Minutos antes de las 8.00 de la mañana de este 10 de febrero. Juan Antonio Moya llegaba al Parque de Bomberos de Ceuta como si fuera la primera vez. O casi. Parecía “un niño el primer día de colegio”, bromea mientras hace un paréntesis en su primer día de trabajo de, podría decirse, ‘su nueva vida’. La suya era, describe, una sensación similar a la aquel 16 de julio de 1993, cuando empezó su labor como ‘hombre de rojo’. ¿El motivo? Llevaba más de un año sin ejercer su profesión.
Concretamente, desde el día en que el covid empezó a manifestarse con fuerza y no solo le hizo recalar en el clínico de Loma Colmenar, sino que le mandó directamente a una cama de cuidados intensivos. Hace justo un año Moya no estaba, como le ha tocado este jueves, luchando contra el fuego, sino contra el enemigo invisible que en Ceuta ya se ha cobrado 145 víctimas, entre ellas su propia suegra.
Casi dos semanas, del 2 al 15 de febrero de 2021. Ese fue el tiempo que Moya estuvo en los momentos más críticos para, finalmente, abandonar el HUCE el día 23 del mismo mes. Días de mucho miedo, temor y pesadillas. “Nos contagiamos los dos, mi mujer y yo, y al principio ella parecía estar peor pero luego fui yo el que lo cogió más fuerte”, relata.
Perdió 20 kilos de masa muscular. Mucho peso para un deportista como él que, en los últimos años, se ha colgado varias medallas en diferentes campeonatos europeos de bomberos y policías. “Me costó una barbaridad tirar hacia delante. Soy deportista, cuadriculado, y fui muy echado para adelante, no me vengo abajo fácilmente y pensaba que tenía dos opciones: o quedarme en casa o seguir, avanzar y avanzar. Elegí lo segundo”, comenta.
Aún tiene muy nítidas muchas sensaciones. Confiesa que tenía mucho miedo. Quería ser el mismo de antes, pero no sabía si lo iba a lograr. “Me iba a andar y me dolían las piernas, estaba todo el tiempo controlándome las pulsaciones, el cuerpo no me respondía, se me caían las cosas de las manos…”, enumera. Ahora bien, si difícil era la parte física, todavía lo era mucho más la psicológica. “Eso es lo peor y también necesité ayuda por esa parte. Pensaba que iba a volverme loco. Por supuesto no podía ver noticias ni nada relacionado con este tema”, relata.
Aunque hoy, el de su vuelta al trabajo, sea un día alegre y feliz en el que se ha sentido muy arropado, “como todos estos meses”, por sus compañeros, recordar y asumir su estado en estos dos últimos meses teniendo tres hijos aún jóvenes y niños por los que luchar cuesta mucho. “Vivimos con miedo constantemente y no sé si estaría preparado para volver otra vez a esto, ni me lo quiero plantear”, responde sobre el temor a reinfectarse, “pero tampoco voy a estar en mi casa encerrado… ¿No?”.
Después de muchos meses de rehabilitación en los que ha estado entrenando con sol o lluvia en los que visitaba casi a diario el Parque para retomar un buen estado físico, el cabo Moya está de vuelta y su ‘reestreno’ de este parece casi de película. Ha tenido que participar en la extinción de un gran incendio con 12 lanchas implicadas en el Muelle de Poniente.
- ¿Cómo se ha sentido?
- Algo nervioso, pero muy arropado y ayudado por todos. Sé que he trabajado duro estos meses para poder volver a ser lo que soy: un buen bombero.
La suya es una historia de lucha y de superación que, afortunadamente, ha tenido final feliz gracias a su tesón y al apoyo de muchos ‘ángeles’, desde quienes se encuentran en el hospital hasta los que, con palabras y gestos de ánimo, le han ayudado a volver a ser el mismo.
Que grande eres, ejemplo de buen profesional y orgullo de la gente que se ha criado en el hospital militar
Ánimo y que todo sea un mal recuerdo. A disfrutar de tu familia , oficio y vida.
Me alegro mucho juanito, bienvenido de nuevo al tajo.