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Buscando la evasión entre los barracones

{jaimage crop="TC" /}Los barracones del Sardinero se han convertido en su vía de escape. Son el cobijo idóneo para que decenas de adolescentes busquen allí, porro en mano, la evasión perfecta. Pasan las doce del mediodía y tres de ellos recorren las viejas naves. Uno dice que en el instituto no le espera nadie: “Me han expulsado durante un mes”, aclara. A sus espaldas pcarga una mochila, símbolo de que sus padres deben pensar que está pasando las horas entre números y letras, no entre calada y calada.  Junto a este joven, que a lo sumo alcanzará los 14 años, hay otra pareja que roza ya la mayoría. “Nosotros no estudiamos”, argumentan. Pasan el día entre la nada y la búsqueda de la evasión de esa ausencia que les rodea.
Los barracones del Sardinero se han convertido en el sitio elegido por estos jóvenes para burlar al sistema. Ellos son el vivo ejemplo de que algo falla. Las paredes de las naves que se van comunicando entre sí se han convertido en murales. Contienen pintadas y leyendas realizadas por los inmigrantes que han pasado por el lugar, pero también de otras nuevas que van imprimiendo los adolescentes que se concentran en las distintas salas. Entre restos de botellas, porros, algún que otro alimento, colchones y ropas viejas, aparecen amplios murales con dibujos, con críticas inconformistas o con mensajes de amor (“por un día inolvidable”), mezclados con las trasnochadas alusiones a la banda terrorista ETA, que, sin explicación alguna, se repiten en más de una ocasión.
Esta es la realidad de unas naves cuyo acceso es fácil se mire desde donde se mire, ya que en todas se han practicado boquetes para conseguirlo. Si no hace mucho que éstos fueron tapados a base de cemento, ahora no hay nave que no tenga su propia apertura facilitando la entrada de estos adolescentes.
A su lado se hace fuerte el submundo del fracaso escolar, del consumo de estupefacientes y de eso que se denomina exclusión social. Cada menor que busca cobijo en una de estas naves es un ejemplo del fracaso de las instituciones  y de los padres, ajenos, se supone, a las prácticas de sus hijos.
Las fotos que hoy ofrece ‘El Faro’ son las que, a diario, ven estos adolescentes, porque las eligen para pasar las horas. ¿Que por qué lo hacen? Ellos responden sin problema: “No estamos haciendo nada malo ¿no?”, argumentan, temiendo toparse con la Policía. “Pronto empezaremos un PCPI”, añaden, a modo de excusa buscando quizá la comprensión del contrario y lanzando así una advertencia como si todo se tratara de una chiquillada.
Hasta las naves acuden más jóvenes. La Policía sabe de estas prácticas, no es la primera vez que patrullas de la Local se han personado, atendiendo llamadas del vecindario, localizando a decenas de menores en edad escolar buscando allí su particular evasión. Lo más que pueden hacer es identificarlos, buscar a sus padres e informarles de lo ocurrido. Hasta ahí llega la acción de una Policía cuyos agentes no pueden ejercer funciones paternales. Estas naves sirven además de cobijo a un inmigrante subsahariano, expulsado del Reino Unido, que se niega a entrar en el CETI a pesar de que los trabajadores del centro han contactado con él. Piensan que puede tener algún tipo de síndrome sufrido por aquellas personas que terminan convirtiéndose en vagabundos del mundo, carentes de identidad, y sin arraigo alguno. Evita ser ayudado y deambula entre las naves arrastrando una bolsa en la que asoman sus escasas pertenencias y basura a la que él sí da valor.
Entre medias de estas escenas comulgan toneladas de basura que van almacenándose en un lugar que queda transformado en un auténtico foco de riesgo.

Muchos años de denuncias sin una respuesta

La de hoy no es la primera vez en la que ‘El Faro’ informa sobre la presencia de adolescentes en las naves, en donde se concentran para consumir estupefacientes. Los vecinos del Sardinero son los primeros en llamar la atención no sólo por la presencia de menores en edad escolar, sino también por la de individuos que, a sabiendas de esta situación, venden droga. Los jóvenes entran y salen sin ningún tipo de dificultad en un lugar que se ha convertido ya en una referencia para ellos.

APDH alerta del aumento de muertes entre los inmigrantes

La Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (Apdha) presentó ayer el balance migratorio en la Frontera Sur durante el pasado año 2012, un documento en el que se refleja un aumento en el número de inmigrantes muertos o desaparecidos al intentar alcanzar la costa europea, 28 más que en 2011; incrementándose igualmente el número de personas que lograron pasar por la frontera sur hasta España, pasando de 6.855 en 2011 a 6.992 el pasado año.
El portavoz en Cádiz de la Adpha, Rafael Lara, ha constatado que el volumen de personas que han logrado atravesar la frontera sur y entrar en nuestro país, “si bien han sido luego detenidas”, se mantiene en niveles “similares” a los del año pasado, alcanzando casi las 7.000 personas, tan sólo 150 personas más que durante el año 2011. No obstante, a eso habría que sumarle “al menos el 20 o el 30 por ciento de personas que han logrado burlar todos los sistemas de vigilancia y lograron cruzar sin ser detectadas”.
Si el volumen global es similar, no sucede así con el destino. En Andalucía se incrementa notablemente la llegada de inmigrantes a la provincia de Cádiz, --de 413 en 2011 a 1.310 el pasado año-- mientras que desciende de forma ostensible la llegada a la provincia de Granada --que ha pasado de 1.736 en 2011 a 672--. Ello es debido a la dificultad de encontrar neumáticas o pateras de cierta envergadura. Según ha precisado Lara, “pese a ser muchísimo más peligrosas e inestables, los migrantes atrapados en la zona de Tánger pueden acceder con más facilidad a balsas hinchables casi de juguete, aunque para ello tengan que pagar precios desorbitados que pueden llegar a los 600 euros”. Precisamente en el norte de Marruecos también se ha producido “un cambio importante”, ya que se han duplicado los inmigrantes que han logrado entrar en Melilla (2.105 en 2011 año frente a los 1.039 el año pasado) al tiempo que disminuían las entradas a la ciudad de Ceuta (756 en 2011 frente a los 1.258 el año pasado). Estos cambios en Ceuta y Melilla están motivados por diferentes circunstancias. Una de ellas es la proximidad de Melilla a la frontera argelina, “donde, según organizaciones marroquíes han sido expulsadas al desierto más de 2.000 personas”. En el caso de Ceuta, se alude al “blindaje del paso del Tarajal por parte de Marruecos, que el año pasado contempló a centenares de inmigrantes subsaharianos entrar a nado”.

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