A Sonia [nombre ficticio] la carrera militar le duró dos meses, el tiempo que pasó desde que se incorporó al histórico Grupo de Regulares de Ceuta recién salida de la academia de Cáceres hasta que se estrelló ‘de boca’, como se dice en la ciudad autónoma, contra el suelo desde seis metros de altura al intentar superar una escala de cuerda vetada a las mujeres que nunca había visto ni probado. Iba, le dijo unos meses después su mando sumamente encabronado porque dejase en un abogado la gestión de su dramática situación, para “la mejor militar transexual” de España, pero ha acabado “en la mierda”.
Eligió el Ejército para “cambiar de vida” a los 27 años y después de siete, licenciada en Magisterio, trabajando como docente. Junto a otras diez amigas empezó a preparar en 2020 las pruebas para acceder a las Fuerzas Armadas. Lo consiguieron dos. Recuerda que pasó “muy contenta” cuatro meses en el Centro de Formación de Tropa número 1 de Cáceres. Cuando terminó esa etapa recibió destino en el tercer Pelotón de la primera Sección de la primera Compañía de Regulares número 54, la unidad heredera de las Fuerzas Indígenas en Ceuta.
En el acuartelamiento de Hadú pasó dos meses de los que guarda buenos recuerdos. Solo tiene constancia de que había “comentarios” a sus espaldas sobre su condición sexual, “que no ha influido nunca en mi trayectoria profesional y así fue dictaminado también en el examen médico psicológico de acceso a tropa que toda persona debe pasar”. Le instaron a no prestar oídos y así lo hizo. Se centró en prepararse para, a la vuelta de un año, intentar alcanzar por promoción interno el rango de sargento aprendiendo inglés y matriculándose en un Grado Superior de Educación Infantil.
La soldado fue sacada del accidente sin apoyo de personal sanitario cualificado
Todo acabó el 13 de julio de 2021. A primera hora de la mañana sus mandos bajo la responsabilidad de un teniente la llevaron junto a otros veinte compañeros a la Pista de Aplicaciones de El Jaral, donde se estampó contra el suelo desde seis metros de altura, el equivalente a un tercer piso, al intentar salvar una escala de cuerda del que se exime a las mujeres en competición y “sin ningún miembro de Apoyo Sanitario de la Sanidad Militar” cerca, según su defensa.
Sus representantes legales han denunciado tanto que se la obligase a saltarlo (“Ramírez [apellido ficticio], pasa”, recuerda que la pastorearon) como que en el suelo no se encontró tierra batida, sino hormigón, y que sin profesionales a mano sus mandos la incorporaron, levantaron y sacaron de la pista “cojeando, llorando y con un ataque de nervios” entre comentarios “sarcásticos” como ‘no llores, que no te has roto nada’ o ‘tranquila, has caído, pero has caído bien’.
Acabó siendo izada “como el Cristo de la Buena Muerte de Málaga por La Legión”, rememora en primera persona aún bajo tratamiento, hasta que fue sentada “retorcida” en el asiento de un todoterreno militar camino del botiquín del acuartelamiento, primero, y de una clínica privada, después, donde un capitán que no había estado en el accidente dijo que se había precipitado desde “tres metros” antes de ser derivada al Hospital Universitario “por la cantidad de luxaciones y fracturas de la soldado”.
Se rompió el radio, el cúbito, el fémur y la rótula de una rodilla, así como sus prótesis mamarias, entre otras lesiones. También una perforación de tímpano, traumatismos en pies y tobillos y luxación de mandíbula, así como un trastorno adaptativo ansioso depresivo cronificado. Dos años después sigue padeciendo perturbaciones del sueño, no se ve en condiciones de volver a ejercer como maestra con niños pequeños (“no puedo agacharme…”) y hasta conducir un rato le resulta un mundo.
"Vivo, pero no estoy en condiciones de estudiar o trabajar”, afirma la militar
“Vivo, pero no estoy en condiciones de estudiar o trabajar”, coincide con sus informes facultativos a expensas de que se dictamine si la primera atención que recibió “pudo derivar en agravamientos” de sus lesiones.
Las secuelas físicas fueron solo el principio de un calvario que no termina. Estuvo de baja cinco meses menos un día. El 13 de diciembre le dieron el alta con “un error de diagnóstico” y a finales de enero, el día 26, sufrió “una recaída” y volvió a pasar a la situación de incapacidad temporal. A las dos semanas, el 11 de febrero, sus superiores empezaron a presionarla verbalmente para que acudiese a un examen médico no periódico que la soldado rehusó porque “así se lo había recomendado su abogado [porque estaba de baja sin procedimiento oficial]” y el día 14 pidió por burofax que todas las comunicaciones con ella se realizasen a través de un bufete, AMCanevas, especializado en el ámbito militar.
El MAPER decidirá sobre el último expediente abierto a la Regular
Elegir ese apoyo fue su pecado mayor para la superioridad castrense. “Hasta entonces hubo quienes me ayudaron más o menos, pero desde entonces pasaron a preguntarme sólo por qué había designado letrado, no cómo estaba… He llegado a recibir 70 llamadas al día en mi teléfono”, ejemplifica.
En el momento de mayor tensión acudió a una cita con el entonces coronel de Regulares cuya transcripción consta en las actuaciones. “¡A mi despacho!, voy a hablar cosas del servicio con ella y cosas para interesarme por su salud y demás. Cosa que no compete a nadie más que a ella, conmigo”, excluyó a su letrado de la conversación, en la que se recordó que a juicio de un capitán ella iba a ser “la transexual mejor militar de España”. “Esas palabras también se podrían dejar a un lado, que hace más de 10 años que no se remueve eso y aquí a voz de pronto ha salido de la nada”, rogó ella.
“Yo como hombre a lo mejor no tengo tus sentimientos ni tu sensibilidad pero digo pues bueno, de puta madre”, le replicó el superior, que ante sus quejas (“eso no hay que entender mi coronel: soy una mujer a nivel nacional y a nivel local porque tengo mi DNI, soy una mujer y mi sexo es de mujer y ya no hay más que hablar”) se mostró reiteradamente molesto por su asesoramiento externo: “A mí lo que más me duele es que te has dejado asesorar por tu abogado”, resumió.
“Estoy hundida en la mierda, mi coronel, no solo a nivel físico, a nivel mental…”, confesó la soldado, a la que el coronel advirtió que la había “cagado” con su asesoramiento letrado. “No tiene razón de ser, no podéis creer que por tener un abogado podéis ganar todo […] Te has metido en un follón y no te hacía falta, que encima te digo que te queríamos un montón, ¡coño!, yo tenía mucha confianza en ti, me parecías una Regular cojonuda”, añadió entre continuas insinuaciones sobre su supuesto afán de conseguir dinero.
Aunque decía que la soldado tenía “todas las de ganar” por cómo se había producido su accidente, intentaron cogerla en un renuncio. Primero sus mandos la acusaron de salir de Ceuta entre febrero y mayo de 2022 para ir al fisioterapeuta, a urgencias de una clínica de Algeciras, al psiquiatra, a ver a su abogado y a someterse a una intervención quirúrgica. “Todos estos desplazamientos los realizó sin autorización”, acusó el jefe de Regulares y alertó la Fiscalía militar, que se negó a tipificar su comportamiento como un delito de desobediencia o de abandono de residencia por no revestir “la gravedad necesaria”, archivó la judicatura de Sevilla.
“Realiza desplazamientos puntuales y debidamente justificados por cuestiones, en su mayoría médicas, relacionadas con su baja reglamentariamente autorizada que no suponen más de tres días de ausencia salvo una para intervención quirúrgica sin que nunca haya estado en ignorado paradero y fuera de control militar”, apostilló para descartar “infracción penal alguna”. La titular del Juzgado Togado Militar Territorial número 25 de Ceuta procedió al archivo de las actuaciones.
El sobreseimiento de la causa no ha impedido a la Comandancia General de Ceuta que abra otro expediente (con competencias denunciadas por la defensa) que finalmente resolverá el Mando de Personal del Ejército de Tierra (MAPER) bajo amenaza de ocho días de encierro o de suspensión de empleo y sueldo en lo que Antonio Martínez considera “una persecución definida y probada para intentar parapetar a todo el cuadro de mandos implicado en esta trama, a los que exigiremos responsabilidades penales por la vía judicial ordinaria [no la militar] empezando por el que era su coronel en Regulares”.
“Está viva y por eso damos gracias a Dios todos los días”, dice la madre de Sonia a su lado. “No se han portado bien”, lamenta ella junto a su padre, que recuerda con amargor que el mismo día del accidente la dejaron postrada en casa “y al siguiente pasaron a reclamar la silla de ruedas”. Su familia ha tenido que gastar, préstamo de por medio, “más de 15.000 euros” en operaciones, tratamientos y asistencia médica y farmacéutica.
Defensa ha concluido que ya no está para ser soldado, pero no por causas relacionadas con el servicio, sino por algún tipo de tara previa. La Junta de Evaluación de Carácter Permanente ha dictaminado que no es apta para el servicio en las Fuerzas Armadas y que procede resolver su compromiso con el Ejército, pero que no existe casualidad entre su incapacidad y “las actividades del servicio”.
Según sus evaluadores, el suyo es “un trastorno común no profesional” que “aunque se haya manifestado con posterioridad a su incorporación a las Fuerzas Armadas, tiene sus bases etiológicas en la predisposición del sujeto para generar ansiedad y en su psicovulnerabilidad al estrés”. “No se ha acreditado situación o hecho alguno de que el trastorno tenga relación causa-efecto con el servicio”, ha concluido la Junta, que estima que la joven “puede desempeñar actividades laborales en el ámbito civil”.
"Es curioso que todas sus lesiones hayan sido calificadas bajo 4 y la psicológica en 5”
“Es muy curioso que todas sus lesiones físicas han sido calificadas con un índice por debajo de 4 y en la psicológica se le da un 5 como si no tuviera nada que ver con el resto y fuese ideopática, como si no hubiera sido perseguida y hostigada hasta la saciedad para colgarle un delito que nunca cometió y por el que ha sido exculpada por el Tribunal de Militar de Sevilla y aún así expedientada de nuevo cambiando el tipo y usando pruebas ya excluidas por la judicatura en sentencia en el Togado de Sevilla”, denuncia el despacho que representa a la soldado en sus alegaciones.
Si prospera la interpretación de Defensa, la soldado solamente tendrá derecho a una pensión equivalente al 55% de la ordinaria. Si se estima la de la defensa, a una del 200%.
La militar ha superado cinco cirugías y “más de 200” sesiones de rehabilitación, ha perdido movilidad y fuerza en los brazos, debe usar un taco de madera para corregir una deformación de su pisada y le cuesta hasta salir a la calle. Hasta finales del año pasado tenía que usar bastones para caminar. “Psicológicamente”, explica a El Faro, “estoy muy mal y solo tengo ganas de terminar con todo esto, de que me dejen tranquila”.
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