Dos edificaciones se esconden entre la vegetación que bordea la valla con Marruecos. Hacia la mitad del perímetro ceutí hay dos bloques con más de cien años de historia: son los dos blocaos de comandari con los que cuenta Ceuta. ‘Blocao’, explica el historiador Gabriel Fernández Ahumada, es un término que procede del alemán, de la unión entre ‘block’ (bloque) y ‘haus’ (casa). “En el Imperio Español —y lo llamamos así puesto que se están utilizando ya desde el siglo XIX— se ha utilizado en muchísimos lugares. Por ejemplo, y donde más, en Filipinas”, indica Fernández. Lo últimos de Bailén, añade, convirtieron la iglesia en uno. Sin embargo, aclara el historiador, no quedan demasiados en pie.
Después de la guerra de África (1859-1860), se levantan los fuertes que sirven para vigilar y defender la línea fronteriza , como el del Príncipe o el del Serrallo, así como torres como la de Mendizábal o la de Piniers. “Siempre había comunicación entre estas torres que llamamos neomedievales, pero entre ellas había algunos puntos ciegos o adelantados. La mayoría de veces, se suplen con la dotación de estos blocaos”, apunta Gabriel Fernández, de la sección de Patrimonio Cultural de la Ciudad.
"La idea era cubrir el boquete de Anyera, un paso natural bajo en la misma frontera”
Tenían una planta en forma de estrella y muros aspillerados: “Con pequeñas ventanitas que permiten sacar prácticamente solo un fusil, de manera que puedes disparar en todos los ángulos alrededor tuya”. En Ceuta se construyeron dos con mampuesto y ladrillo, pero solo ha sobrevivido uno. El otro se situaba, según apunta Fernández, en el Tarajal, en lo que hoy es el patio del CEIP Príncipe Felipe.
Alrededor de 1909 se construye uno más moderno. Se debió a la campaña en Marruecos. Así, el que quedó del siglo anterior tomó el nombre de blocao de comandari viejo y el último el de blocao de comandari nuevo.
“Ya cambia un poco el modelo, ya no tiene forma de estrella, sino que es un rectángulo, un cubo, de varias plantas”, resume el historiador. El material es sobre todo de cemento y hormigón. Además, cuenta con una terraza con un muro aspillerado con matacanes, unas aberturas que permiten disparar desde arriba si alguien se pega al bloque.
El cambio en la construcción se debe a varios factores. Uno de ellos es la sencillez de la obra rectangular. Además, cuando se levanta el nuevo blocao “ya hay ametralladoras”. También está situado en una zona un poco más elevada, más a la vista.
En estas edificaciones había cocina y la mayoría disponían de un aljibe, cuenta Gabriel Fernández: “Por si les atacaban, para que no carecieran de agua”. En cada uno se alojaba una pequeña dotación de militares que podían pasar en la fortificación entre 15 días y cuatro años, según el momento histórico. En una noticia que salió en ‘El mundo gráfico’ el 12 de noviembre de 1914, relata Fernández, se cuenta el ataque de al blocao nuevo, en el que había doce soldados.
“La idea tanto del comandari viejo como del nuevo era cubrir el boquete de Anyera, que era un paso natural bajo entre lo que sería hoy Francisco de Asís, Isabel II y la torre de Ányera, en la misma frontera”, refiere el historiador.
Los blocaos son un Bien de Interés Cultural (BIC) porque “forman parte de la línea defensiva histórica de los fuertes neomedievales”. Pasaron del Ejército a la Guardia Civil, también para el control del perímetro, y se utilizaron hasta los años sesenta. Reciben su nombre de Antonio Comandari, un intérprete de la Ciudad que, junto con Rafael Espinosa de los Monteros “fue uno de los promotores de la urbanización del campo exterior, entre ellas el Tarajal y el barrio de Comandari, la zona baja de lo que hoy es la barriada de Príncipe Alfonso.
Los dos blocaos de comandari que permanecen en pie son parte del Patrimonio de la ciudad. Sin embargo, además de ser grandes desconocidos entre parte de la población también sufren el olvido de las instituciones. “Son dos elementos históricos muy interesantes que merecerían su recuperación”, señala José Manuel Pérez Rivera, presidente de Septem Nostra. Tanto el blocao antiguo como el nuevo, añade, “llevan mucho tiempo abandonados y en un estado de deterioro progresivo”. Para Pérez Rivera, es urgente que “en consonancia con el grado de protección jurídica que se le dio” se establezca “un proyecto de consolidación y recuperación”.
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