Opinión

“Una de cal y otra de arena”

Para hacer justicia y dictar sentencias, están los jueces. A los demás, la simple condición de ciudadanos nos otorga la facultad de libertad de expresión a la que se asocia el derecho de opinión; derecho que benévolamente y con asiduidad me permite ejercer la dirección de este periódico desde sus páginas.

Considerada la Sanidad Pública de cualquier país uno de los referentes para la valoración de la calidad de vida y bienestar de sus ciudadanos, creo que son los propios ciudadanos, con su opinión, una fuente de información siempre pertinente para tal valoración; y pudiendo ser las opiniones elementos trascendentes, creo que deben emitirse desde la mayor ecuanimidad y honestidad, entendiendo que no es un tema banal el de la Asistencia Sanitaria sino una cuestión vital y sobre todo los casos de emergencia.

Al ser la opinión, no un saber, sino un acto subjetivo de la voluntad, es un juicio personal que sólo tiene el valor del crédito y confianza que genera la persona que la emite. De ahí el valor de la estadística en las campañas de opinión que seleccionan por rangos diversos a los encuestados. Así las opiniones pueden ser importantes y trascendentes para el control y estudio de resultados de las actividades cuyos receptores y beneficiarios son los propios ciudadanos. Por lo tanto creo que las opiniones deben ser reflexionadas antes de ser expresadas y por eso deben alejarse lo más posible de las pasiones y de los intereses de cualquier signo que no sean los del interés general; y para cumplir ese fin, la opinión debe ser el reflejo fiel de las percepciones: una opinión seria y responsable no es un relato que necesite una inspiración que conmueva los corazones y por tanto que sea emocionante; pero sí que precisa una observación serena de cada escena, de cada acontecimiento, de cada suceso relacionado, que debe ser captado con atención por los sentidos, que mediante la síntesis en el espacio y el tiempo serán coordinados y entendibles para sacar una conclusión sujeta a los criterios lógicos de la razón que son los que justificarán el valor de la opinión dada.

Opinar sobre la trivialidad, sobre lo intrascendente, puede ser un entretenimiento de tertulia, incluso todas las relaciones cotidianas se sustentan en opiniones que en definitiva son juicios personales que se emiten sin más compromiso que expresar el parecer de cada uno, la mayoría de las veces con escaso fundamento. Por eso cuanto más profundo y exhaustivo sea el conocimiento sobre el tema analizado (criticado), más valiosa será la opinión.

Valorar la medicina clínica en el caso de las emergencias es una pretensión sumamente arriesgada: ahí se enfrenta el urgenciólogo (que no puede ser totalmente sabio) con un enfermo del que no conoce su historial clínico, a veces en estado incompatible con la vida, y las más con dolencias que pueden ser graves y que no puede valorar con los escasos medios de que dispone. La peor de las situaciones del médico de emergencias: de un lado la presión moral de su código deontológico, tan exigente, y de otro la impotencia de actuación ante , a veces, lo exiguo de los recursos( insuficiencia de conocimientos propios de una especialidad determinada, y la escasez de medios materiales). Es la peor de las encrucijadas: “la decisión indecisa”.

"El equipo humano del Servicio de Urgencias me merece el mayor reconocimiento, respeto y admiración”

Aunque la medicina, en general, y el concepto de su eficacia está basado en el procedimiento científico, cuanto más se acerca el médico al enfermo, más cerca está el factor incertidumbre. Lejos del enfermo está la medicina de investigación con sus laboratorios donde se generan nuevos conocimientos y proyectos terapéuticos; pero es aquí en las salas de urgencias donde el enfermo está en íntimo contacto con el médico que tiene que diagnosticarle de inmediato y prescribir el tratamiento acertado …a veces, cara a cara, se encuentran la vida y la muerte.

Creo que no es adecuado poner aquí punto y final a este artículo sin justificarlo… pues sería más mediocre, aún, de lo que pueda ser al final. Pero sí, antes de continuar con lo que es mi opinión sobre el tema de las emergencias, son éstas, las opiniones, tan cotidianas que se ajustan al refranero; y así podríamos decir que “Cada uno cuenta la feria como le fue”; o quizás con demasiado sarcasmo: “Al burro, los palos, sólo cuando se los merece ….en otro caso golosinas y palmaditas en el lomo”; y muy generalmente: “Una de cal y otra de arena”, que es con frecuencia lo que más ocurre.

Tengo que comentar que el pasado día 15 de junio y a través de estas mismas páginas se editó mi artículo titulado “ ¿Emergencia Sanitaria? Ja Ja Ja…”, que fue una opinión personal sobre el Servicio de Emergencias de nuestra Ciudad. Un artículo sumamente crítico donde explicaba con detalle cómo me desvanecí en plena calle y cómo después de dos llamadas al 061, permanecí cerca de una hora “tirado” en la acera sin ninguna asistencia …. Situación que justificó el médico de turno “ por falta de medios”. Después de la reflexión correspondiente, en el mismo artículo, hice una crítica mordaz del Sistema y de las Autoridades que lo gestionan, incluidos aquellos que permitan y consienten tal deficiencia.

Otra ocasión (no deseada) he tenido en fechas recientes ( 5 y 7 de julio) de necesitar similar asistencia; y si en aquella ocasión resultó una experiencia lamentable, ahora en ésta, tengo que declarar la total eficacia del Servicio del 061: el control y valoración en mi domicilio así como el transporte inmediato a Urgencias del Hospital Universitario. No puedo valorar si la estructura y organización del Servicio es la adecuada, y si los medios materiales que allí se emplean son todos los necesarios y deseados, ni tampoco si los procedimientos y los protocolos son los recomendados, o si las instalaciones cumplen los requisitos exigidos por las Normas. Todo ello porque sólo he sido un simple paciente y no un Inspector del Ministerio de Sanidad. Pero sí debo manifestar mi opinión más positiva por el trato personal recibido. Desde cada una de las instancias en las que he sido tratado he observado la diligencia y la dedicación de todas las personas implicadas en todos los niveles: desde los facultativos elucubrando sobre los posibles diagnósticos y su tratamiento; las enfermeras y enfermeros haciendo gala de sus diplomaturas en la asistencia personal; auxiliares y ayudantes en todo tipo de tareas, logísticas y de refuerzo allí donde y cuando hizo falta …. hasta las personas encargadas de las labores más sencillas del orden y la limpieza. Hay momentos críticos donde se acumulan los ingresos en los que la actividad asistencial es tan intensa y frenética, el trajín es tan continuo y constante que los lleva hasta la extenuación y al colapso del Sistema, lo que supone un riesgo para todos, sanitarios y enfermos.

"He observado la entereza y el ánimo de cada una de esas personas en el cumplimiento de sus misiones”

No puede haber mejor opinión que la que se elabora desde la propia experiencia. Así desde mi puesto de observación, que era mi atalaya (mi cama), enganchado a un gotero y conectado a unas máquinas misteriosas que me controlaban hasta el aliento, he observado la entereza y el ánimo de cada una de esas personas en el cumplimiento de sus misiones. En todos ellos, la palabra amable, la actitud dispuesta a la ayuda, la entrega, la generosidad y el esfuerzo sin regateos; gestos que el enfermo agradece infinitamente y por los que se mantiene esperanzado en su pronta recuperación.

No sé si el Hospital está bien gestionado o bien dirigido o si las plantillas están o no cubiertas, o si disponen de los medios adecuados, o si la colaboración entre las distintas secciones funciona, o si la distribución de los horarios son los correctos o habría que reconsiderarlos; lo evidente, desde mi humilde opinión, es que el equipo humano que atiende el Servicio de Urgencias, que es lo único que conozco, me merece el mayor reconocimiento, respeto y admiración… A todos ellos , muchas gracias por su excelente trabajo.

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