Categorías: Opinión

Buscar sabios para esto

Acaba de hacerse público el informe del denominado comité de sabios que el Gobierno de la nación había encargado para reformar el sistema de pensiones. Estos expertos, a los que se les han dado las cartas marcadas, proponen cuestiones que parecen obvias. Que las pensiones no suban si no lo hacen los ingresos. También que las pensiones se adapten a la esperanza de vida. O que las pensiones actuales no se liguen al incremento del coste de la vida. En palabras más sencillas, lo que hacen es dar forma, más o menos técnica, a lo que el Gobierno les había indicado, que a su vez impone la UE. Se trata de la misma receta que para el resto de la economía, a saber, “adelgazar” todo lo que se pueda el Estado de Bienestar, ahora que la gente está con el miedo metido en el cuerpo, y de paso, incrementar la participación del sector privado en el sistema de pensiones, como ya lo están haciendo en el sanitario.
El informe en cuestión, que se hace al margen del Pacto de Toledo y del Diálogo social, porque así lo ha querido este Gobierno, se sustenta en una serie de supuestos riesgos potenciales de nuestro actual sistema de reparto. Por un lado, el riesgo demográfico, que podría colapsar financieramente nuestro sistema, nos dicen. También nos hablan de los riesgos económicos, consecuencia de las fases expansivas y depresivas de los ciclos económicos, de los que dependen la evolución de variables estructurales como la tasa de desempleo, la tasa de actividad o el incremento de los salarios. Y todo esto les lleva a afirmar que se necesita un factor de sostenibilidad, que permita que pensionistas y activos puedan mantener niveles de vida adecuados.
Pero este debate no es nuevo. El Banco Mundial ya en su informe del año 1994, Envejecimiento sin crisis, nos daba predicciones catastróficas para el año 2030, respecto a la cifra de pensionistas, que ocasionarían, según nos decían, que la demanda de servicios en salud aumentara, se incrementaran los costes públicos y, por tanto, se elevaran los impuestos sobre la nómina; distorsionando así los mercados laborales y reduciendo el crecimiento. Nada de esto ha pasado. Al menos en la magnitud que se indicaba. Pero sí consiguieron desmantelar gran parte del sistema público de Bienestar de bastantes países del continente americano (Chile es el ejemplo más típico).
En sentido contrario, también otros expertos advertían de las consecuencias de estas políticas neoliberales, cuyo objetivo era la destrucción del sistema público de protección social y su sustitución por uno privado. Dos de los más cualificados fueron Orszag y Stiglitz, que en un trabajo de 1999 denunciaron los mitos de la posible quiebra del sistema público de pensiones. Otros, del ámbito más doméstico, como Muñoz de Bustillo en el año 2000, o Ignacio Zubiri en 1997, demostraban que simplemente con un incremento de la productividad, el pago de pensiones medias se podría asegurar, incluso en presencia de aumentos de las tasas de dependencia; o que la condición de equilibrio del sistema de pensiones y de su sostenibilidad futura dependería más de la creación de empleo que de la tasa de natalidad. Todo esto está probado en la ciencia económica.  
Se ha publicado en estos días un magnífico artículo del profesor Fayanas Escuer (http://www.nuevatribuna.es/opinion/edmundo-fayanas-escuer/europa-y-las-pensiones/20130607130952093159.html), en el que se apuntan una serie de datos que podrían ser las claves de este empecinamiento en “adelgazar” nuestro sistema de bienestar, a pesar de que somos uno de los países europeos con menos gasto en pensiones (10,4% del PIB, frente al 15,3% de Italia, o del 14,6% en Francia). Por un lado estaría el hecho de que la mayoría de los miembros de este comité de sabios pertenecen y trabajan para la gran banca y las aseguradoras. Por otro, nuestros fondos de pensiones privados sólo alcanzan el 8,5% del PIB, frente al 100% de Alemania, o el 120% de Holanda. Es decir, hablamos de negocio puro y duro, y del histórico deseo de nuestro sector financiero por repartirse la tarta del sistema público de pensiones, para obtener altos beneficios.
Cómo añoro aquellos felices años en los que aún no había perdido mi inocencia, y en los que todavía creía que los sabios eran esos personajes honestos y entregados a los demás, que con sus ingenios y descubrimientos contribuirían al bienestar de la humanidad.

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