Hace algunos años no era corriente que en Ceuta una mujer estudiara el Bachiller, que tuviera el carné de conducir y mucho menos que liderara una agencia de transporte. A Carmela Figuerola nunca nada la achantó. Siempre ha sido una mujer decidida y “con genio”, aunque no se considera ejemplo ni referente para las mujeres, sino “una más”.
“Cada uno hace lo que puede con lo que tiene, lo que pasa que las Carmelas somos mujeres de armas tomar”, con esa frase resume ella su coraje y valentía para hacer cosas hoy normales que por aquel entonces no lo eran para las mujeres. Quizás “algo revolucionaria” al nacer el 20 de mayo de 1931, pocos días después de que la Segunda República llegase a España, aunque de política prefiere no hablar.
El Jurado del Premio María de Eza a la mujer ceutí del año decidía el pasado lunes de manera unánime conceder el galardón a María del Carmen Figuerola Barrón, una mujer que “jugaba a ser padre cuando mis primas jugaban a las casitas” y que soñaba con estudiar Medicina.
Este año cumplirá 92, concretamente el 20 de mayo, “aunque para lo que me falta ya los tengo”. “A mi edad ya las alegrías y las tristezas me las tomo con mucha moderación, pero me dio mucha alegría. No paró de llamarme gente en todo el día, felicitándome porque conozco a todo el mundo y mucha gente me quiere. No me he llevado nunca mal con nadie”, bromea.
Nació en Ceuta, aunque también vivió en Valencia unos ocho años y en Jerez de la Frontera otro año. Su padre, José Figuerola Alamar, pertenecía al Regimiento de Ingenieros, al ser arquitecto, y con él se iba moviendo toda la familia. Su madre, María del Carmen Barrón Ramos de Soto Mayor, nació en Cuba y fue maestra de escuela, recuerda Carmela mostrando el gran cuadro de La Habana que tiene en su salón.
Vivió tiempos no tan buenos en Ceuta. “Recuerdo perfectamente todo de la Guerra. Yo tenía cuatro años cuando comenzó y mi padre se fue al frente, murió un hermano mío en el frente con 19 años... osea que la Guerra yo la sufrí. Cuando bombardearon la calle Jáudenes mi padre fue de los primeros en acudir a ayudar a sacar gente y sacó una niña pequeña que la trajo a casa hasta que aparecieron los padres”, explica al mismo tiempo que rememora que vivían con su abuela materna en Alfau, quien “tenía dos hijos: uno en cada bando”, aunque ella “no se enteró que había guerra”.
Al ser la menor de seis hermanos, Carmela era la niña de la casa, aunque “siempre he tenido genio”. “Siempre he ido un poco adelantada a mi época. Tenía nueve años y por aquel entonces vivíamos en Valencia en un chalet. Todas las niñas que vivían alrededor venían a mi casa a que les enseñara a leer y escribir. Los ponía en los escalones y yo abajo con un cajón de madera, que era la mesa. Yo era la maestra perejil, que no sabe leer ni enseñar a escribir. Yo era la maestra Doña Carmen. Ya tenía poder desde chica y servía para mandar”, ríe.
Pero para poder tener el carné tenía que tener el Servicio Social. “Como había hecho el Bachiller y siete años de Formación del Espíritu Nacional, me quedaban solo seis meses. Entonces me dijeron que tenía que hacer labores y encantada. Pero yo no hacía nada, las canastillas las compraba hechas y no se daban cuenta”, bromea.
Carmela es una mujer “con memoria de elefante” que recuerda sus inicios en la agencia de transportes Partida. “Llegué a la agencia con 18 años con mucha fuerza y mi cuñado había pasado muchas cosas porque se encontró con que se había muerto su padre y tenía que sacar la empresa solo. Yo le quitaba todo lo que podía... que había un problema con un empleado y había que ir a Magistratura, yo iba a todos lados”, rememora.
Carmen tiene muy presente también todas las operaciones que hacían con Marruecos, en un sector “que era todo de hombres”. “En los tiempos del Protectorado se cortó la aduana y el transporte de aquí a Tetuán. Nosotros teníamos mucho trabajo porque todo lo que venía de la Península iba para Tetuán y entonces nos quedamos con los cuatro clientes de Ceuta y era muy poquita cosa. Entonces, abrimos una oficina en Tánger y mi cuñado se fue allí. Estuvo seis meses viviendo allí para conseguir la residencia y todo ese tiempo me lo tragué yo para mí sola”, cuenta.
En la Agencia Partida estuvo hasta su jubilación. “He estado siempre muy a gusto con los clientes y con todo el mundo... eso también es suerte. Entré ganando 500 pesetas y salí con 350.000 después de 42 años de trabajo. Y ahora tengo una buena pensión y ya llevo 32 años cobrando”.
La ceutí sigue perteneciendo al Rotary Club de Ceuta, entidad que le llevó a ser la primera mujer rotaria de España. “Siempre me he lanzado a todo. Cuando lo del Rotary, vi que no había ninguna mujer rotaria, y pensé que con las mujeres que estamos aquí... ¿por qué no?. Me dijeron que si yo quería y dije que sí. Tienen que ser ellos del Club los que quieran tirar de ti y dije que sí”.
Una época muy bonita que Carmen recuerda con cariño porque “era una mujer que iba de mi casa a la oficina y de la oficina a mi casa”. “Con los rotarios me abrí a muchas cosas, a viajar, reuniones... de todo porque son todo gente amiga y siempre muy agradables. Gracias a eso nos fuimos al Rocío, veintitantos días a la India, Italia... a cuenta de las amistades que hice porque sino no hubiera ido”, confiesa.
Para Carmela conciliar su vida personal y laboral ha sido muy fácil: “Yo vivía con mis padres, con mis hermanos y con los niños. La verdad que tenía una ventaja grandísima porque si algún día por lo que fuera no podía ir pues me quedaba en casa, al igual que iba a la oficina sábados, domingos y los días que fuera. Eso el que tiene que dar la cara en un trabajo pues no puede hacerlo”, explica.
Carmela no ha encontrado trabas “en un mundo de hombres por ser mujer”. “Desde pequeña me llevaba mejor con los niños porque a mí me gustaba subirme a los árboles y esas cosas, no jugar a las muñecas. Pero cuando había que fregar... fregaba. En esta vida hay que hacer lo que haga falta.. pero trabas no, la verdad”.
Reconoce que para las mujeres es más difícil compatibilizar la vida profesional con la familiar. “A las mujeres les queda mucho camino que recorrer. Considero que hay que igualar todo lo más que se pueda, sobre todo para la conciliación... Pero el día a día para una mujer es muy difícil. Una mujer con ser madre, tener hijos, un trabajo... eso no se puede evitar por que hasta que no sean los hombres los que den a luz y tengan a los niños... Pero poquito a poco algo se hace, seguiremos en la lucha”, concluye en esta entrevista mantenida con El Faro de Ceuta y FaroTV.
Su mayor referente, su madre. “Tenía la carrera de piano y al venirse de Cuba a España, en Guadalajara iba todos los días hasta Madrid, sola y con una fiambrerita con tortilla de patatas. Y por la noche se volvía sola, que eso en aquella época tampoco era muy corriente. Y con 14 años tenía ya una escuela suya y no se podía ejercer hasta los 16. Mi madre y mi abuela sí que eran unas adelantadas a su época, mucho más que yo”.
Desde que se jubiló, y tras toda una vida de trabajo, Carmen se ha dedicado a ayudar a su familia y a colaborar en todo lo que puede. Pero le encanta echar la vista atrás, mirar todas las fotos y recordar “otros tiempos”. Aún conserva las láminas de Arquitectura e Ingeniería de cuando su padre estudiaba “con un 11 porque era muy bueno”.
Fotografías, cartas, cuadros, y decenas de álbumes de toda la familia que atesora en casa como oro en paño. “Si cierro los ojos, recuerdo hasta las conversaciones, da igual el año”.
Le hubiera gustado estudiar Medicina, pero “con eso no tuve tanta suerte”. “Coincidió que cuando terminé el Bachiller en Valencia, mis padres se querían venir a Ceuta y aquí no podía estudiar. Entonces pensé, bueno ya me buscaré la vida de lo que sea y nos vinimos y a los tres días estaba en la oficina de la agencia”. La Medicina a día de hoy le sigue llamando la atención. “Me gusta y siempre he estado pendiente de todas esas cosas en mi casa, en mi familia. Mi cuñado enfermó de cáncer y nunca le tuvieron que dar quimioterapia porque siempre estuve pendiente de llevarlo aquí o allí...Y no supo que tenía cáncer porque por los antecedentes que había en su familia preferí no decírselo”. Carmen siempre ha estado pendiente de la salud de sus padres, de sus hermanos y de sus sobrinos, que “son para mí mis hijos porque hemos estado siempre juntos y se han criado conmigo”.
“El mayor de mis sobrinos es como si fuera mi hermano porque tiene 82 años y cuando éramos chicos nos peleábamos y todo”.
La entrega del XXVIII Premio María de Eza se llevará a cabo en el Salón del Trono del Palacio de la Asamblea el próximo 8 de marzo a las 11.00 horas de la mano del presidente de la Ciudad, Juan Vivas.
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