Tras valorar la situación, Fiestas sacó a la calle las carrozas, primero en San José y después en Maestranza y los niños pudieron gozar del ambiente y la magia
Las previsiones meteorológicas de la previa no anunciaban buenos presagios y, en efecto, los malos augurios se dejaron notar en Ceuta, aunque, sin embargo, no consiguieron arruinar del todo la tradicional y jubilosa Cabalgata de Reyes. Porque si bien la jornada fue, desde la mañana hasta continuar así de madrugada, fría, ventosa y salpicada de oleadas de lluvias intermitentes, la Ciudad, por medio de la Consejería de Juventud, Deporte, Turismo y Fiestas, decidió dar luz verde a que la Cabalgata saliera por las calles de la ciudad, para deleite, especialmente, de los más pequeños. No obstante, la decisión fue tomada tras ser valorada en su justa medida y tuvo, de manera consecuente, efectos: tanto la Cabalgata de San José como la de Maestranza salieron con retraso y ‘devoraron’ el trayecto a toda prisa; y, además en el segundo caso, se decidió que fuera sin música y sin luces para evitar hipotéticos desgastes en los objetos y cortes eléctricos. La jornada de la ilusión, sin embargo, comenzó de manera esperanzadora, como procedía, pues rodeados de un aire mayestático, de un halo encantado, los Reyes Magos llegaron al filo del mediodía, un nuevo año, a Ceuta. Lo hicieron poniendo el pie en la Estación Marítima, donde unos pocos niños aguardaban para recibir a sus majestades que, en barco y no en camellos –que tal vez se quedarían descansando en la otra orilla–, traían en realidad el tesoro más preciado: la ilusión de los más pequeños de la ciudad. Una ilusión que, a estas horas en que el lector lee estas letras, será ya una realidad tangible, una imagen para enmarcar, almas alegres. Inmediatamente después de ser recibidos como se merecen, tanto por autoridades como por niños y vecinos de nuestra ciudad, Melchor, Gaspar y Baltasar se dirigieron hacia el Palacio de la Asamblea, donde fueron acogidos por el alcalde Vivas. Palabras hermosas, abrazos, deseos fraternales, un mundo onírico, pues. Allí, en la Casa de todos los ceutíes, los Reyes de Oriente se sintieron plenamente cómodos, atendieron las demandas de pequeños, y también de adultos, y tomaron impulso para la ardua y ajetreada tarde (y noche, y madrugada) que se les venía encima. De tal modo, seguramente tras degustar ricos platos de la gastronomía caballa, y acaso dormitar unos minutos, costumbre tan nuestra, los Reyes acudieron a las 17:30 horas hasta el acuartelamiento González Tablas, morada del Grupo Regulares Ceuta número 54, donde, además de sonrisas, repartieron regalos a los niños de la popular barriada de San José. Los pequeños, encantados, recibían sus obsequios con sonrisas de esas que son tan gigantes que además de cubrir el rostro, borran muchos días de desconsuelo y penurias. Acto seguido, comenzaría, ya cuando el reloj marcaba treinta minutos sobre las 18:00, la primera parte de la tradicional y hermosa Cabalgata de Reyes Magos, aunque, eso sí, a toda prisa por las gotas y la amenaza de tormenta. Las imágenes tomaron entonces todos los colores posibles: morado, amarillo, verde, blanco, rojo, naranja. Porque numerosos eran los disfraces, papelitos, caramelos que volaban por el aire, de un lado a otro, para gloria y diversión de los presentes. Tres horas después, tras quedar Hadú encantado por la magia del trío de Reyes, la Cabalgata tomó impulso desde Maestranza, punto en el cual daba comienzo la segunda parte de la gran fiesta. Desde ahí, recorriendo las calles del centro de Ceuta, se destapó algo así como una caja de truenos, pero de unos relámpagos como los de los dibujos animados: pasacalles, música y unos 1.700 kilogramos de caramelos amenizaron el trayecto de la Cabalgata de Navidad, compuesta por carrozas, entre ellas, las de los tan esperados Melchor, Gaspar y Baltasar, esos Reyes que, un año más, ilusionaron a los más pequeños.