segrià y A Mariña, confinamientos. Se sabe ahora, a diferencia de hace unos meses, que el 70 % de los positivos son asintomáticos y que los asintomáticos no son todos supercontagiadores, al contrario, ya hay algunas evidencias de que muchos contagian menos de lo que se pensaba, aunque siguen siendo una de las piezas críticas del puzzle de la covid-19 por su capacidad de infectar en la sombra. Se calcula que algo menos de la mitad de los contagios se producen en el ámbito familiar y social, como se ha comprobado esta semana en una boda en Tudela (Navarra) con 31 positivos, y un funeral en Belicena (Granada) con 33, o en la semana anterior en Santander en un núcleo familiar con 16 afectados, que obligó a poner en cuarentena a un edificio, y en Ordizia, donde una comida en un bar de una persona llegada de Lleida ha causado ya 69 casos. De los brotes más relevantes, como el de la comarca catalana del Segrià, el de A Mariña lucense o el mismo de Ordizia, se pueden sacar también algunas conclusiones más allá de los rebrotes de preocupación y desconcierto. Con la transmisión del virus en marcha, en muchos casos ya de forma comunitaria, se han detectado en el Segrià otros dos problemas añadidos: el de los rastreadores sobre el terreno para hacer frente a un asunto complejo, como es la ubicación de los inmigrantes, y el de los sanitarios, que obligó a la Generalitat a hacer un llamamiento en busca de voluntarios en cuanto se incrementaron el número de enfermos hospitalizados. Una falta de previsión en su conjunto que pone aún más en evidencia si hubo avisos directos y específicos previos, como aseguró ayer el presidente del Colegio Oficial de Médicos de Lleida, Ramon Mur, quien ha dicho que en mayo ya alertaron de la necesidad de actuar sobre las condiciones en que trabajaban y vivían los temporeros para evitar un rebrote. Tampoco se han tenido en cuenta todos los escenarios factibles en Galicia y el País Vasco con las elecciones autonómicas aplazadas en su día por la misma crisis sanitaria, lo que ha llevado a tomar controvertidas decisiones como la de impedir, en el caso de Euskadi, con una orden administrativa el ejercicio fundamental del derecho al voto a las personas que están infectadas.

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