La presencia de sacerdotes acompañados a las Tropas proviene de antes que existiesen ejércitos permanentes, antes ya acompañaban a las tropas, de ello da fe en la batalla de las Navas de Tolosa, el arzobispo de Toledo estuvo junto a Alfonso VIII, cuando Fernando III conquistó Sevilla. En el cortejo iban San Pedro Nolasco, San Pedro González Telmo y el beato Domingo.
La incorporación permanente y de manera definitiva de sacerdotes a la Milicia lo es en 1532, fecha en que se organizan los famosos Tercios. En estas unidades el capellán, con su tercio, vive día y noche, le sigue a todas partes, aunque el capellán castrense no tenía atribuciones fijas, ni gozaba de privilegios, estaba sujeto a la autoridad episcopal del territorio ocupado por las tropas, con quienes ejercía su ministerio. Actualmente los capellanes castrenses dependen del vicario general castrense, cuyo último acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre la “asistencia religiosa a las Fuerzas Armadas” se firmó el 18 de diciembre de 1987 por el arzobispo castrense de España, monseñor José Manuel Estepa Llaurens.
Pedro Sánchez Pumariño, como suele decirse un “gallego de pura cepa”, había nacido en Lugo, el 5 de marzo de 1907, su bautismo de fuego lo fue en la pasada contienda en la agrupación de Artillería de la División 63. El 5 de marzo de 1942, ingresa como capellán castrense y más tarde a lo largo de su carrera militar, varios serían los destinos y en distintas Armas del Ejército español.
Con el grado de capitán-capellán, el 29 de agosto de 1942 se presenta como voluntario en la Representación de la División Española de Voluntarios, en Alemania, y su primer destino sería como capellán en el Batallón de Reserva Móvil 250 de la División Azul.
Uno de los mayores y más encarnizados combates que libró la División Española en Rusia, lo fue en “Krasnyk Bor” (Bosque rojo), el 10 de febrero de 1943, de cuya magnitud da testimonio el parte de acción, que le entregó el coronel Sagrado al general Esteban Infantes: “…de los 5608 hombres que componían los efectivos españoles, las bajas suman 3645 hombres, aparte de unos 300 prisioneros…”. Por otro lado, los españoles le causaron al ejército soviético en esta batalla unas 11000 bajas.
En el archivo de la Hermandad Nacional de la División Azul consta que en esta batalla, el entonces capitán-capellán Pedro Sánchez Pumariño figura entre los “distinguidos” en dicho día 10 de febrero de 1943. Días después de esta batalla, era destinado al Batallón de Zapadores 250, una Unidad que tuvo el honor de contar con un gran héroe, además paisano del padre Pumariño: el soldado coruñés Antonio Ponte Anido, que por su valor y heroísmo frente al enemigo, colocando minas en los carros soviéticos para impedir que atacasen un hospital, voló carios carros rusos, encontrando gloriosa muerte, por cuya acción, a título póstumo, fue condecorado según Orden de 17 de febrero de 1944, y Diario Oficial del Ejército núm.19, de 19 de febrero de 1944, con la “Cruz Laureada de San Fernando” individual.
El valor y el espíritu de sacrificio en el frente de batalla recompensaba al capellán Pedro Sánchez Pumariño, según orden de 1 de septiembre de 1943, del Cuartel General de la División Azul, con la “Cruz del Mérito de Guerra Alemana con Espadas de 2ª clase”, una Cruza de Guerra y la Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo.
Años más tarde el ya comandante-capellán se iba a encontrar con su tercera guerra, ahora en el grupo de tiradores de Ifni, donde muchas veces, en el cumplimiento de su sagrado ministerio, atendía a quienes entregaron su vida a la Patria, a los que sobrevivían, a ayudarles epiritualmente a sobrellevar con serenidad, fuerza y valor los difíciles momentos que conlleva una guerra, y muchos aún le recuerdan porque les unió en el compromiso matrimonial.
Su destino en esta Unidad lo fu en el Diario Oficial del Ejército núm. 207, de 12 de septiembre de 1953, y su ascenso a comandante en el Diario Oficial 47, de 19 de enero de 1954.
Del padre Pumariño se cuentan miles de anécdotas, todas ellas reales. Una de ellas del que fue director del Banco Exterior de España en Sidi Ifni, el también gallego Xose María Gómez Vilabella, el cual recuerda que “…el comandante-capellán Pedro Sánchez Pumariño, del Grupo de Tiradores de Ifni, fue el “Súmmun” del espíritu castrense, hasta los moros le tenían en gran estima y afecto, llamándole “Al Faqui”. Siempre llevaba ginebra en la mochila en la línea de fuego, y su licor sirvió de desinfectante y de anestésico, aparte de los “chourizos”, cuando fallaba el rancho”.
El periodista y escritor Ramiro Santamaría cita en su libro la “Guerra de Ifni-Sáhara”, un hecho en combate de este capellán, dice así: “A poco de comenzar un combate entre tiradores y moros rebeldes, un disparo enemigo cortó casi totalmente dos dedos a un soldado de tiradores. El médico Morales tenía que cortar por lo sano y sobre la marcha sin anestesia; el comandante-capellán padre Pumariño, afirmó que no hacía falta. Mientras él le atendía espiritualmente y el médico cortaba con el bisturí, el capellán le dio un “lingotazo” de ginebra, despareciendo los dolores del soldado como por encanto”. Las armas de este capellán fueron el crucifijo, atender a los heridos de cualquier bando y administrar la extremaunción a los que habían caído en el combate.
Aquel comandante-capellán, héroe de tres guerras, allá en su retiro de su Galicia natal en Lugo el 19 de septiembre de 1992, a los 84 años, realizaba su último servicio, entregando su alma al Creador, haciendo realidad su larga trayectoria militar con las palabras del representante de la Iglesia Católica: “La vocación militar se debe vivir con espíritu de sacrificio y de abnegación”. (Su Santidad el Papa Juan Pablo II, el 29 de mayo de 1986).
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