Observando las imágenes de las manifestaciones de este 23 de febrero una se siente esperanzada. Esperanzada porque se produzca el cambio que tanto necesitamos en esta sociedad y que sólo nosotr@s podemos impulsar.
Me pregunto cómo hemos podido llegar a tal declive. O mejor dicho, cómo lo hemos consentido. Cómo hemos permitido que corruptos, ladrones con trajes de dos mil euros, gente sin escrúpulos y cuya ideología se marca a base de euros, haya podido llegar a formar parte de algo que debería ser ejemplar como es, o debería ser, la política. Y que, encima, se permiten mirarnos por encima del hombro, creyéndose superiores por ostentar un cargo que no han ganado en unas oposiciones (salvo que para medrar rastreramente se las hubieran exigido de manera interna), entre otras cosas porque muchos y muchas no tienen ni la formación académica mínima ni las cualidades humanas más esenciales. Tenemos tal selección de impresentables en el ámbito político de nuestro país, por no usar una palabra peor, que visualizar a gente que nos parece honrada y trabajadora por el bien general y con la que nos sentimos representados o identificados, se convierte en excepción en vez de en lo común.
Viajes, regalos, sobres y cazos que se ponen a cambio de algo se ha practicado sin el más mínimo rubor ni pudor…. La expresión “poderoso caballero es don dinero” se convirtió hace algunas décadas en la máxima imperante entre algunas personas dispuestas a mover los hilos según sus propios intereses les dicten….y mientras, la base de la población, los españoles y españolas de a pie, estábamos y estamos cada vez más asfixiados por un sistema adaptado a gusto del que manda, que ha ido manipulando y buscando los recovecos para que sus valedores se vieran siempre beneficiados, a la vez que las clases medias iban perdiendo su status para descender injusta y bruscamente a clases bajas y de bajas, a las de ni siquiera subsistencia en miles y miles de casos.
Nuestro sistema ha caído tan bajo que el betún le queda alto, está manchado y sucio por permitir que haya personas que ante la presión, no hayan visto otra solución más que poner fin a sus vidas. Está sucio por ser cómplice de condiciones de trabajo tremendamente precarias que no hacen más que perjudicar a unos muchos para beneficiar a unos pocos, poderosos eso sí. Está sucio por “invitar” a nuestra gente joven a marcharse si quieren trabajar. Y está sucio porque en los últimos años ha crecido enormemente la desigualdad entre aquellos a quienes se supone iguales, al menos según dispone la Constitución.
Necesitamos cambiar las cosas entre todos y todas. Buscar volver a la cordura, a la coherencia y a la utilización del sentido común que abre el camino en la búsqueda de los intereses generales de la población. Intentar por todos los medios cambiar las cosas y redireccionarlas hacia lo que necesitamos: IGUALDAD. Porque la igualdad es la clave en todo y porque luchar por ella es la mejor de las causas que podemos enarbolar.
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