Opinión

Las casas del sordo

Los padres tienden a creer que alguno de sus hijos puede ser un genio, así si juegan al fútbol, increparán mordazmente al árbitro cuando el “genio” cometa una falta porque su hijo está llamado a ser una estrella del deporte , espera que sea mundialmente admirado y un genio no comete faltas. Si es que toca el piano, escuchen, escuchen ustedes como en todas las celebraciones como toca el piano mi hijo, Chopin, Beethoven, Liszt, lo que quieran, nada se le resiste. Al poco tiempo el futbolista se da cuenta de que no pasa el ojeo de un equipo de tercera y el pianista, al que ya le duelen los dedos piensa que esto no es lo suyo. Hay otros que perseveran y, si es el caso de los músicos, integrarán las orquestas sinfónicas, municipales, comunitarias o “nacionales” que abundan en nuestra piel de toro , si es el futbolista y sigue dando patadas seguramente es que , lo que es el estudio, no le ha llamado a su vereda y es posible que se instale en un equipo de tercera. Desengañémonos, genios hay muy pocos. Y a veces hasta son malos estudiantes.

Yo he encontrado alguno de estos malos estudiantes en la Música, aunque no esté relacionado el ser mal estudiante con buen músico; cuando hablo de Música me refiero a la clásica y es que la música clásica es excepcional y capaz de romper todos los cánones. Esta música culta no se ha podido perfeccionar en nuestros días porque creo que ya llegó a la cumbre en los siglos XVIII y XIX donde destacó en ese periodo permaneciendo como una edad dorada de la música y no ocurrió como otros creen que sí ha sucedido en la pintura. Por eso, sigue existiendo esa tipo de música a diferencia de todas las demás contemporáneas y ya sea el austríaco Gustav Mahler, el ruso Sergei Prokófiev, el inglés Edward Elgar o el español Joaquín Rodrigo, cuando componen o interpretan, a pesar de ser contemporáneos ya que todos ellos conocieron el siglo XX, es música clásica lo que crean, no existe el cubismo en esta música , ni un Picasso que la revolucione, sigue siendo clásica la mejor música y ahí sí hay verdaderos genios, aún vestidos con diversos ropajes como el del clasicismo, el romanticismo o el de la música barroca. La música de cámara es bella, las cantatas, los “lieder” alemanes, los stabats mater, las pasiones, los réquiems, las pavanas, los adagios, para qué seguir, y de su ligazón de la clásica con la lírica surge la Ópera que es uno de los mayores artes imaginado, aunque no todos los grandes compositores se han dedicado a la Ópera, por ejemplo, uno de los grandes genios y mal estudiante, lo ha sido por sus Sinfonías y solo compuso una ópera: ”Fidelio”.

He estado en Bonn dos veces, una por trabajo y no pude visitar su casa, y la última por placer y visitándola creí que podía imaginar iluso de mí, cómo era la vida del genio, que por cierto no me recibió ya que el buen señor hacía ciento noventa y tres años que había fallecido. Luego comprendí que este genio no podía haberse enclaustrado en esa casa, ahí solo nació y supe que había viajado y vivido mucho tiempo en Viena, el principal foco de la Música, siguiendo a Mozart y a Haydn, para que escucharan sus composiciones y si es posible le dieran clases. Pero en Viena yo siempre perseguí a Mozart, nunca a Beethoven, de nuevo mi ignorancia me ocultó que en esa extraordinaria ciudad había vivido la mayor parte de su vida ,en varias casas, el gran sordo.

He conocido pilotos que después de una vida dedicada a la Aviación, por lo que tuvieron que pasar exámenes exhaustivos de la vista para conocer su agudeza visual, se han quedado ciegos. Creo que es lo peor que le puede ocurrir al ser humano. Pero el ciego vive la realidad cotidiana, oye los ruidos de la calle, conversa con su prójimo, oye las noticias sobre lo que sucede en su país, puede discutir o conferenciar, sigue siendo ciudadano del mundo de los ruidos y de los sonidos. El sordo no. El sordo se esconde dentro de su mundo en el que habita solamente él. Y en ese , creo yo, inframundo, ¿cómo es posible crear una sinfonía, qué imaginación tan portentosa hay que tener para crear los momentos en los que tiene que actuar cada uno de los instrumentos, su duración y su intensidad sin poder oírlos, solo imaginarlos?. Eso solo puede hacerlo un ser fuera de lo común: Ludwig Van Beethoven. En sus 57 años de vida no tiene el repertorio tan amplio como el de “viejo peluca”, es imposible en ese sentido igualar a Bach, pero lo escaso que tiene en comparación cuantitativa si lo tiene en cualitativa; nueve sinfonías, cinco conciertos para piano, uno para violín, treinta y dos sonatas para piano, dos misas y una ópera, y doscientas treinta y cinco obras descubiertas después de su muerte si tenemos en cuenta en qué condiciones se realizó casi todo, es más que suficiente para descubrirse.

De los 57 años que vivió, disfrutando del clasicismo y del romanticismo musical, 35 años los pasó en Viena donde llegó al cumplir los 17 años para ser alumno de Mozart, pero la repentina muerte de su madre y su padre alcohólico y en prisión le hizo volver a Bonn para cuidar de sus hermanos, desde donde regresaría a los 22 años esta vez para quedarse, en principio para ser alumno de Haydn, ya que Mozart había fallecido. Ya no volvería a su tierra natal.

Hombre enfermo de tifus, hepatitis, reuma y cirrosis y gran amante de las mujeres entre las que tuvo gran éxito y grandes humillaciones, la tormenta y el fracaso, sobre todo entre las más jóvenes. No le gustaba dar clases de piano salvo si la alumna era joven y bella, es el caso de las hijas de la condesa Anna von Brunswick, Therese y Josephine, obsesionándose por esta última que se casó posteriormente con un conde amigo de la familia, después cortejó a Therese Malfatti de 17 años, a la que se declaró en 1810 cuando él tenía ya cuarenta ,que lo humilló al casarse también con otro noble austriaco. A pesar de su dolor le dedicó la célebre bagatela “Para Therese”, que por error en la transcripción acabaría siendo “Para Elisa”.

Su infancia con un padre músico poco brillante y alcohólico había sido dura además de rígida pretendiendo que su hijo fuera un niño prodigio al estilo de Mozart. Beethoven lo fue pero en su madurez. Al llegar a Viena fue a vivir a Heiligenstadt en un pequeño apartamento en el número 6 de la Probusgasse hasta 1804 , hoy convertido en el Museo Beethoven a ser ampliado en catorce salas. A los 32 años ya supo que su sordera era irreversible, el mal genio del genio también era conocido, como su manía de estrellar huevos en muchos de sus arranques impetuosos. En esa época escribió su testamento dirigido a su hermano, que nunca fue enviado.

El éxito de su sonata “Patética “ fue el comienzo de su encumbramiento, después llegan las sinfonías ,las sinfonías son Beethoven, comenzó a los 29 años a componer la primera de sus nueve sinfonías, y ésta primera fue dedicada a un aristócrata neerlandés, uno de sus protectores también amigo de Mozart y Haydn, el barón Gottfried Van Swieten, sin embargo creo que es de las menos interpretadas y escuchadas, pero es el principio sinfónico del genio. En general creo que la primera, la segunda y la cuarta son las menos escuchadas. Todavía no estaba sordo, el sonido de Beethoven es inconfundible, esa fuerza que siempre dice algo y te deja petrificado ya sea en lo sublime o en lo triste, en lo ardoroso o en lo apacible en todo esa panoplia de sensaciones es donde yo encuentro al genio. Dos años más tarde presenta su segunda sinfonía, quizás la más criticada pero una de las que más fuerza contiene, también dedicada otro a protector, el príncipe Karl Lichnowsky, el genio ya estaba triste y sin embargo plantea una sinfonía con mucho poder y realmente alegre. Con su protector emprende un viaje por centro Europa siendo aclamado en Praga y en Berlín. La tercera, en 1803,la compondrá en honor del corso “Sinfonía Napoleón”, el genio era admirador de la Revolución Francesa pensando que nos llevaría a un mundo superior, de ahí su primer envite en dedicar esta sinfonía al corso, que encarnaba el espíritu de la revolución, sin embargo, afortunadamente se arrepintió, cuando en 1804 el francés se autoproclamó emperador coronándose al tiempo que arrebataba la corona al Papa, “ Así que es un hombre vulgar. Ahora pisoteará todos los derechos humanos , y se ocupará de su propia ambición”, ese acto le hizo cambiar de opinión tachando y cambiando el nombre de la sinfonía por el de “Sinfonía Heroica”, que pasó de celebrar la memoria de un gran hombre a la de la muerte de un sueño, también fue dedicada a otro mecenas, el príncipe Lobkowitz. Algunos la consideran no solo la mejor de sus sinfonías sino la mejor sinfonía jamás compuesta.

Después de vivir en Heilingenstadt fue a vivir a casa de uno de sus amigos y progenitor, Pasqualati , desde los 34 a los 45 años (1804 y 1815), donde compuso su ópera “Fidelio” con una obertura magistral “Leonora”, y la célebre “Para Elisa”.

Comencé a interesarme por Beethoven al escuchar su Sexta sinfonía, la maravillosa tormenta y el suave apaciguamiento de la misma me hicieron quedarme absorto y quizás sea la menos beethoveniana de todas ellas, Beethoven, amante de la naturaleza dijo que prefería un árbol a una persona, aunque la cuarta es también de las “tranquilas”. Hay quien dice que las pares son tranquilas y las impares mayestáticas, hay Beethoven para todos los gustos. En una lista de las diez mejores sinfonías jamás compuestas no aparece ninguna de las pares, que le vamos a hacer, también me encanta la octava y ya no digo nada de la quinta y novena, la una nos señala el destino y la otra inconmensurable, con los versos de Schiller, la hermandad, en su Oda a la Alegría. “Hacer el bien allí donde podamos, amar la libertad sobre todas las cosas, y nunca negar la verdad, aunque sea frente al trono”, era el credo de esta genio.

Ya en 1817, la Taberna Meyer, sería su última habitación en vida conocida de este ser extraordinario, en una casa anexa a la bodega. ”La casa situada en la tranquila y soleada Pfarrplatz, con vistas al Danubio” escribiría.

Después de doce años de enclaustramiento el genio ya considerado como el más grande de los compositores hizo su aparición en 1.824 en un teatro de Viena, el Imperial, para estrenar su Sinfonía nº 9 en re menor. Todos sabían de su completa sordera ; se colocó detrás del director para seguir la obra en una copia de la partitura. Al terminar la obra, extraordinaria también por haber introducido cuatro solistas y un coro, el público rompió en aplausos mientras el genio seguía absorto en sus papeles, hasta que uno de los solistas le tocó en un hombro y le conminó a girarse, entonces, inclinándose dio las gracias. Fue su última aparición en público, tres años después falleció, unos dicen que por cirrosis y otros por envenenamiento; su décima sinfonía no la llegó a terminar, está enterrado en el Cementerio Central de Viena, la última de sus casas. En su testamento, encontrado tras su muerte grita contra los que no le han comprendido ”Oh hombres que me juzgáis malevolente, testarudo o misántropo. Cuán equivocados estáis”, diciendo lo que hubiera querido ser, una persona amigable y sociable “ Es imposible para mi decirle a los hombres, habla más fuerte, grita porque estoy sordo”. Estaba desesperado y temía que la sordera terminara con su carrera “Un poco más y hubiera puesto fin a mi vida”, confiesa. La música le frenó .” Imposible dejar el mundo hasta haber producido todo lo que yo sentía que estaba llamado a producir”.

Dedicado al magistral sordo, ahora que no me oye.

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