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Camino de Nazaret al encuentro con su Madre

Me encontraba al fin con Myriam en el aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv, que cada día está más amplio, y siempre en obras. Hacía varios años que no nos veíamos, no es tan fácil, ni tan económico el poderlo conseguir, por ello, estábamos muy contentas al vernos. Aunque ella había sufrido enfermedades serias, en esos momentos la vi rejuvenecida y con un aspecto magnífico. En Israel la gente es bastante longeva, pues cuidan mucho la alimentación, sin apenas carne y muchas verduras crudas y frutas de todas clases, ya que los kibbuts proporcionan verdaderos manjares alimenticios. Nuestra felicidad nos la quiso truncar el maligno desde el primer día, pero no pudo. Siempre, cuando debes ejecutar una misión múltiple e importante, surgen circunstancias adversas que no debemos permitir que arruinen nuestros propósitos. Y el resultado final fue maravilloso, más a sabiendas que en estos lugares santos se instalan millares de ángeles que nos confortan, nos dan toda clase de bendiciones y nos liberan de todas las angustias que se contraen en este complicado mundo. En estos momentos, todo está perdonado y a partir de ahora, a olvidar lo desagradable y molesto de algunas situaciones en las que te ves envuelta….
Jesús habló a todos los campesinos, amigos de Jonás el pastor, y ya de noche, dejaba a Su amigo y se despedía de todos, pues quería llegar de madrugada a Nazaret, necesitaba estar al lado de Su Madre, consuelo y alegría de Su vida. Los campesinos le dijeron que eran tratados peor que los animales y las plantas, pues si ellos morían de fatiga, siempre habría otro pobre siervo que sustituyera al fallecido. Los hombres se quedaron con las palabras del Maestro grabadas en sus corazones, y la felicidad que sentían no era en esos momentos de este mundo. “Regresaré,  Jonás. Y aunque deberéis sufrir, en el Cielo se anotan todas vuestras buenas obras y padecimientos, que os llevarán un día a Dios. Cuando el tiempo sea más agradable, traeré a Mi Madre. Ella es la Estrella de la mañana, que os confortará, estad seguros...No llores, Jonás. Tú, que por ser tan bondadoso, consolaste Mis primeros llantos”.
Jonás Le dice que está afligido, porque no sabe cuando Lo volverá a ver de nuevo. Pero Jesús lo conforta, lo acaricia y abre Sus brazos para bendecir toda la campiña donde el pastor y los amigos  trabajan, ya que por nada del mundo quiere que Satanás penetre en aquel entorno y pueda hacer daño a Sus amigos. Simón sabe cuanto ha ocurrido en aquellos parajes, pide al Maestro hablar con Él a solas adelantándose un poco del grupo. Le informa que Lázaro  tiene órdenes para que el dinero de la venta de sus bienes sea para los pobres de Israel, y Jonás está sufriendo mucho, ni siquiera le dan permiso para la Pascua, por ello, si estuviese  viviendo en otras tierras fértiles y pacíficas, disfrutaría de una vejez digna, tranquila y merecida. Y repite al Maestro que si quiere, Lázaro puede encargarse del bienestar del pastor. Jesús se congratula de los deseos de Simón. “Simón, si hacemos felices a Jonás, tu Rabí será feliz. Yo soy pobre y despreciado por el mundo, pero no Me importa. Si Judas Me oyera, estaría en desacuerdo, pensaría que Dios puede convertir las piedras en alimentos para todos, como Satanás lo pensó estando Yo de ayuno en el desierto. Y Dios quiere que Sus hijos sean misericordiosos y se ayuden unos a otros. Por eso te elegí, Simón, porque practicas la santa Misericordia de Dios, y comprendes la profundidad de Sus pensamientos”.
Simón está emocionado, y dice al Señor que se da cuenta de cómo el conocimiento más profundo de Dios le viene cuanto más se humilla. Jesús completa: “Dios es la Perfección que no se puede alcanzar, es la Belleza completa, es la Potencia infinita, la Esencia, la Bondad insuperable. Es Amor, Perfección…Esto lleva a una beatitud suprema. Así tendrás a Dios, Lo comprenderás e intentarás ser perfecto como Él”.
Simón oye a Jesús con auténtica devoción y le emocionan Sus palabras. “¡Oh, Señor mío!”, y de tanta emoción, no puede continuar. Jesús se ha parado para esperar a que lleguen los demás.
Entre el grupo está Leví, que debe separarse ya del Maestro. Se arrodilla ante Él y pide al Rabí poder visitar a María:” ¡que yo vea el rostro de Tu Madre, Señor!” Y Jesús siempre accede ante las peticiones sencillas de Sus amigos. “¡Sí, Leví. La verás!” Ha dejado a Sus amigos en el bosque, pues desea ir solo al encuentro con Su Madre. Se mete entre los olivares cargados de aceitunas, preparadas para el vareo. No se para, sigue ligero, hasta que por fin, sonríe y dice:” ¡aquí está Nazaret!”. Jesús va dejando atrás montes altos, pues Le ha entrado mucha prisa por llegar. Su manto semeja un ala grande que vuela al viento. La entrada al pueblo está flanqueada por huertos con frutos bien jugosos. Algún niñito o alguna mujer se ven salir de las casas, protegiéndose la cara ante un sol ardiente. También observa el Maestro a mujeres con sus cántaros, que van camino del pozo. (Hoy vemos allí construida una iglesia ortodoxa griega, muy interesante, que conserva restos arqueológicos de la época, y el pozo, que está rezumando agua continuamente. Myriam y yo nos hemos sentado esta vez, sin prisa alguna, y hemos intentado visualizar las escenas de aquella época).
Las gentes conocen al Joven Nazareno y Lo saludan con afecto. Él les dice que no se para porque tiene mucha prisa por ver a Su Mamá, quiere darle una sorpresa muy grata para ambos. Le comentan que María de Alfeo, cuñada de la Virgen, acaba de recoger unos cántaros de agua, pues el calor ha secado el pozo de María en el huerto y las plantas y flores se mueren de sed. María de Alfeo Lo ve y Lo llama:” ¡Oh, Jesús mío, bendito seas!” (No es casual tanta bendición que perdura hasta nuestros días, pues los israelitas abren sus labios para bendecir continuamente). Jesús ayuda a la de Alfeo con los cántaros. “Siempre habla de Ti, Le vas a dar una alegría muy grande”. Él le pregunta por Su primo Judas (Tadeo). “Está en Cafarnaum. Ven que Te seque el sudor con mi manto”. Llegan a la casa. Las habitaciones son pequeñas; una manta las separa del contiguo huerto, donde se encuentra Su Mamá preocupada por Sus plantas sedientas. De algún modo han sonado los cántaros al dejarlos en el suelo. María se vuelve pensando si sería Su cuñada. Al ver al Hijo sonriente, con los brazos abiertos, María exclama:” ¡Hijo Mío!” Y Él contesta:” ¡Mamá, Mamá!” Se funden en un abrazo que parece no terminar nunca. Luego Le seca el rostro acalorado y Le pregunta por qué ha caminado con tanto sol. “Necesitaba estar enseguida Contigo, Mamá”. La Madre lo acaricia con dulzura, como si fuera un crío pequeño necesitado de cariño. Él apoya Su cabeza en la espalda de Su Madre, por lo que Ella intuye que Él La ha echado mucho de menos.
Entran en la casa cogidos de la mano. “Deja que Te mire y que MI mirada se impregne de Ti, Madre Santa”. La Virgen Le pide que se refresque y se cambie de ropa. Jesús dice que ha dejado a Sus amigos en el bosque cercano y que vendrán al amanecer. María de Alfeo, (mujer prudente y bondadosa), que contemplaba la escena, se ha marchado a su casa para dejarlos en la intimidad. (Las familias vivían en cuevas contiguas, compartiéndolo todo como norma de vida. Y hoy día las excavaciones que se han llevado a cabo, han constatado lo que antes eran hipótesis). María quiere saber si estuvo triste, si pasó fatigas, o Le faltó algo. “Sólo Me faltó Tu presencia, Madre querida”. Y Le cuenta a Su Madre que había encontrado a los pastores de Belén, que algunos vienen con Él y desean verLa. También ha venido Juan. Trae recuerdos de los pastores Elías, Isaac, Tobías (o Matías) y Jonás, con Juan y Santiago. Jonás es el más desgraciado de todos. “Dos están en la paz de Dios: Samuel y José”. María se sorprende del hallazgo, por lo que Le pregunta a Jesús si estuvo en Belén y Jesús dice que sí, pues quería que algunos discípulos conociesen el lugar del Nacimiento. De paso, Le entrega las florecitas nacidas en las piedras que nacen en la entrada de la Cueva, y que con tanto cuidado había traído para Ella. María se enternece y besa los tallos, y pregunta por Su buena amiga Anna. Jesús Le informa  que había muerto en la matanza de Herodes. “Sí, Mamá, los betlemitas han sufrido mucho. Satanás no descansa. Estuve en Hebrón, donde Zacarías ayudó a los pastores perseguidos. Curé a Isaac el pastor. Visité a una familia con sus hijitos María, José y Jesaí. En Keriot, de donde es Judas, un israelita bueno murió en Mis brazos, deseaba verme antes de morir, y lo consiguió. Jesús alaba Su Madre y La bendice lleno de alegría. Le pide también que acoja a los que llegan el próximo día y esperan en el bosque cercano. “Ayúdame a hacerlos buenos, que quisiera salvarlos a todos”. Ella está llena de amor, por lo que se pone a disposición de Su Hijo para servirle, y Él se arrodilla ante Su Madre en auténtico éxtasis, haciendo que María tenga un aspecto majestuoso y magistral. “Santifícalos, Madre Mía, con Tu pureza y Tu fuerza espiritual. Con Tu dulzura y amor”.
María siente el dolor de Su Hijo, la tristeza que ha contraído en medio del mundo que no comprende nada, Deja que Su Hijo se duerma apoyado en Sus rodillas, para que se despoje del cansancio y la fatiga que tanto daño Le hacen. A la mañana siguiente María  deambula por la casa, poniendo cada cosa en su sitio. Va a la carpintería, que ahora es un  telar donde Ella teje los vestidos, lo cubre todo para conservarlo en perfecto estado. Sale al huerto, da trigo a las palomas que esperan su alimento, coge harina de la alhacena y se va a donde está el horno para amasar y hacer el pan. Entra María de Alfeo sin hacer ruido. Viene para ayudar. Habla de las tortas de miel y mantequilla, que tanto gustan a Jesús. Y ambas se ponen en marcha. Judas Tadeo está en Cafarnaum, habría que avisarle para que venga a ver a su Primo. “Y mis otros hijos…deben ver a Jesús”. Esperan la llegada de Pedro con los pescados,  que siempre viene el segundo día después del sábado. “Podríamos pedirle cuando llegue, que a su regreso avise a Judas”. Jesús se ha levantado, se acerca a ellas y las bendice con veneración. “He dormido como un bebé. ¿Dormiste Tú, Mamá?” Ella Le dice que estuvo casi todo el tiempo contemplándolo mientras dormía. “Lo hacía también cuando eras pequeño, Me gustaba verte sonreír en sueños. Pero esta noche suspirabas con cierto dolor”. “Era el cansancio y el contacto con el mundo, que se hace irrespirable, sin limpieza, con fango y mal olor”.  Jesús, no obstante, conforta a Su Madre, La besa, La acaricia. Su Mamá se ruboriza ante el amor tan grande de Su Hijo. Besa a Su Madre y acaricia a María de Alfeo. Ella insiste: “Habrá que llamar a Judas”. Jesús le responde que ya está de camino. Ellas se sorprenden, pero no dicen nada. “Y llegará Pedro, él es muy bueno y se queda el tiempo que es necesario para asistirnos. “Es justo y sincero”.  Jesús les informa que van a conocer a otro Simón, discípulo Suyo. “Voy al encuentro de los que están por llegar”. Las mujeres meten el pan en el horno. María se refresca, se pone unas sandalias nuevas y un vestido de lino blanquísimo para esperar a los discípulos. Por fin llegan todos. Jesús coge del brazo a los dos pastores del grupo, y se los presenta a Su Mamá. Son Leví y José (hijo del pastor fallecido). Ella los abraza como una Madre:” Mi casa os acoge agradecida por el amor que disteis a Mi Hijito”.
Los pastores no saben qué hacer, ni qué decir de la emoción. Jesús habla de quien tiene a Su lado,  Simón, que un día fue leproso, y que vendió todas sus propiedades para que se dispusiera del dinero según las necesidades. Él se inclina a María y se deshace en palabras amables para Ella. Luego el Maestro presenta a Judas de Keriot, Iscariote. El joven dice a María que tiene una madre, a la que quiere, pero todo su amor es ahora para Ella. Sin embargo, María lo rectifica y dice que el honor debe ser para Su Hijo, que Ella no quiere nada para Sí misma. “Que Él reciba todo tu honor y Yo te bendeciré con corazón de Madre”. Judas lo comprende y Le dice: “Sólo la muerte destruirá mi lealtad”. Allí estaba Juan a un lado, Jesús lo coge por el hombro y lo atrae hacia Su Madre. Tanto el Rabí como María están satisfechos de tenerlo en casa, por su angelical inocencia. Pedro ha llegado a la casa y trae los pescados de costumbre. Al ver la comitiva, deja el canasto que traía a la espalda, en el suelo, se echa a los pies de Jesús y dice al Señor: “¡Ah, Señor Eterno! ¡Dios Te bendiga!” Coge la mano de Jesús, la acaricia y Le dice que está muy feliz y que se le hacía larga la espera sin Él. El Rabí le insiste que se levante, pues no quiere verlo de rodillas. Le pide a Juan que corra a Cafarnaum para avisar. “Yo no me separo más de mi Maestro”. “ Me preocupaba, Señor, cómo estarías y si Juan cuidaba bien de Ti”, dice Pedro.
Como no para de hablar, Jesús le pide bromeando que termine para poder contarle todo lo ocurrido en el tiempo en que han estado separados. Y Le habla de Su encuentro con los pastores. Pedro se emociona y llora de gozo. Jesús le presenta a Judas de Keriot y le pide que lo trate como un hermano más. Pedro comenta con Judas que los ciudadanos de Jerusalem no son muy de fiar y que a él no le gusta ese tipo de gente. Sonriente, Simón, pregunta a Pedro si tiene también prejuicios contra él, que es de Betania, junto a la Gran Ciudad. “¡Oh, no! Tú presentas un rostro limpio, sin dobleces. Honrado. “Eres como el buen vino añejo”, agrega.  Jesús escuchaba en silencio, y cuando Pedro termina le da la razón.
El Maestro no cabe en Sí de felicidad, los lleva a la sombre del huerto y les informa que irá por toda Galilea a enseñar a las gentes. “Tú, Leví, regresarás con Elías y mandarás saludos de Mi Madre. Ya La has visto, que era tu deseo. Ella vendrá conmigo para estar con todos vosotros, que fuisteis los primeros en ser amigos del Niño que nació en Belén”. María asiente y bendice al pastor. Simón Zelote aprovecha  que el pastor se va y dice a Jesús  que podría pararse en casa de Lázaro, para llevarle una carta indicándole que diese una ayuda a Jonás y a los demás pastores. Jesús está de acuerdo, el viaje se hará antes del sábado. “Y ahora, tomaremos algo de comer todos juntos”. 
BIBLIOGRAFÍA: T. II; Poema del hombre Dios, María Valtorta. Gén.28,12; Ju.1,51; Mt10,34-39;16,24-28;Mc.8,34-9,1;Lc.9,23-27;12,51-52…Ju.12,24-26 ;Flp.2,8-9. Mt.4,3;Lc.4,3

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