Son varias las generaciones de ceutíes que han aprendido de su mano. Carmina López fue profesora de Lengua y Literatura Española durante 35 años en el IES Siete Colinas de Ceuta, donde puso todo su empeño en enseñar.
Una vida dedicada a la docencia y su familia, con la anécdota de que nació en África, vivió en España y recientemente ha fallecido en Filadelfia, en Estados Unidos.
Concretamente, ella nació un día de invierno en Chauen, donde su padre estaba destinado como militar. Después le trasladaron a Ceuta y luego a Granada. Allí estudio la carrera que le serviría de puente para trabajar como profesora, una profesión que tantas alegrías le ha dado.
Ya en el año 1963 y recién terminados los estudios, llegó de nuevo a la ciudad autónoma para trabajar en este instituto. Sin saberlo, le quedaba toda una vida por delante como profesora en el ‘Siete Colinas’, transmitiendo su pasión por enseñar a los alumnos y también a los nuevos profesores que iban llegando.
Para ella, su trabajo junto a su familia “lo era todo”, expresa su hijo Guillermo Cano. “Recuerdo que se levantaba muy temprano a corregir exámenes. Me levantaba y tenía toda la mesa del comedor llenísima de papeles. Ponía las notas arriba a la derecha y luego un comentario como ‘tienes que leer más’ o ‘tienes que mejorar este comentario”.
En definitiva, una total “dedicación a su trabajo y sus alumnos”. Así la recuerdan algunos, quienes aseguran que lo que la separaba de los demás profesores es lo accesible que era, siempre tenía tiempo para hablar con las alumnas de problemas.
Cuando alguna chica tenía algún problema serio, se iban a ella a “contarle sus penas”, ya que ella era muy comprensible, muy humana y no pasaba juicio a nadie, sólo escuchar y ayudar.
Todo esto la llevó a ser jefa de departamento de Lengua y Literatura, teniendo muchas responsabilidades. “Siempre arropaba a todos los nuevos profesores bajo sus alas y para el instituto era muy importante tenerla para guiar a los nuevos docentes”, añade su hijo.
Así fueron pasando los años hasta que llegó el momento de su jubilación en 2005. Lo celebró con una fiesta donde se reunieron compañeros, antiguos alumnos y su familia en el Casinillo de la Legión. Allí dio la bienvenida a una nueva etapa, “triste porque acababa su docencia pero contenta por poder tener esa libertad que no había tenido”.
También se despidió de Ceuta, ya que se trasladó a vivir de nuevo a Granada hasta que finalmente voló hasta el otro lado del océano para pasar sus últimos años rodeada por su hijo, su nuera y sus nietos, muy involucrados en el mundo del deporte. Y Carmina, muy orgullosa, “iba a verlos a todas las competiciones de fútbol, de natación…”.
Cabe destacar también que cruzó el Atlántico docenas de veces, la primera vez nada más acabar la carrera, ya que se fue a México a ver un tío de ella e hicieron escala en Nueva York, sin saber que volvería a repetir ese vuelo de forma constante años más tarde para ver a su hijo, que se fue a vivir allí. También vio en directo la elección del presidente Kennedy.
Sin duda, era una “aventurera” y una “viajera”, no le daba miedo conocer “nuevas tierras y costumbres”, tal y como la definen.
Para su hijo, lo más bonito de todo ha sido cuando “íbamos por la calle Real, que no podíamos dar más de tres pasos porque la gente la paraba diciéndole ‘señorita Carmina, usted me enseñó’. Conocía a toda Ceuta porque cientos de caballas han pasado por su clase. Todos la querían mucho y la recordaban con mucho cariño”, concluye su hijo.
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