Opinión

Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida

Esta vez fuimos a Tiberias, a la tumba de Rambán, un santo muy venerado en Israel, y fue un día espléndido”, me decía Myriam. También estuvimos comentando lo que ocurrió hace poco en la capilla de la  Ascensión, en el Monte de los Olivos, que se ha quemado por un incendio provocado, se investiga al autor del incendio y se observa a uno de los miembros de la familia árabe que guarda el lugar santo.
En ese lugar fue donde los Apóstoles se despidieron del Señor y Lo vieron subir a los Cielos. Juan no cuenta nada sobre la Ascensión del Señor. Lucas escribe: “Los llevó hasta cerca de Betania, y levantando Sus manos, les bendijo; mientras los bendecía, se alejaba de ellos, y subió al Cielo. Ellos se postraron ante Él y se volvieron a Jerusalem con gran gozo”. San Marcos dice: “El Señor Jesús, después de haber hablado con ellos, fue levantado a los Cielos y está sentado a la diestra de Dios”. Y san Mateo cuenta: “Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado, y viéndole, se postraron, aunque algunos vacilaron…”. Por lo que el incendio del lugar ha producido una gran tristeza.
Dije a Myriam que había leído un artículo muy interesante de Thomas Duclert sobre las excavaciones que se están llevando a cabo en Mambré, en el Hebrón, por la Escuela Bíblica y Arqueológica francesa de Jerusalem. En este lugar se dieron dos sucesos bíblicos muy importantes. Abraham se encuentra con tres ángeles, como se cuenta en Génesis 18,1-15. Y la elección de Macpela para la sepultura del Patriarca. Como sabemos, Abraham es el Patriarca del Judaísmo, Cristianismo e Islam. En Mambré plantó su tienda y erigió un altar al Señor, que se le apareció en una encina en el “Encinar de Mambré”. Cerca de Hebrón, una ciudad densamente poblada en la actualidad. Está cerca del “pozo del amigo de Dios”, bir el khalil, es decir, el pozo de Abraham.
Para contener los progresos de la idolatría y corrupción de costumbres extendidos por la Tierra, resolvió Dios escoger un pueblo que conservara Su culto y así preparar la Venida del Mesías para la Redención del mundo. Eligió al Patriarca Abraham como cabeza o jefe de ese Pueblo privilegiado. Es una misión arqueológica y científica sin precedentes. Allí se han construido en el siglo diecinueve, un convento y una iglesia por monjes ortodoxos rusos.
Cuenta la tradición que allí, en esta colina, descansó la Virgen María durante Su huída a Egipto con José y el Niño. La muerte de Abraham ocurrió hacia el año 1.885 antes de Cristo, y vivió ciento setenta y cinco años. Su cuerpo fue depositado por su hijo Isaac en una cueva de Hebrón, que había comprado para depositar a Sara…
Jesús continúa: “No Me envilecí al descansar dentro de Ella, como el maná no se envileció al permanecer encerrado en el Tabernáculo. Negarán Mi Divinidad Verdadera. Pero en verdad os digo que soy Uno con el Padre. Y estoy unido a Dios como hombre, porque el Amor ha llegado a su máxima perfección al revestirse de carne para salvar a la humanidad. Y doy Mi sangre como entrega absoluta, sin estar sujeto al pecado. Mira, Judas, Yo nací de María y no sabes cómo la Justicia Divina se ablanda al tener una Mujer de Colaboradora. ¿Conforme con la explicación?”
Judas está avergonzado, agacha la cabeza y asiente en silencio. Bajo el manzano se quedan todos adormilados, excepto María y Jesús. Ella vuelve a la Cueva y entra para meditar y orar.  Jesús La acompaña…
De nuevo el Grupo Apostólico se encuentra caminando por senderos que van hacia el Hebrón, hacia Betsur. Intentan localizar a los pastores que llevan su ganado por aquella zona. Jesús pide que vayan todos a buscarlos de dos en dos. La mañana aparece fresca y agradable. Se oyen campanillas y flautas de pastores, que parecen cercanos. Jesús busca a Elías el “betlemita”. Un viejo pastor regala una rústica flauta a Marzyam. María quiere encontrarse con ellos, en recuerdo de su bondad y sencillez de aquellos días del Nacimiento. Ella dice que los pastores sufrieron mucha persecución, pero eran buenos que supieron perdonar. “Es necesario saber perdonar siempre”, concluye.
Marzyam pregunta si los niños que mató Herodes también perdonaron. “Ellos son pequeños mártires que pronto irán al Cielo”.- “¿Yo iré también al limbo?”, pregunta el niño. “No, pequeño. Porque Jesús habrá regresado a los Cielos y abrirá las Puertas, para que todos entren a la hora de Su muerte. Y también irá Simón de Jonás. Allí no serás huérfano, aunque aquí tampoco, pues te cuida el Padre Celestial”. Y continúa: “Dios está en todas partes, hijo Mío. Cuida al niño que nace y al anciano que muere”.
El niño pregunta si Doras, tan malo, también tiene a Dios. “Sí, aunque espera como el padre de la Parábola del “hijo pródigo”, que se arrepienta de su maldad”. Como el niño quiere que Doras tenga su castigo, porque su abuelito sufre a causa de él, Jesús interviene: “Mira Marzyam, Dios se enfada cuando deseamos el mal a otro. Debemos desear siempre el bien a todos y rezar por el que sea malo, para que Dios le ayude”.
El niño dice que Doras pegó con una barra de hierro a su abuelo, para que trabajase más, y lo dejó medio muerto. “Yo lo vi y lloré mucho, pero no podía salir de mi escondite. Y encima mata de hambre a los campesinos. No puedo amarlo, lo odio”.  María insiste con dulzura: “No puedes odiar, porque al Cielo no entra quien odia. No puedes perder el amor de Dios. Tú deja que Dios lo disponga todo y verás que lo hace muy bien”:
Marzyam se conforma, dice dejará todo en Sus manos. Por el campo se observan flores y plantas aromáticas, parece un jardín cuidado por las manos de un jardinero. Llega Pedro, que había estado buscando a los pastores. Encontró a José que se encargará de convocarlos por la tarde en Betsur.
Todos se admiran de tanta hermosura, por lo que Jesús apunta que en esa zona se encontraban los jardines de Salomón, (se lee en Eclesiastes1-2). Su primo Santiago termina: “Pero cayó en la cuenta que todas las cosas son vanidad, y que nada dura, si no es la Palabra de mi Jesús”. El Maestro se lo agradece:”que también sea bendito Salomón”. Se detienen un poco a descansar y luego continúan por unas plantaciones inmensas con frutos variados. Con arroyos y ríos. Cuando llegan a Betsur empieza a anochecer, y enseguida se encuentran con Elías y sus rebaños. Y Leví y José.
El Grupo está cansado del viaje, deciden que se verán al día siguiente en casa de Elisa. Informan a Jesús que ella vive ahora sola, pues su marido e hijos se murieron. Elisa y María se conocían de haber estado juntas en el Templo y eran amigas. “¡Me daré prisa! La consolaré mientras Me esperáis aquí. El dolor exige respeto”. Los demás irán a buscar alojamiento”. María, Jesús y Elías llegan a una casa grande, cerrada y silenciosa. Una criada se asoma y pregunta quienes son. María se identifica. “Pero Elisa no quiere ver a nadie, no hace más que llorar”. La mujer va y avisa a su dueña de los visitantes. Mientras, María cuenta a Su Hijo y a Elías que ella era algo mayor y se quedó en el Templo esperando a que llegase su novio de Egipto, pues había ido a por una herencia. Al poco rato llega Elisa y se marcha el pastor. “¡Elisa querida, soy María!”. Se abrazan. La amiga creía que María habría muerto en la matanza de Herodes, “pero luego me dijeron los pastores que eras la Madre del Salvador”.
María le dice que sintió que debía venir, “para que conocieses al Salvador. Por eso he venido”. Y besa los cabellos grises de la amiga. La lleva hasta Jesús de la mano. (Elisa estaría luego en el Calvario, al pie de la Cruz, junto a las otras mujeres). Jesús le sonríe y ella se echa a Su pecho llorando sin parar. “Tus hijos están felices al verte Conmigo. Pronto iré Yo a por ellos”. “Os sacaré de vuestros sepulcros y os conduciré a la Tierra de Israel. Y conoceréis que soy el Señor cuando haya abierto vuestras tumbas y os haya sacado de vuestros sepulcros. Infundiré Mi espíritu en vosotros y tendréis vida”. (Ezequiel 37,12-14). Ella dice a Jesús que antes quería morirse para estar junto a sus hijos. “Se me ha ido la memoria de tanto llorar, Jesús mío”.
Jesús la fortalece recordando la historia de los siete hermanos Macabeos, (del 198 a. de C.), que vivieron bajo el terror de Antioco el Grande de Siria. Estos  jóvenes héroes sólo conocían el temor de Dios, y no ofenderlo jamás. Soportaron las iras del tirano, que mandó rasgar sus cuerpos con azotes, les cortaron los miembros y los atormentaron de forma inhumana para doblegar su voluntad. Uno de ellos dijo al rey antes de  morir: “¡Príncipe malvado!, nos quitas esta vida, pero el Señor de los Cielos y Tierras nos resucitará y dará vida eterna, porque morimos en defensa de Su Ley”. Mataron a los seis hermanos y quedaba el más joven, que era un niño aún. Antioco le prometió riquezas y felicidad si abandonaba la religión de sus padres, pero el niño permaneció impasible. La madre  se acercó a su tierno mártir, lo estrechó contra su corazón y le dijo con ternura: “¡Hijo mío querido¡ Eleva tu mirada al Cielo. Imita a tus hermanos, recibe la muerte con  buen grado, y por la misericordia de Dios, yo vuelva a verte en la Gloria que esperamos”. El niño alzó la voz:” ¡Yo no obedezco la orden del rey, sino los Mandamientos de Dios!” Antioco se llenó de furor y mandó matar a la madre y al niño con horribles tormentos, (Mac. 12,38-46). Luego Jesús dijo a Elisa: “No te desesperes y cree en la Resurrección como Judas Macabeo. Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Tus hijos creían en la Venida del Mesías, y quien cree en Mí, vivirá para siempre”.
Jesús se despide. Es de noche. Su Madre se queda con Elisa.”Y no tengas miedo. Mañana regresaré. Mañana vienen los pastores, ¿podría hablaros aquí?” – “¡Claro que sí! Detrás de la casa hay un huerto y un redil para guardar antes el rebaño”- “Mientras, cuida de Mi Madre, como cuidaste de Ella en el Templo siendo una niña”. Elisa se pone muy contenta, Le cede su habitación y María asiente. “Esta noche hablaremos y oraremos juntas antes de dormir·. Jesús las bendice, y cuando sale, la mujer que cuida a Elisa dice que lo ocurrido es  un milagro, “¡después de tantas noches de llanto!” También el Maestro da la paz a la mujer y se va con los Suyos cuando ya la oscuridad ha llegado. Al día siguiente se ha extendido por el poblado el comentario de lo que ocurrió en casa de Elisa. Se preguntan qué medicina dio Jesús a Elisa para este cambio tan extraordinario que ella ha experimentado.
Los de Betsur quieren escuchar a Jesús, por lo que se atreven a pedirle que les deje estar allí en Su discurso. El Maestro accede con gusto. Le piden además ver a Elisa, pero Jesús les argumenta que aún es pronto para ello. Llegan todos al redil para escuchar al Rabbí. En el jardín maduran las frutas, el rosal está cuajado de rosas y los lirios surgen alrededor del estanque. Jesús saluda a María y a Elisa. Están ya los pastores y Apóstoles, y el resto de las mujeres se han sentado con Marzyam.
El Maestro se dirige a los pastores: “Os quiero libres para que os unáis a los discípulos y podáis  ayudarme”. Les dice el Señor que se unan a Isaac, y todos están conformes y muy felices. A continuación se dirige a las gentes del pueblo: “Mi corazón ha llorado con las almas que sufren. Pero sólo Dios en Su grandeza, puede aliviar el dolor. Mas Satanás actúa para crear la ruina del hombre. Por eso he venido, para que Mis hermanos Me ayuden a extender que Dios es el consuelo del mundo. Estos doce son los primeros. En verdad os digo:”Venid a Mí los que tenéis dolores, disgustos, cansancio, o tengáis el corazón herido. Venid a través de Mis Apóstoles o Mis  discípulos, que os ayudarán en vuestra soledad y dolores, así olvidaréis el odio del demonio. Encontraréis el mundo sobrenatural. Un día los huérfanos se unirán a sus padres, que aguardan en el seno de Abraham, así como ellos verán a sus hijos perdidos. En esta Tierra de Judea, cercana a Belén de Noemí, os recuerdo que el amor alivia el dolor y devuelve la alegría. Os recuerdo cómo lloró Noemí cuando su casa quedó sin varones. Dijo a sus nueras Orfa y Ruth: “ Regresad a casa con vuestra madre. El Señor tenga misericordia de vosotras, como la habéis usado con mis hijos y conmigo”.
Antes ella había sido Noemí la hermosa, y luego fue Noemí la destrozada de dolor, que se volvía de la tierra de Moab a su Belén natal. Les decía: “idos, que ya soy como una muerta, no sacrifiquéis vuestra juventud con alguien que muere, la vida me es indiferente, Dios me ha quitado todo, Él me ha castigado”. Pero Ruth se quedó con ella, pues estaba viuda y había perdido a sus dos hijos. No hay mayor dolor. ¡Cuántas madres sin hijos, cuántos hijos sin madre, cuántas viudas sin nadie. Y cuántas almas se entregan a los desvalidos e infelices. ¡Levantaos los que lloráis, abrid los ojos, salid de las tinieblas!, pues el mundo es un erial donde se llora y se muere, y grita pidiendo ayuda. Id a ellos. Curad a los enfermos, dad esperanza a los desesperados. Imitad a Ruth y decid: “estaré con vosotros hasta la muerte”. Noemí decía: “no me llaméis más Noemí, sino la Amarga, pues Dios me ha llenado de amargura”. Pero en verdad os digo que un día llegará en que exclamaréis:”Bendito sea el Señor que me ha quitado la amargura, la desolación y la soledad, porque alguien supo ayudarme a quitar el  dolor. Dios la bendiga por la eternidad, que ha sido mi salvadora”. Pensad que gracias a la bondad que tuvo Ruth con Noemí, dio al mundo el Mesías, porque de David, hijo de Isaí, y éste de Obed, viene el Mesías. Todos sus descendientes poblaron los campos de Belén. Sabed bien que “cada acción buena es origen de grandes cambios, como vosotros no tenéis idea. El esfuerzo de uno sobre el propio egoísmo, provoca una onda de amor, que puede subir hasta el corazón de Dios. Que Dios os dé la paz”.
Jesús oye desde la valla que da al jardín un llanto imparable, pero suave, de conformidad. Espera a que todos se marchen a sus casas, y se va con los Suyos dejando que Elisa llore en silencio, tranquila, pues ha comprendido el Mensaje del Señor. Van ahora camino al Hebrón. María se queda en Betsur con Elisa, acompañada de Simón Zelote. Iscariote protesta, porque Ella y Jesús irían a ver a su madre y dice que el Maestro podría haber hecho un milagro grande con Elisa. “Él se agazapa en la sombra, me ha desilusionado. Luego Le dicen falso profeta, o endemoniado, y yo no puedo argumentarles. Dicen que es un pobre hombre”.
Todos están aterrorizados al oírlo, e incluso María de Alfeo se extraña que el Maestro  lo aguante. El bueno de Andrés le increpa: ” ¡Márchate! Él no te eligió, a nosotros sí. Tú Le insististe”. Tomás percibe la convulsión y trata de calmar la situación, pero no puede. Le dice a Judas que ya en Jerusalem curó a todos los leprosos de Siloán y Hinnom, y todos los curados gritan hosannas. “Estás enfermo, Judas. ¡Corrígete!”, le insiste. Y le dice que no sea el intermediario del veneno que se cuece en el Templo. “Su Palabra es un continuo milagro. Tranquilízate. Ahora vamos a la tumba de Abraham y a la de Jesé, como desean las mujeres. Recuerda cuando fuimos a Endor, según tu deseo, y ahora nos sigue Juan de Endor”. Iscariote se mofa de Juan por su pasado de violencia. Judas es rencoroso y se alegra del mal ajeno. Jesús parece ausente hablando con el niño. Hay tanta discusión que no perciben que Jesús llega silencioso, y dice: “sí, Tomás, llevas razón, Simón habla poco, pero bien. Es un corazón honesto. Es un caballero, él sufrió mucho. Mira Judas, Mi Madre se quedaba con una mujer enferma y Yo no quería  que estuviese sola. Tú siempre pensando mal. La gente deshonesta ve fango en todas las cosas. Preferí a Simón porque ayuda sin hacerse notar, se compadece, no exige nada jamás. Pedro aquí delante es muy sincero, aunque impulsivo aún.  Natanael no conoce Judea. Zelote sí, y llevará a Mi Madre hasta Keriot”. Judas se sorprende y no sabe qué decir. “Pero iremos con lentitud, evangelizando por toda Judea, ¿qué te parece, Judas? Todos iremos a tu casa. Y muchos ya evangelizan por distintos lugares de Judea. ¿Por qué no dices nada y te envenenas tú solo?” Iscariote se encuentra mal, siempre lo estropea todo. Están ya casi en Hebrón. Las mujeres parecen rejuvenecer al estar cerca de las tumbas. La tensión del momento ha terminado.

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