“Cada cuadro es un mundo; es regresar a un sitio visitado”

El pintor ceutí, de la escuela sevillana, expone Ligüeri  l  Desde hoy y hasta el 31 de agosto se podrán admirar en el Museo del Revellín 30 obras Habla el pintor José María Díaz Ligüeri Ariño con ilusión, como si su voz fuera la viva conductora de su arte, ese mismo que irradian los cuadros que presenta esta tarde en el Museo de Ceuta desde las ocho de la tarde.
–Inaugura una exposición que a simple vista, por lo preparada que se observa, se diría que le ha llevado años hacerla.
–Gracias. Son trabajos realizados en la recta final del año pasado y a lo largo de este año pues apenas tengo tiempo para pintar.
–Pintar es entonces una afición.
–Así es. Empecé a estudiar en Cádiz, luego hice Bellas Artes en Sevilla, aparte de Informática y Dirección de Empresas, trabajo en banca y esto es una afición a la que por desgracia le puedo dedicar menos tiempo del que me gustaría.
–¿Es la acuarela su punto fuerte?
–Me gusta mucho, desde luego, y me siento cómodo en este formato. Las acuarelas son muy rápidas de elaborar y están realizadas en momentos súbitos. Los cuadros más trabajasos son los más grandes, los de técnica mixta, donde tengo que dedicarle más tiempo tanto en el boceto como en la elaboración. Pero disfruto en ambos casos, también haciendo fotografías. De hecho hace cosa de diez años expuse ya una muestra de fotos aquí.
–Veo que la acuarela es muy fresca, parece que si se toca, te mancha la yema de los dedos.
–Sí, es verdad, es principalmente una acuarela elaborada desde un punto de vista muy realista, muy cercano, muy íntimo. En cuanto a la temática, hay cosas de Ceuta, mi ciudad natal, de Sevilla, de Cádiz, de Chaouen, de la Toscana, de lugares que visité. Los cuadros están muy centrados en temas de paisajes y de la mar, que para algo soy de aquí y eso es algo que se lleva dentro.
–¿Cuál es su escuela, qué maestros tiene?
–Me encantan Sorolla, Turner o Zóbel, mis principales referencias.
–Hay mucho de escuela sevillana también.
–Sí, casi todos los que hemos pasado por la Universidad de Santa Isabel de Hungría tenemos una cierta técnica especial y un aire que deja huella.
–¿En venta?
–En venta. A precio razonable.
–¿Le gusta la concepción de hacer muestras con un único significado o cada cuadro es un mundo?
–Cada cuadro es un mundo, una vivencia, palpar un sitio determinado en el que he estado.
–¿Cuál es su preferido?
–El que más me gusta es un cuadro que se llama Bahía, está elaborado por técnica mixta, lleva oro, acrílico y es, creo, el que mejor refleja mi estilo.

Ligüeri, un artista caballa con un sello propio
El Museo del Revellín acoge desde esta tarde la exposición pictórica del artista multidisciplinar José María Díaz Ligüeri Ariño. Ligüeri nació en Ceuta y comenzó sus estudios en Cádiz en el taller del artista Antonio Torres Bru, compañero y amigo de Dalí, hasta que en 1984 se traslada a Sevilla, donde ingresa en la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, de la Universidad hispalense, coincidencia en este centro con maestros como Francisco Guerrero, Carmen Lafón y Rafael Zambrano. El artista ceutí ha sido premio de fotografía de la editorial Planeta por su obra Virajes.
El trabajo de este artista, que en la actualidad reside en Sevilla, aborda en su esencia y plenitud los paisajes que le son más cercanos y los afronta con una originalidad indiscutible en la que es capaz de emocionarnos a través del color y las sugestiones de la materia.
En esta exposición, formada por una treintena de obras y titulada Ligüeri, recoge buena parte de los dos últimos años de su actividad creadora.
Numerosas son las exposiciones que avalan a este artista que desde el año 1987 hasta la actualidad ha realizado por diversas ciudades españolas, como Badajoz, Toledo o Sevilla y de otros países como Río de Janeiro, Oporto o el Instituto Cervantes de Tánger. Será la segunda vez que exponga en su tierra natal, después de la muestra Virados, que en 1995 albergó el Museo de las Murallas Reales.
La exposición será inaugurada a las 20.00 horas y permanecerá expuesta en el Museo del Revellín hasta el próximo 31 de agosto.