Esto es lo que el
último día de porteo del 2017 nos preguntaban muchos ciudadanos a pie de frontera. ¿Para qué sirve quejarnos si cada vez esto está peor? Y la verdad es que no sabía qué decirles mientras recordaba el
‘mensaje sectario’ que nos cuelan cada vez que pueden el delegado del Gobierno y el presidente de la Ciudad: prudencia-prudencia-prudencia. No, si prudentes somos. Nos sobra prudencia, aguante, paciencia. Nos sobra de todo ante una situación que cada vez va a peor y en donde no solo se permite de todo sino que se incurre en prácticas que nos ponen en riesgo público.
En el día final del porteo oficial, la
frontera estaba controlada por un puñado de guardias civiles. Ante ellos cientos y cientos de personas. Muchas de ellas con 48 horas de espera a las espaldas, sometidas a vejaciones, robos... de todo lo que se pueden imaginar. La carretera bloqueada, cada conductor hace lo que quiere, se ocupan todos los carriles y no hay ni un servicio de Policía Local que regule el tráfico, ni que controle la venta ambulante que ocupa aceras. "Hay agentes que temen ser linchados, ciudadanos que reciben golpes en las avalanchas, niños de la mano de sus padres atemorizados..." Tampoco hay CNP para evitar los robos y agresiones acontecidos. ¿No había previsión de lo que iba a pasar?, ¿no la hay todas las tardes? Hay agentes que temen ser linchados, ciudadanos que reciben golpes en las avalanchas, niños de la mano de sus padres que atemorizados buscan pasar al otro lado. Y la falta de asistencia en materia de seguridad y el control para el cumplimiento de las ordenanzas es inexistente.
Debería ser una obligación permanente, pero no es así. Esto degenera en situaciones soportadas hasta la indecencia: ambulancias que no pueden llegar al lugar de la incidencia: ¿qué pasará el día en que alguien fallezca porque los sanitarios han quedado atrapados?, ¿quién será el responsable?, ¿somos prudentes, callamos o advertimos de lo que puede pasar?
Dijo el delegado que el Gobierno de España dice que está trabajando con el de Marruecos, que esperemos, que confiemos en un futuro mejor. Yo nunca he pensado en los futuros, porque tengo demasiado presente la temporalidad de nuestras vidas y una autoridad como el delegado no puede permitirse el lujo de martillear a la población con unos mensajes que caen en saco roto, porque a pie de campo, en el camino del infierno, se están cometiendo demasiadas tropelías, se está tensando mucho la cuerda, se está permitiendo que se pierdan los nervios, que se cometan delitos, que se produzcan situaciones límite que terminarán con responsables en el banquillo.
Y todo esto que se permita día tras día, a sabiendas, tiene un nombre y unos apellidos. Ante esto se puede pedir prudencia si se garantiza unas garantías mínimas de convivencia, de coordinación policial, de seguridad... que hoy por hoy no existen. Inaugurando estatuas es complicado entender qué quieren de nosotros.