La presión ejercida en el puerto de Ceuta por los inmigrantes se materializa en sucesos que tienen también como víctimas a los transportistas, ya que sufren pérdidas derivadas de la entrada de personas en sus cargas o la ocultación en los bajos de los camiones. Hace unos días un joven consiguió colarse en la carga de un vehículo que embarcó con destino a Málaga. Su segunda parada era Algeciras. Fue allí donde se descubrió al marroquí, que había manipulado una carga de ladrillos. La consecuencia fue la caída de varios palés de mercancía que quedó destrozada.
En otro suceso distinto, uno de los camiones quedó bloqueado ya que un menor que se había ocultado bajo la batea, intentando burlar el control de la Guardia Civil, rompió uno de los tubos al salir. El vehículo no podía moverse hasta que al final los transportistas pudieron retirarlo del puerto, llevándose ‘de regalo’ una avería.
Estos son solo dos de los ejemplos ocurridos en estos últimos días, pero cada camionero tiene ‘un libro’ que contar, porque a estos profesionales les toca de cerca, y mucho, la presión que se produce en todo el entorno portuario y, sobre todo, en la zona de embarque.
La quema de dos camiones y un coche con escasos días de diferencia ha vuelto a reabrir el debate en torno a la inseguridad que se focaliza en este punto concreto de la ciudad. El plan de impermeabilización en el que el Puerto invirtió una millonada tiene sus lagunas, porque tanto adultos como menores siguen introduciéndose en la zona restringida.
Los transportistas lamentan la falta de seguridad. Reconocen que se ve menos cantidad de inmigrantes, pero los que están “campan a sus anchas”, explican.
Una vez han conseguido entrar, solo piensan en la forma de acceder a alguno de los barcos que une Ceuta con Algeciras. Ese es su objetivo: estar pendientes del atraque de alguno de ellos, en especial del buque Festivo, dedicado al transporte de residuos.
Para estos profesionales las consecuencias son nefastas. Y lo son porque se ven dañados los medios de trabajo de los que disponen, lo que significa no poder laborar hasta que estén de nuevo operativos.
A esto se añade el estrés de tener que trabajar con la presión de que alguien se haya ocultado dentro de la mercancía o que esté colgado de los bajos del camión. Hay precedentes de accidentes mortales. La posible consecuencia de unos hechos de los que ellos no son responsables pesa y mucho. A eso se añade la presión que supone el estar prácticamente ejerciendo de vigilante de seguridad de su propio vehículo, y a pesar de todo estas personas logran colarse porque en ese fin invierten todo el día.
Los transportistas piden mayor seguridad porque son varios los frentes abiertos que tienen por delante, ya no es solo la presión en la meta, sino que esa se refleja desde el origen, desde el punto en el que muchos inmigrantes se cuelan como son las inmediaciones de la planta de residuos del Hacho. Esa presión llevó a que se requiriera presencia permanente de la Policía Local para ejercer de particular escolta de los camioneros, evitando así que estas personas se suban a las cargas durante el trayecto, pudiendo producirse atropellos.
Ahora, de nuevo, lanzan la voz de alarma para que nadie se olvide de un sector que está en primera línea para todo, para lo bueno y para lo malo.
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