Categorías: Colaboraciones

Campeón de la conversión

Salgo un rato esta mañana festiva, ésta de prorroga del verano. Aprovechando el buen día me siento en una terraza a tomarme una cerveza bien fría con su obligada tapita. Leo en la prensa cómo, con sus gentes dentro, se desmorona en incómodos plazos nuestro mundo. Comandado éste por los que mandan mucho sin hacerle demasiado caso, cómo siempre, a los que saben y sienten más.
De repente, noto un toque en la espalda. Es un conocido (que la palabra amigo anda hoy en día muy vilipendiada y mal empleada) de muchos años, y que hace algo de tiempo que no veía. Le invito a que se siente, y la primera sorpresa:
–Me pone una 0,0.
Charlamos un rato y me comenta que lleva unos meses haciendo vida sana' lo de dejar de fumar, de beber alcohol, los productos ecológicos y las maravillas del gimnasio. Pues eso, otro que cómo yo está llegando, o ha superado, su mitad de siglo. Aunque éste, con su repentino ímpetu, da la impresión que pretende batirle el récord al mismísimo señor Matusalén y romperle las estadísticas sobre pensiones a la ministra Fátima Báñez. Después de un rato, ya le he pillado sus motivaciones: Ha visto de cerca hacer de las suyas a la de la guadaña o su organismo le ha sacado la tarjeta amarilla, y como es natural, se ha acongojonado. Y hombre, lo de andar por la vida a todo meter, ya no estamos en la edad. Pero eso de pasar de puta a la clausura, tampoco.
Como de memoria, todavía, no ando demasiado mal pues recuerdo algunas cosas. Recuerdo con qué literalidad nos tomamos eso de comernos el mundo, empezando por los buenos productos de la Península Ibérica, con todas sus exquisitas grasas saturadas llenas de colesterol. Haber acabado con alguna que otra cosecha de vino. Le recuerdo fumando como si hubiera tenido acciones de la Philip Morris. Pero bueno, eso eran otros tiempos y cada uno es cada uno. Lo que me llama poderosamente la atención es cuando me comenta que al día siguiente, el domingo, está invitado a una barbacoa. Ahí se despierta mi puntito de maldad y le digo:
–Pues seguro que mañana te vienen los diablos a tentarte.
–Vamos hombre, que un día es un día.
El contraataque es rápido. No hay nada peor que un español ansioso o acorralado. Me comenta un tema, terminando con eso de: ¡A ver cuando tienes cojones de escribir sobre eso!
Tenía toda la razón, ¡touché!

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