El Quinto Informe de Evaluación del Panel Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), vuelve a confirmar que el calentamiento del sistema climático es inequívoco y la actividad humana es causa principal del mismo. Según nos indican los científicos, ha quedado demostrado que la causa principal del calentamiento del sistema climático son las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), que tiene su origen en causas naturales, pero sobre todo en las actividades humanas.
Estos GEI (vapor de agua, dióxido de carbono, metano, óxido nitroso, ozono y clorofluorocarbonos) retienen el calor de la radiación infrarroja terrestre, haciendo que aumente la temperatura media de la superficie terrestre. Entre estos gases, el dióxido de carbono (CO2) es el más importante. Por eso es el gas de referencia para la medición global de las emisiones contaminantes. Todos ellos están profundamente ligados a nuestro modelo de sociedad y a nuestro consumo energético, y entre 1970 y 2004, aumentaron en un 80%, si bien, en términos relativos de emisiones por unidad de energía suministrada, están disminuyendo, afortunadamente, desde el año 2000.
El cambio climático afecta a la salud humana de varias formas. Directamente, a través de los efectos fisiológicos de la elevación de las temperaturas o del aumento de los eventos climáticos extremos. De manera indirecta, a través del incremento de enfermedades de transmisión por patógenos o producidas por la escasez de alimentos o de agua. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que alrededor de 150.000 muertes en el año 2000 lo fueron a consecuencia del cambio climático, previéndose un aumento de 250.000 muertes anuales para el 2040.
En un estudio que hicimos desde la Universidad de Granada, para estimar los efectos de la emisión de gases de efecto invernadero sobre la mortalidad en el mundo (“The Enviromental Impact of Economic Activity on the Planet”, Springer 2016), en el que se usaban los registros de emisiones que publica el Banco Mundial desde los años 60, para todos los países del mundo, se confirmó estadísticamente dicha relación a nivel global. Pero lo más sorprendente fue comprobar que desde hacía unos años, se estaba produciendo una especie de efecto “boomerang”, debido a que el incremento de dicha mortalidad por esta causa se producía en mayor medida en países de economías desarrolladas.
En el año 2016, el Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS) de CCOO, publicaba una guía orientativa de los efectos del cambio climático sobre la salud pública y la salud en el trabajo. En una de sus partes se aborda el problema de la vulnerabilidad territorial y la población especialmente expuesta a riesgo en España. Se destaca cómo nuestro país es uno de los espacios geográficos europeos más sensibles a los riesgos naturales, dada su posición geográfica. Así, el aumento de los episodios de calor extremo y de olas de calor, son frecuentes, dada nuestra cercanía al Sahara. También las lluvias torrenciales, a consecuencia del calentamiento de las aguas de nuestros mares. Parece que se está perfilando la evolución de nuestro clima hacia un tipo subtropical, con una marcada estación seca y otra de precipitaciones mucho más concentradas en el tiempo, lo que está suponiendo un cambio climático muy drástico.
Y respecto a los grupos de personas especialmente sensibles, destacan las personas con peor salud (con enfermedades cardiovasculares o respiratorias, de aparato digestivo, neoplasias o enfermedades endocrinas, enfermos tratados con vasoconstrictores, antihipertensivos, diuréticos, tranquilizantes…), las personas mayores, las personas alérgicas, niños y adolescentes, grupos con menores recursos económicos (con accesos inadecuados a acondicionamiento de aire, viviendo en zonas urbanas más contaminadas…), trabajadores manuales expuestos a condiciones ambientales extremas, inmigrantes y turistas.
Ante todo este panorama, se aportan toda una serie de medidas de adaptación al cambio climático, que no son otras que las que buscan los ajustes de los sistemas ecológicos, sociales y económicos en respuesta a los estímulos climáticos reales o esperados y sus efectos o impactos, ya sean estas de tipo reactivo (después de la manifestación de los impactos iniciales) o de tipo anticipatorio (medidas preventivas). Fundamentalmente hablamos de resiliencia. El libro blanco “Adaptación al cambio climático: Hacia un marco europeo de actuación”, y el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático, en nuestro caso, aparecen como documentos esenciales a los que habrá que prestar especial atención en los próximos años.
Sin embargo, hay un problema global nuevo. El máximo responsable ambiental de EEUU, Scott Pruitt, nombrado por Donald Trump, niega que el CO2 provoque el cambio climático. De esta forma, el representante de uno de los países que causan más impacto ambiental al planeta, cuestiona los datos aquí expuestos, que a su vez están avalados por la gran mayoría de la comunidad científica internacional.
En estas circunstancias, no queda otra que seguir avanzando al margen de dicho país.
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