Opinión

Del Carmelo al Calvario: Génesis de María Santísima de la Caridad

Este año se cumple el 75 aniversario de la hechura de María Santísima de la Caridad, obra del famoso escultor sevillano Antonio Castillo Lastrucci. En 1948 esta dulce imagen mariana salía del prolífico taller de la calle San Vicente con destino a Ceuta; sin embargo su verdadero viaje resultó un largo camino de años y olvidos para salvar la distancia que separa dos montes santos que están en la esencia de su historia material y devocional; porque si bien en el Carmelo estuvo su cuna, una serie de circunstancias providenciales la llevaron al Calvario y en su cima la dejaron para siempre como dolorosa sin lágrimas. Estos curiosos hechos que marcaron los primeros años de historia de la Virgen melancólica de la Flagelación, lejos de ser simplemente anecdóticos, han marcado profundamente la relación entre los devotos que la contemplan, generando una singular corriente de cariño que se condensa en una expresión que es piropo y plegaria al mismo tiempo: ¡Cari!.

La Flagelación

Como gran parte de las actuales cofradías de penitencia de Ceuta, la Flagelación es una rama que nace del tronco común del Santo Entierro, hermandad que a principios del siglo pasado puso gran empeño en ir completando su procesión del Viernes Santo con distintos pasos de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. De este modo llega a nuestra ciudad el paso compuesto por Jesús atado a la columna y dos verdugos o sayones en actitud de flagelarlo. Fue encargado por catálogo, algo muy común en aquel tiempo, a la Casa Aranda de Zaragoza, aunque  desconocemos su verdadero artífice, ya que este tipo de comercio negociaba con distintos escultores que eran los que realmente realizaban las obras quedando, casi siempre, sus nombres en el olvido.

Se trata de un misterio bastante equilibrado y bien compuesto, de tamaño un poco menor que el natural, tallado en madera siguiendo un estilo cercano al usual en los talleres catalanes de principios de siglo. El hallazgo de una postal fotográfica francesa con la marca R. Guilleminot1 reproduciendo un grupo escultórico estrechamente relacionado con el misterio ceutí de la Flagelación podría arrojar pistas sobre su origen, ampliando las posibilidades de su autoría o, al menos, de su posible fuente de inspiración en un taller foráneo.

Fue la familia Trujillo quien donara este nuevo grupo escultórico, que salió procesionalmente por primera vez el Viernes Santo de 1925.

El Santísimo Cristo de la Flagelación se ubicó en un altar construido expresamente para él en el Santuario de África, en la pequeña capilla del sotacoro en el lado de la epístola, donde actualmente vemos el retablo del Sagrado Corazón de Jesús.

Como ya adelantamos, desde sus inicios en 1925 hasta 1967, el paso de la Sagrada Flagelación nunca tuvo cofradía propia, perteneciendo como sección al Santo Entierro. Su última salida procesional tendría lugar en 1953, culminando esta primera etapa de su historia estrechamente vinculada a la hermandad penitencial decana de Ceuta. Se abre a partir de entonces un periodo de olvido con catorce años sin salir en procesión y la significativa pérdida de su altar, que fue ocupado por una imagen olotense del Cristo de Medinaceli carente de valor.2 La imagen del Señor atado a la columna pasaría a la capilla de Jesús Nazareno, donde ocupó un discreto lugar a la izquierda de la imagen titular.

En la Semana Santa de 1967, unos jóvenes que ayudaban a Pepe Serón en el montaje de los pasos se fijaron en el Cristo de la Flagelación y decidieron, con más ilusión que medios, recuperarlo para la Semana Santa de Ceuta. Bernabé López Arrabal y Bernardo González Ríos, con el apoyo del padre del primero, José López Maldonado, fundan la Cofradía, que saldría por primera vez el Miércoles Santo de 1968 usando el mismo paso de la Pollinica, un modesto conjunto compuesto por un chásis para ser conducido a ruedas y un discreto moldurón tallado en madera por artesanos locales, pintado de purpurina dorada; ya que, aparte del grupo escultórico, nada se había salvado de su primera etapa procesional. 

La Virgen del Carmen de los Remedios

Aunque carecemos de datos concretos sobre su origen, la devoción a la Virgen del Carmen en la parroquia de los Remedios cobra especial arraigo al iniciarse el siglo XX. La imagen a la que se tributaba culto era de pequeño tamaño, de producción industrial realizada en pasta o escayola. Llegó a tener una asociación de fieles que se encargaba de promover su devoción, encargándose de los actos en su honor que se celebraban con notable solemnidad con ocasión de su festividad del 16 de julio. Conservamos varias fotografías que reflejan la entidad de los montajes efímeros levantados para este fin en el altar mayor de la parroquia. Según testimonio de Pepe Remigio, fue la única imagen en Ceuta que sufrió daños con motivo de los desórdenes previos a la Guerra Civil al entrar en el templo algunos alborotadores que la golpearon, sufriendo daños importantes la cabeza del Niño Jesús. Recuperada la calma, la cabeza destruida se sustituyó por una perteneciente a un Niño Jesús de cuna que no se ajustaba a la proporción de la imagen, trabajo realizado con más buena voluntad que acierto.3

La relación entre el cofrade y feligrés de los Remedios José Antonio González López (Pepe Remigio) y el escultor sevillano Antonio Castillo Lastrucci, fructificó en una serie de obras para Ceuta, gestionadas personalmente por Juan Lagares Bernal, amigo de confianza de Pepe Remigio. Entre 1947 y 1949 Castillo realizaba la nueva imagen del Crucificado de la Buena Muerte para la cofradía de los Remedios. Inmerso en ese interesante periodo de renovación artística, Pepe pensó sustituir la modesta y deficientemente restaurada imagen de la Virgen del Carmen de la parroquia por una nueva obra de mayor entidad.

El encargo, aunque promovido por Pepe Remigio, se formalizó a través de Juan Lagares en enero de 1948. Se trataba de una Virgen del Carmen con el Niño Jesús, de tamaño natural y de vestir. Su precio se acordó en 3.800 pesetas, al que hubo que sumarle 300 más en concepto de embalaje para su traslado a Ceuta.

No hemos encontrado datos acerca de la ceremonia de bendición que, seguramente, debió llevarse a cabo para exponerla al culto en la parroquia. Solo conservamos una fotografía de la Virgen en los Remedios, importante documento que debemos a la familia Márquez Pacheco. De ella podemos deducir que se dispuso en un sencillo altar improvisado compuesto por mesa, grada a modo de peana y fondo de tela enmarcado por una fina moldura dorada. No podía faltar el Crucifijo y el juego de seis candelabros que, en aquel tiempo, era preceptivo en cualquier altar. Llaman nuestra atención los aparatosos ramos de flores contrahechas, elementos propios de la estética de entonces. Acompañando a la Virgen vemos dos pequeñas imágenes relacionadas con el Carmelo: santa Teresa de Jesús y santa Teresa de Lixieux.

Desconocemos la ubicación exacta que tuvo este altar en los Remedios, aunque dada la escasa altura de las naves laterales, solo pudo situarse en algún lugar el crucero.

Todo parece indicar que la nueva imagen de la Virgen del Carmen no llegó a calar entre los fieles, quizá por estar acostumbrados a la anterior, de pequeño tamaño y totalmente reconocible al ajustarse a un estereotipo carmelitano que las fábricas de santos y las estampitas piadosas habían repetido hasta la saciedad; un molde en el que esta imagen, de tamaño natural y de vestir, no encajaba. Pero ya fuera por esta causa, o por simple falta de espacio en el templo, el caso es que no mucho tiempo después fue retirada del culto, siendo almacenada durante años.

 

La imagen del Niño Jesús fue reutilizada, colocándola en brazos del san José que en 1958 donó Pepe Remigio a la parroquia con motivo de su enlace matrimonial, y que también encomendó a Castillo Lastrucci.4  Esta imagen del Niño del Carmen, que durante muchos años permaneció en brazos del Santo Patriarca, protagonizó en 2004 una desafortunada historia al ser utilizado en el Belén que la Ciudad Autónoma instaló en la plaza de la Constitución, de donde fue robado el día 31 de diciembre. Afortunadamente pudo recuperarse en la víspera del día de Reyes, aunque con algunos daños que hubieron de ser subsanados por el restaurador ceutí Daniel Bellón Sánchez.

Durante los largos años de olvido que la Virgen del Carmen pasó retirada del culto, llegó a ser utilizada como ocasional figura en un belén parroquial. Esta situación de abandono terminaría en 1967 cuando comenzó a gestarse su incorporación a la recién fundada hermandad de la Flagelación.

Caridad Dolorosa

Se había recuperado el paso de la Flagelación en la Semana Santa ceutí en 1968, logrando la fundación de su propia hermandad y sus cofrades, desde el principio, sintieron el deseo de incorporar una Dolorosa que en un futuro acompañara al Señor atado a la columna. Aunque sin medios económicos para cumplir su proyecto, se habían interesado por una imagen de la Virgen, muy hermosa, que se encontraba guardada en las dependencias de la cofradía de los Remedios. Valentín Cabillas Cabas, que entonces ocupaba el cargo de tesorero en la Flagelación, acuerda con el propietario de la imagen, Pepe Remigio, adquirirla por 15.000 pesetas para su hermandad. Dada la apurada situación económica de la joven corporación, abonaron el precio en tres letras de cambio de 5.000 pesetas cada una. Oficialmente la adquisición quedó formalizada en un documento fechado el 8 de diciembre de 1969, año en que había salido por primera vez en la procesión del Miércoles Santo. Todo parece indicar que ya en 1967 la imagen estaba en poder de los cofrades, por lo que podemos afirmar que la génesis de la Virgen de la Caridad coincide prácticamente con los primeros instantes fundacionales de la hermandad.

"Desde sus inicios en 1925 hasta 1967, el paso de la Sagrada Flagelación nunca tuvo cofradía propia, perteneciendo como sección al Santo Entierro"

El caso es que cuando aquellos cofrades fueron a recoger la imagen del almacén de los Remedios se encontraron con un inesperado problema: las manos no aparecían, a pesar de lo cual decidieron llevársela, sin tener siquiera un espacio donde poder exponerla al culto.5

Una vez en el Santuario de África, la subieron al cuarto de la hermandad del Santo Entierro, situado en el coro, donde el creativo cofrade Pepe Serón la vistió por primera vez, utilizando las ropas negras bordadas de la Soledad, su corona de procesión y, como no habían aparecido sus manos, tuvieron que usar también las pertenecientes a la citada imagen. Afortunadamente existe un reportaje fotográfico de este momento, fechado en 1967 que da fe de ello.

Llegado a este punto, había que buscar un nombre para la Virgen, así que pensaron llamarla Caridad, en recuerdo de la madrina cubana que había criado a Pepe López, primer hermano mayor de la Flagelación. Con respecto a esta advocación y a las circunstancias que motivaron su elección ya publicamos un completo artículo en este mismo medio,6 aunque podemos añadir un nuevo y curioso dato: en el reverso de una de las fotografías de ese primer reportaje de la Virgen, escrito por uno de aquellos jóvenes que fundaron la hermandad podemos leer: “Ntra. Sra. de la Caridad y Misericordia (La Novia) 1967”.

Cuando la “nueva” Virgen de la Flagelación fue presentada por primera vez a los fieles, fue situada en un lateral del presbiterio del Santuario de África. Seguían sin aparecer sus manos, por lo que siguió usando las de la Soledad, así como un manto de su ajuar de diario y la corona labrada por Platería Vallmitjana en Barcelona a finales del siglo XIX. En esta ocasión es evidente que no fue vestida por Pepe Serón, ya que en su atuendo observamos falta de destreza y el desconocimiento propio de quien no está habituado a realizar esta complicada labor, posiblemente alguna camarera o cofrade de la propia hermandad. Desconocemos si se celebró la preceptiva ceremonia de bendición o, simplemente, se le consagró algún tipo de culto piadoso; lo cierto es que conservamos dos interesantes fotografías del momento que, por su importancia documental, reproducimos en la página siguiente.

Afortunadamente las manos talladas para ella por Castillo Lastrucci acabaron apareciendo en el almacén de los Remedios, por lo que la imagen recuperó su impronta original, al menos en parte...

La imagen original de Castillo Lastrucci

En este apartado abordaremos la descripción técnica de la imagen tal y como saliera del taller de su autor en 1948, deteniéndonos en sus peculiaridades estructurales más íntimas como candelero, torso y articulaciones de los brazos. También dejaremos claras algunas de sus características formales específicas dimanadas de su condición inicial de imagen de gloria o letífica.

Cuando se afirma que la Virgen del Carmen de los Remedios fue adaptada a Dolorosa de la Caridad para cumplir su nuevo papel en el seno de la hermandad de la Flagelación, pareciera que el paso entre uno y otro estado fue suave y respetuoso para la misma pero, cómo veremos, esta conversión no se limitó simplemente a la forma de vestirla ni a añadir un pañuelo en su mano derecha.

El modelo que Castillo Lastrucci había utilizado para su creación no presentaba especial originalidad, siendo similar a otros que ya había realizado como la Virgen de los Remedios de Bélmez (Córdoba) en 1939 o la Virgen de Belén, Patrona de Las Navas de la Concepción (Sevilla), tallada en 1947, apenas unos meses antes que la imagen ceutí. Este tipo de efigies marianas de gloria para vestir reproducen un arquetipo muy repetido en la obra del imaginero que, cómo sabemos, tuvo que hacer frente a una ingente producción para satisfacer la demanda tras la destrucción de gran parte del patrimonio sacro español en tiempos de la Segunda República y posterior Guerra Civil. No hay duda que el volumen de su producción fue en detrimento de su calidad artística, por lo que muchas de ellas repiten los mismos rasgos, esquemáticos y estereotipados, reproduciendo incluso idénticos modelos sin apenas variantes.

La Virgen del Carmen, hoy Caridad,  tenía originalmente una larga cabellera suelta y ondulada tallada en madera que alcanzaba la mitad de su espalda. Para facilitar las tareas de su vestimenta, entre el pelo y el cuerpo se dejaba un espacio de algo más de tres centímetros que permitía introducir las necesarias prendas textiles. Su rostro quedaba enmarcado por dos mechones de pelo, igualmente tallados en madera, que caían sobre la parte superior del pecho respetando igualmente un espacio para los ropajes.

El candelero, muy estilizado y con las caderas apenas apuntadas, estaba pintado de amarillo crema, al igual que los brazos y el torso. Su estructura se componía de varios listones de madera, como es habitual, pero en lugar de estar forrados con loneta o cualquier otro tejido consistente, estaban cubiertos por una superficie rígida parecida al cartón piedra que, en la parte baja posterior, abría un hueco para permitir atornillar la imagen a la peana o al paso procesional. El pecho se solucionaba con un solo abultamiento redondeado y uniforme, pensado para que los encajes o el pecherín pudieran adaptarse estéticamente y con funcionalidad. En la zona  izquierda de la cadera tenía un soporte metálico para la sujeción del Niño Jesús.

Los brazos estaban torneados reproduciendo de forma básica ciertos volúmenes anatómicos e incluían tres articulaciones en el hombro, codo y muñecas, lo que permitía darle variada expresión a su gestos.

Por su condición de Virgen del Carmen, incluía un elemento bastante menos frecuente en imágenes de candelero: una peana ovalada de discreto tamaño en forma de nube con sendas cabezas de querubines alados. Sobre ella figuraban posarse los pies de la imagen, calzados con sandalias, tallados solo en su parte delantera para permitir que pudieran asomase bajo el hábito carmelitano.

Lógicamente su origen de imagen gloriosa determinó su expresión y sus rasgos morfológicos, ya que su autor dominaba sobradamente la iconografía y las características propias que cada representación exigía. Su rostro es el de una mujer joven de gran dulzura que inclina la cabeza con suavidad buscando la presencia del Niño Jesús que originalmente sostenía con su mano izquierda. Su gesto trasmite cierta melancolía aunque sus labios cerrados dibujen una delicada sonrisa.

La mano derecha presenta los dedos flexionados, postura apropiada para sostener un hipotético cetro o los escapularios propios de su advocación de origen; en cambio la izquierda está abierta para permitir sostener al Niño Jesús en su palma.

Parte de estas características originales han desaparecido a lo largo de las intervenciones sufridas por la imagen desde que en 1967 pasara a cumplir su nuevo papel como dolorosa.

Primeras alteraciones

Cuando la imagen llega al seno de la hermandad de la Flagelación tras muchos años de estar almacenada, había sufrido algunos desperfectos leves. Había perdido parte de las pestañas originales y presentaba restos de maquillaje, tal vez aplicado cuando fue utilizada como pastora en un Belén parroquial. Estas deficiencias trataron de ser subsanadas por los propios cofrades que, aparte de su buena voluntad, carecían de la habilidad necesaria para afrontar tales cuestiones con éxito.

Pero mucho más traumática resultaría la eliminación de los mechones de pelo tallados en madera que se extendían por la zona superior del pecho y que, para la costumbre de vestir a las dolorosas con tocados de encaje, suponían un auténtico problema; por lo que fueron serrados sin contemplaciones por algún “manitas” de la hermandad.

También acabaron molestando la altura de la nube-peana, que fue rebajada a la mitad, y las cabezas de los ángeles que acabarían siendo desensambladas de su lugar, aunque afortunadamente aun son conservados por la hermandad.

Otra iniciativa para adaptar la imagen a su nueva condición supuso el intento de incluirle lágrimas para que fuera más convincente en su forzado papel de dolorosa. Para ello se usaron lágrimas de cristal que se adhirieron usando pegamentos poco apropiados que dejaron antiestéticas huellas en el rostro de la imagen.

Con nuestra sensibilidad actual, estas primeras alteraciones sufridas por la talla a manos de cofrades aficionados con más voluntad que acierto, nos parecen inadmisibles, pero no debemos juzgar el pasado sin tratar de situarnos en él, asumiendo las carencias económicas, patrimoniales y formativas propias de aquel tiempo.

La restauración de 1988

Aparte de las deficiencias que la imagen arrastraba desde su adquisición, aparecieron en su cuello dos perforaciones que indicaban un ataque de insectos xilófagos, por lo que fue necesario someterla a una restauración profesional. La junta de gobierno, presidida entonces por Juan Carlos Sánchez, decidió encomendar esta labor al taller sevillano “Sucesores de Castillo Lastrucci” por aquello de confiar la imagen a los herederos de quien la creara; decisión que propició una discusión interna ya que algunos cofrades manejaban otras ideas al respecto.

La imagen fue trasladada a Sevilla el 15 de octubre de 1988.7 Oficialmente la actuación consistió en una limpieza de la policromía, reposición de pestañas y lágrimas, afinar ciertos volúmenes del torso y repasar las articulaciones, sustituyendo las espigas de sujeción de los brazos. Pero lo cierto es que el cuello se policromó de nuevo, aprovechándose la intervención para eliminar la melena tallada, modelando en su lugar una especie de moño a modo de recogido sobre la nuca; de este modo la imagen perdía otra de sus características iniciales. Los sucesores de Castillo Lastrucci cobraron 200.000 pesetas por este trabajo.

La imagen restaurada regresó a Ceuta el 11 de febrero de 1989, siendo presentada y bendecida en la S. I. Catedral el 16 del mismo mes, en el transcurso de los cultos cuaresmales de la hermandad.

La intervención de Miñarro 1991

Prueba de que la corporación no quedó satisfecha con el resultado es que apenas dos años más tarde, en 1991, se decidió someterla a una nueva intervención, esta vez a cargo del imaginero Juan Manuel Miñarro López, permaneciendo la imagen en Sevilla entre septiembre y diciembre de ese año.

Miñarro sustituyó el candelero y eliminó la articulación de la muñeca, proporcionándole una nueva policromía que, a pesar de ser más rica en matices y de mejor calidad que la original de Castillo, no favoreció a la imagen, que perdió algo de su encanto. Los ojos carecen ahora de su viveza característica, pareciendo entornados y lánguidos.

En definitiva, esta querida imagen de la Virgen, que parece sonreír desde su palio, ha sufrido una serie de alteraciones que la han hecho perder parte de sus características originales, la mayoría de ellas tratando de forzarla a una condición dolorosa que jamás podrá alcanzarse. Creemos que gran parte de su belleza y personalidad radica precisamente en su origen letífico, lo que la convierte en un caso especial dentro de la imaginería cofrade ceutí.

Notas

1.-   R. Guilleminot, Boespflug et Cie, con sede en París, no era editor, sino fabricante de planchas y papeles fotográficos, incluyendo los que se usaban para la impresión de postales. Su marca en el reverso de esta tarjeta solo nos aporta el dato de su origen, ya que ni el autor de la fotografía ni el editor de la postal guardan relación directa con la citada firma. La compañía fue fundada por Gustave Guilleminot (1830-1895) en 1858 en 22, rue de Chateaudun, París, y se cerró en 1994.

La postal mide 9 cm de ancho por 14 cm de alto, aunque la fotografía no ocupa toda la superficie ya que al pie tiene un espacio en blanco de 1,5 cm de alto. En su reverso tiene una numeración escrita a mano que podría corresponder a una catalogación ya fuera del grupo retratado como de la postal en sí.

2.-   Esta imagen industrial se mantiene al culto actualmente en la capilla del sotacoro del lado del evangelio, junto a un indescriptible y oportuno San Judas Tadeo adquirido en tiempos del padre José Béjar. Estas reproducciones baratas de santos “limosneros” evidencian un interés monetario completamente ajeno a la dignidad que el culto exige y al decoro material y artístico que, se supone, deben tener las imágenes sagradas.

3.-   Esta imagen fue definitivamente retirada en 2014, ya que su estado no era apto para permanecer expuesta al culto. En aquel momento se inició el proyecto de realizar una nueva talla a cargo de la escultora utrerana Encarnación Hurtado; pero a día de hoy, diez años después, la hornacina de su altar sigue vacía, a pesar de contar con los informes favorables de la comisión de arte sacro del obispado e incluso haberse recogido entre los fieles donativos para costearla.

4.-   Esta imagen de san José se venera en una hornacina del retablo mayor, a la derecha de la Virgen de los Remedios. Desde hace varios años, inexplicablemente, no sostiene al Niño Jesús en sus brazos. Aunque todos los documentos e incluso ciertos grafismos de la mascarilla avalan la autoría de Castillo Lastrucci, que cobró 7.000 pesetas por su hechura, su indudable relación con obras gaditano-genovesas de su misma temática plantea algunos interrogantes que podrían aclararse con un estudio serio de la talla.

5.-   Dada la falta de espacio en el Santuario de África, la Virgen de la Caridad nunca encontró un lugar donde recibir culto diario. Tan solo podía verse en los días cercanos a Semana Santa, cuando se montaban y desmontaban los pasos. En esta situación estuvieron también algunos años la Virgen del Desamparo de la Vera Cruz y la del Amor de la Expiración.

6.- GALLARDO GÓMEZ, José Francisco. Caridad: una advocación cubana para una Virgen de Ceuta. Cruz de Guía. Semana Santa Ceuta 2009.

7.-   Se encargaron de su traslado a Sevilla el hermano mayor, Juan Carlos Sánchez, y el vice-hermano mayor, Rafael Hita Vílchez.

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